Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Creo en Dios pero no en la Iglesia

por Juan del Carmelo

Es muy frecuente escuchar eso de "Yo creo en Dios pero no en la Iglesia". A esta clase de personas que manifiestan tan incongruentes ideas, habría que decirles aquella frase de San Cipriano que dice: "Nadie puede tener a  Dios como Padre si no tiene a la Iglesia como Madre". Y es que, lo que subyace en el pensamiento de esta clase de personas, que dicen creer en Dios pero no en la Iglesia o que manifiestan que son creyentes pero practicantes es: Primeramente un total desconocimiento de lo que es Dios y de lo que es la Iglesia y después, el deseo de adquirir los beneficios terrenales y quizá también sueñen con los celestiales, de la condición de cristiano católico, sin tener que soportar las cargas correspondientes, creándose para ello un dios particular que no sé, si es que piensan, que este le va a salvar.

 

Lo primero de todo cuando se niega algo, es tener conocimiento de los que se niega, saber lo que se está negando. Sobre toso cuando lo que uno se está jugando, es algo tan importante como la salvación eterna. Esto nos hace pensar que primeramente hay que saber, que es lo que estas personas entiende por Dios, cual es su idea acerca de Dios. En la generalidad de los casos, todas estas personas que manifiestan que: “creen en Dios pero no en la Iglesia”, en realidad no creen en Dios. Tienen una vaga idea de la existencia de un Ser supremo, al que llaman Dios, pues su sentido común les dice que indudablemente algo hay por encima de ellos. Y partiendo de esa aceptación, que sus mentes tienen de la existencia de un Ser supremo, ellos se fabrican su propio dios con el que directamente dicen que se entienden y desde luego se deben de entender muy cómodamente con él, pues su dios ni les complica la vida, ni les impone ningún tipo de obligación.

 

Existe otra categoría de los que manifiestan, que: “creen en Dios pero no en la Iglesia”, que son aquellos, que se auto titulan cristianos e inclusive cristianos católicos. En general se suele tratar de personas, que fueron educadas en su niñez en la religión católica, y que se han apartado de ella, que viven al margen de ella, pero no quieren reconocer la realidad de su situación y tratan de vivir en la ficción de: “soy católico pero no practico”, y para justificar su falta de práctica, acuden a la afirmación de decir, es que yo: “creo en Dios pero no en la Iglesia”, para entenderme con Dios no necesito de la Iglesia. De las dos posturas, diré, que dentro de la heterodoxia en que ambas incurren, la primera me parece más coherente y noble.   

 

          Tal como antes decíamos, lo primero es tener conocimiento de lo que se dice y en función de  que se afirma lo que se dice. Nunca he encontrado a nadie que manifestase: “creo en Dios pero no en la Iglesia”, que estuviese mínimamente instruido acerca del contenido de los Evangelios, y en lo que es y cuál es la función de la Iglesia. De entrada, creo que cualquiera que lea esta glosa, sabe perfectamente que la Iglesia no es solo el Papa, los obispos y los curas, sino que somos todos los bautizados. La Iglesia es: La congregación de todos los bautizados, unidos en la misma fe verdadera, bajo la autoridad del Sumo Pontífice y los obispos en comunión con él. Tampoco creo que se hayan dejado manipular, por las producciones cinematográficas como el “Código da Vinci” y más recientemente “Ágora”, esperpentos que falsean la historia, la mezclan con la ficción o los bastardos deseos de los creadores de estas películas que tanto daño están causando. Estas películas y el sin fin de libros, sobre todo los de carácter “exotéricos” juega mucho con la falta de información del público en general. Si buscamos en el DRAE, encontraremos que una de las acepciones del término “exotérico”, es: Dícese de lo que es de fácil acceso para la mente.

 

Antes de justificar la existencia y la necesidad de la Iglesia, tengamos en cuenta lo que escribe el obispo Fulton Sheen: “Los dos errores más comunes concernientes a la Iglesia son: 1.- La creencia de que los cristianos surgieron primero y la Iglesia después; 2.- Que para justificar a la Iglesia hemos de recurrir al Nuevo Testamento, que precedió a la Iglesia. Respecto al primer error: El cuerpo místico de Cristo fue el principio de la Iglesia y los apóstoles constituyeron su primera prolongación. La iglesia no tuvo su origen en la voluntad del hombre. Con respecto al segundo error, la Iglesia existió durante el imperio romano antes de que se escribiese ni un solo libro del Nuevo Testamento. El evangelio procede de la Iglesia y no la Iglesia del evangelio”

 

Escribe Henry Nouwen que: “Muchas veces y con frecuencia nos parece más difícil creer en la Iglesia que creer en Dios. Pero cuando separamos nuestra fe en Dios de nuestra fe en la Iglesia, nos convertimos en incrédulos. Dios nos ha dado la Iglesia, como el lugar donde Él se hace Dios-con-nosotros”. Y ella es la gran manifestación, en la tierra, de la gloria, del misterio y del amor de Dios.

 

          La Iglesia fue, primariamente instituida por Nuestro Señor, cuando lleva a cabo la elección de los doce apóstoles (Mt 10,1-4; Mc 3,13-19; Lc 6,13-19). Con posterioridad son varios los pasajes evangélicos en los que de forma más menos directa se alude a la Iglesia de Cristo, pero el más conocido y rotundo de ellos es el que se refiere a lo ocurrido en Cesaréa de Filippo; donde: “El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando la palabra, Simón Pedro dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Jesús respondiendo dijo: Bienaventurado tú Simón Bar Jona, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificare yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos. Entonces ordeno a los discípulos que a nadie dijeran que Él era el Mesías”. (Mt 16,15-20).

 

          La Iglesia de Cristo después de su muerte y resurrección, el impulso y control de esta, quedó en manos del Espíritu Santo. Los apóstoles no crearon la Iglesia, ellos solo fueron unos meros ejecutores de las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo, porque no hay poder, en la Iglesia que no sea una manifestación de la gracia del Espíritu Santo. Lo que el alma es al cuerpo del hombre, eso es el Espíritu Santo al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. El Espíritu Santo hace en toda la Iglesia, lo que el alma hace en todos los miembros de un mismo cuerpo.

 

           La Iglesia como Iglesia, tiene una misión que se extiende más allá de sí misma. Su misión es la extensión del Reino de Dios a todas las personas y la transformación del mundo en el Reino de Dios. Por esta razón, la tradición católica ha sido siempre de transformación social, tanto la transformación social en el interior de la Iglesia como la de la sociedad fuera de la Iglesia. Ella es el cuerpo místico del Señor. Sin Cristo no puede haber Iglesia; y sin la Iglesia no podemos estar unidos a Cristo. No es posible encontrar a nadie que se haya acercado a Cristo al margen de su Iglesia. Escuchar a la Iglesia, es escuchar al Señor de la Iglesia.

 

          Georges Chevrot, escribe diciendo: “La iglesia conduce de la tierra al cielo. Está compuesta de pecadores que el Señor va purificando sin cesar y conduce poco a poco a la santidad. El trigo y la cizaña conviven. La división tendrá efecto el día en que Cristo vuelva de nuevo con su gloria. Nadie sino los ángeles tendrán derecho a separarlos”.

           Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

 

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