El quicio de dos meses

Se marcha un octubre para no olvidar. De todos los meses de octubre que he vivido hasta el presente éste ha sido el más movido, más imposible de aguantar a diario, más insoportable por los protagonistas de los aconteceres que pasarán a la historia de la tierra española y al que algunos adorarán dentro de la pseudohistoria que pondrán en los manipulados libros de texto escolares.

Incluso, como cristianos este octubre que cae al suelo de las hojas del papel del calendario, ha sido un mes donde hemos tenido que ver cómo la doctrina común sobre el tema de la unidad de España era engrosada en el nefasto lenguaje del virus del buenismo, tan de moda en la vida eclesial de los últimos años. Nunca, es decir, jamás habíamos asistido a un baile de opiniones episcopales sobre la unidad moral de la nación española. Nunca, es decir, jamás habiamos encontrado tantos obispos callados como difuntos sobre tan importante asunto que no ha terminado, pero que ha sido, al menos encauzado judicialmente empapelando a los autores de una farsa traficómica que no ha echado el telón todavía, sino que se han ido a reponer la astracanada allende los Pirineos, en el centro administrativo de la Unión Europea.

Queda ahora, que la Policía española con la colaboración de las europeas traiga a esos fugitivos, mentirosos y embusteros, caraduras y rebeldes, que  han tenido en vilo a España durante años y especialmente el mes de octubre que despedimos con deseo que la pesadilla acabe cuanto antes con estos protagonistas en la cárcel.

No creo, no pienso, que algunos obispos se les ocurra cuando el peso de la ley pida prisión por tantos o cuantos años, aparezcan, con el buenismo torticero, a rogar que sean devueltos a la libertad ciudadana, que ellos mismos han pisado, han traspasado y enseñado  a muchos ignorantes que cometan el mismo delito de ellos: poner a la "nació" como un dios, en lugar del único y verdadero Dios.

La gran esperanza es que comienza noviembre con la fiesta de Todos los Santos, la fecha en que celebramos a todos los santos anónimos que cumplieron siempre la voluntad de Dios, antes que los caprichos egoistas. Sabiendo que descansan junto a todos los hermanos difuntos que un día murieron en la fe de la Iglesia y acogidos a la inmensa misericordia de Dios.

Dichoso mes que inicia con los Santos y acaba con San Andrés.

Tomás de la Torre Lendínez

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Muchas gracias.