Jueves, 14 de noviembre de 2024

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Jesuita obrero en Zaragoza

por Semblanzas sacerdotales


Juan Yzuel

Hoy hace cuatro años, un 25 de enero de 2013, murió Luis Anoro, jesuita y cura obrero, el tío Luisito para nuestra familia.
Quienes lo conocisteis bien sabéis que era indefinible; para quienes no lo conocisteis, era inexplicable más allá de unos brochazos de luz: una grandísima persona, un corazón fraterno y lleno de ternura que abarcaba el mundo entero, un cristiano coherente hasta la médula, un jesuita humilde que buscaba la Verdad en el amor, un hombre que hizo de su opción por el mundo obrero toda una espiritualidad evangélica. Así lo conocí yo en mi juventud. Su testimonio fue un acicate para mi propia llamada a vivir el Evangelio.
 
Nació en Sabiñánigo, el pueblo de su madre, el 4 de julio de 1934. Fue el mayor de cinco hermanos. Su padre, de Sariñena, venía de un hotel familiar y fue primero fabricante de harinas y luego gerente de la compañía de autobuses Altoaragonesa de Huesca.
 
Luis estudió en el colegio San Viator de Huesca y, al terminar, hizo un par de años de Ingeniería en el ICAI de Madrid. De allí pasó a ingresar en la Compañía de Jesús, en el noviciado del Monasterio de Veruela, el 14 de septiembre de 1956. Luego estudió Filosofía en Loyola, Magisterio en el Colegio del Salvador de Zaragoza y Teología en San Cugat, Oña y Deusto. Fue ordenado sacerdote en Veruela el 18 de julio de 1967.
Al terminar los estudios se dedicó de lleno al apostolado social. Primero, unos meses, en el equipo de Misión Obrera de Valencia y luego, a partir de 1968, en la comunidad del barrio del Picarral, Zaragoza, donde permaneció casi toda su vida.
 
Además fue el alma de la Asociación de Cabezas de Familia del Picarral (luego Asociación de Vecinos de ese barrio), desde donde llevó a cabo una enorme labor social y reivindicativa en multitud de proyectos de mejora. Por todo ello, la junta de distrito del Arrabal le rindió un homenaje en 2010 y le entregó un premio a los valores humanos y a una vida dedicada al barrio.
 
En 1990 tomó una importante decisión. Su madre, Consuelo, estaba enferma de Alzheimer y el resto de la familia no podía dedicarse enteramente a su cuidado. Así que dejó todo y se fue durante cuatro años a Huesca donde la cuidó con enorme cariño hasta su muerte. En el último año fundó allí la Asociación de Enfermos de Alzheimer que fue luego reconocida con la Pajarita de Oro de Huesca y el Premio Altoaragoneses del Año 2009. Aquellos años de ermitaño, dedicados a la oración y al estudio mientras acompañaba a su madre, cada día más silenciosa, le hicieron más contemplativo.
 
Vuelto al Picarral en 1994, continuó en el trabajo manual hasta que se jubiló, prosiguiendo su participación como voluntario en la Fundación Picarral y en numerosas asociaciones como la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer. Con su larga experiencia de cuidador, acompaña a muchas familias en esta difícil situación. Por otro lado, participó sin descanso en muchas organizaciones solidarias con países del Sur como Acción Solidaria Aragonesa y los Comités Óscar Romero.
 
En 1998 marcha por un año a Colombia, donde estuvo acompañando a los desplazados por la guerra con las comunidades de paz del Atrato, sometidas a la violencia interesada de los agentes armados.
A su vuelta, compartí con él la urgencia por el diálogo intercultural e interreligioso en nuestra sociedad, que estaba acogiendo a muchos inmigrantes. En 2006, junto con la hermana Raquel Noaín, salesiana del barrio del Actur, montamos un pequeño grupo de reflexión en el Centró Maín en el que participaron algunas personas. Nuestros objetivos eran: profundizar en el conocimiento de las diversas confesiones religiosas de nuestro entorno; trabajar por la paz mediante el entendimiento y cooperación entre personas y grupos religiosos diversos; fomentar una cultura del diálogo entre las diversas religiones; desarrollar proyectos interreligiosos compartidos de acción transformadora de la realidad; promover la oración y otras expresiones de fe interreligiosas. Luis tenía unas enormes ganas de trabajar en esta línea, pero, a partir de ese año, un problema neurológico fue minando su autonomía paulatinamente. Se resiste a abandonar el Picarral pero, tras varias caídas en la calle, pasa a ser cuidado en la Enfermería de la Comunidad del Salvador, donde falleció el 25 de enero de 2013.

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