Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio

Cristo asciende al Cielo. ¿Qué hacemos nosotros?

por La divina proporción

Pensemos también en el hecho de que el mismo que ha subido al cielo lleno de dulzura, volverá con exigencia… He aquí, hermanos míos, lo que debe guiar vuestros actos; pensad en ello continuamente. Incluso si tambaleáis entre los torbellinos de este mundo, echad, desde hoy, el ancla de la esperanza en la patria eterna (He 6,19). Que vuestra alma no busque otra cosa que la verdadera luz. Acabamos de escuchar que el Señor ha subido al cielo; pensemos seriamente en lo que creemos. A pesar de la debilidad de la naturaleza humana que nos retiene todavía aquí abajo, que el amor nos atraiga en su seguimiento, porque estamos seguros de que aquel que nos ha inspirado el deseo, Jesucristo, no va a dejar defraudada nuestra esperanza. (San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, nº 29)

Cristo, justo ante de ascender a los Cielos, nos pide que “su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados”. Nosotros, tal como le sucedió a los Galileos, tendemos a quedarnos mirando a el cielo físico y olvidarnos de la necesidad de dar testimonio de Cristo (Hch 1, 11). Si no ponemos la esperanza en el Señor, necesitamos crear elementos sociales o instituciones nos sirvan para no desesperar. Hay quien pone sus esperanzas en las ONGs, en la política, en el grupo de amigos, en cualquiera de los muchos segundos salvadores que tenemos a nuestra disposición. Pero, tarde o temprano, nos daremos cuenta de lo terrible que resulta confiar en quienes nos pueden traicionar, dejar a un lado o maltratar.

San Gregorio Magno nos dice que “pensemos seriamente en lo que creemos”, porque es fácil que tengamos adheridos muchos elementos que ocultan a Cristo. San Gregorio espera que nuestra débil naturaleza humana no se olvide de Cristo y del Amor que encarna. Ese Amor es lo que nos lleva al seguimiento de su Nombre y sus indicaciones. Sólo Cristo es quien “no va a dejar defraudada nuestra esperanza”. Esto lo podemos ver tanto en la sociedad como en la institución eclesial. Cuando vemos tantas traiciones al Señor, tantos abusos, tantos aprovechamientos económicos, podremos caer en la tentación de seguir mirando al cielo para no mirar lo que nos rodea.

¿Qué hacemos cuando llegan personas bienintencionadas y nos dicen “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo” (Hch 1, 11) Es frecuente que les echemos de nuestro lado con displicencia y menos precio. Es frecuente que les ignoremos y sigamos con nuestra contemplación sin sentido? Pero Cristo no esperaba de nosotros que olvidáramos sus palabras tan rápido. ¿Por qué no predicamos la conversión que nos re-liga a Cristo, que es Camino, Verdad y Vida? ¿Preferimos quedarnos sentados viendo que el mundo cambia ignorando la Voluntad de Dios? ¿Preferimos dedicarnos a maltratar a quienes tienen estéticas religiosas diferentes a las nuestras? Por desgracia olvidamos a Cristo y tendemos a centrarnos en todo lo que, siendo secundario, nos resulta gratificante. 

 

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