Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Décimo quinto aniversario del Padre Alba

por Semblanzas sacerdotales



Artículo publicado en la página oficial de los Jóvenes de San José

Les ofrecemos una pequeña biografía del Padre José María Alba Cereceda, SJ. El texto nos lo envía Mónica Sánchez de Fuentes una alumna de 2º de Bachillerato del Colegio Corazón Inmaculada de María de Sentmenat (Barcelona), colegio fundado por el padre. Este texto, tras unas modificaciones finales, será el utilizado para un libro infantil.
ESCENA PRIMERA.
La historia que vamos a relatar empieza en un pueblecito de Santander, llamado Vargas. El pueblo está de fiesta, pues van a casarse Don Luis Fidel Alba y Doña Rufina Cereceda; el hermano de ésta, Don Luis, preside la ceremonia litúrgica
ESCENA SEGUNDA.
El nuevo matrimonio da a luz, primero a Serafina, que cariñosamente era llamada Finuca y más adelante, el 17 de octubre de 1924 nace el segundo vástago de la familia Alba Cereceda, José María; después le seguirán otras dos hermanas. Foto familia
ESCENA TERCERA.
Al mes del nacimiento de José María, la familia Alba Cereceda se trasladó a vivir a la ciudad de Barcelona. José María realizó sus primeros estudios en el colegio que los Hermanos Maristas tenían en la calle Campoamor. José María y su hermana Finuca empezaron a asistir a las catequesis para prepararse para la Primera Comunión.
ESCENA CUARTA.
Al poco tiempo, junio de 1936, estalló la Guerra Civil Española, que trajo consigo una fuerte persecución religiosa, que acabó con la vida de santos y fieles obispos, sacerdotes, religiosos y seglares. Este acontecimiento sorprendió a la familia de José María en Santander, en el pueblo de su tío sacerdote Don Luis, que fue encarcelado por el mero hecho de ser sacerdote. A su padre Luis Fidel le fue imposible reunirse con su familia y tuvieron que estar separados durante un tiempo.
ESCENA QUINTA.
Fueron unos años muy intensos en la infancia de José María: él se encargaba de llevar la comida, que preparaban sus tías, para el sacerdote, Don Luis, hasta la estación de tren cercana, donde un amigo de la familia lo recogía y se lo hacía llegar a la cárcel. A veces, por causa de la guerra, no podía cumplir su misión y debía volver a casa sin haber podido llevar el sustento para su tío. Fueron unos años difíciles, de luchas y de pobreza, que, sin duda, sirvieron para forjar el carácter de José María.
ESCENA SEXTA.
La persecución religiosa no sólo afectó a obispos y sacerdotes, sino que también recayó sobre los seglares, tal fue con Rufina, la madre de José María y su tía Isabel, que también fueron encarceladas. José María y sus hermanas, junto con su tía Natividad, hicieron lo posible por encontrarlas, pero no lo lograron. Al poco tiempo llegaron las tropas nacionales a Santander y liberaron a todos los prisioneros y, junto con ellos, fueron liberados Rufina, Isabel y Don Luis; sin embargo, la salud de este último decayó mucho por el maltrato recibido en la prisión y, a los pocos días, el ejemplar sacerdote entregó su alma a Dios. Sin duda, en el corazón de José María, la memoria de su tío sacerdote perduró y, de este modo, le enseñó los primeros pasos de la vida de sacrificio y entrega al Señor que debe llevar cualquier sacerdote
ESCENA SÉPTIMA.
Llegó el final de la persecución religiosa y, con ello, la vuelta a Barcelona de la familia Alba Cereceda, donde, en su momento, el joven José María entraría a formar parte de las Congregaciones Marianas, con las que enseñaría el catecismo a los más pequeños y llevaría una vida de caridad ayudando a pobres y cuidando a enfermos, a la vez que recibía una formación sólida en la tradición de la Iglesia y un amor grande a la Inmaculada Concepción de Santa María, que le marcó toda su vida. El Señor estaba preparando con estos pasos el alma de un joven misionero, de un santo sacerdote.
ESCENA OCTAVA.
Fue así como, finalmente, brotó, en el alma de José María, el deseo de ingresar en la Compañía de Jesús, para ser sacerdote. Sin embargo, Don Luis Fidel, no permitió en un primer momento que su hijo entrara en el noviciado de la Compañía; más adelante, ante la insistencia del joven José María de entregarse a Dios, su padre le dio su bendición y pudo entrar a los 19 años de edad, en el noviciado que los jesuitas tenían en la provincia de Zaragoza, al pie del Moncayo, en el Monasterio de Nuestra Señora de Veruela.
ESCENA NOVENA.
Durante el primer año de noviciado, la enfermedad visitó la casa de la familia Alba Cereceda: su hermana Finuca, a la que José María estaba muy unida espiritualmente, después de una larga enfermedad, murió y entregó su alma a Dios. Esto causó una gran tristeza a la familia. José María, que sufrió esta muerte muy de cerca, no pensaba en su dolor, sino en consolar el sufrimiento de su familia.
ESCENA DÉCIMA.
José María, por orden de sus superiores, fue trasladado a Barcelona, para acabar sus últimos estudios. En estos primeros años en Barcelona se dedicó, además, al apostolado entre los jóvenes.
ESCENA UNDÉCIMA.
Finalmente, el 30 de julio de 1958, llegó el día tan deseado por el corazón de José María: fue ordenado sacerdote y fue destinado a servir a Cristo en Barcelona junto con el que sería un gran amigo, el Padre Jaime Piulachs. Sin duda, el paso del Padre Piulachs por la vida del Padre José María Alba, dejó una señal en el corazón de éste, que decidiría el camino que había de seguir su deseo apostólico y misionero. Sin embargo, su súbita muerte se llevó pronto al santo jesuita, pero sus enseñanzas y sus deseos permanecieron vivos en el corazón del Padre Alba.
ESCENA DÉCIMO SEGUNDA.
Uno de los pilares esenciales del corazón del joven sacerdote fue el amor y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús: es por ello por lo que animaba a los jóvenes y a todos los que se acercaban en busca de consejo y dirección espiritual a la adoración eucarística, en el marco de la Adoración Nocturna, así como la comunión frecuente en la Santa Misa.
ESCENA DÉCIMO TERCERA.
Ante el abandono de las antiguas tradiciones de la Iglesia y de la sana doctrina por parte de muchos, el Padre José María Alba, por inspiración del Padre Jaime Piulachs, fundó el 26 de junio de 1969 la Unión Seglar de San Antonio Mª Claret, que debía recoger el legado que el Sagrado Corazón de Jesús había dejado a la Compañía de Jesús, un legado fundamentado en el amor a su Sagrado Corazón, en la vida misionera y evangelizadora, sobre todo a través de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y la tradición de la Iglesia. La Basílica de Nuestra Señora de la Merced, en Barcelona, fue el lugar escogido para esta fundación, poniéndola bajo el amparo de la Señora.
ESCENA DÉCIMO CUARTA.
Pronto esta Unión Seglar se puso en marcha: peregrinaciones jacobeas, peregrinaciones a santuarios marianos, nuevas fundaciones de Uniones Seglares en otros puntos de España, tandas de Ejercicios Espirituales, Cenáculos de Oración, Retiros Espirituales… Y toda una serie de actividades orientadas a la evangelización de las personas que habían apartado su corazón de Dios.
ESCENA DÉCIMO QUINTA.
Con mucho amor, el Padre también pensó en los jóvenes y fundó la Asociación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga. Con ello, nuevas actividades apostólicas surgieron. De manera especial y con mucho esmero el padre preparó las peregrinaciones a Santiago de Compostela para los jóvenes de la Asociación. Los peregrinos que caminaban junto al padre siempre se admiraban del gran espíritu de servicio que tenía y con cuanta caridad les trataba.
ESCENA DÉCIMO SEXTA.
La desorientación religiosa también llegó a las Congregaciones Marianas en las que el Padre Alba había hecho un intenso trabajo apostólico y él, que se mantuvo fiel a la tradición de los jesuitas y de la Santa Iglesia, fue apartado de ellas, pero él continuó siendo fiel al Señor. Quizá en estos momentos le vendría a la memoria la fidelidad de su tío sacerdote, Don Luis, que se mantuvo fiel también en la persecución, y la fidelidad de todos aquellos mártires que, mientras él sólo era un niño, entregaron su vida a Dios.
ESCENA DÉCIMO SÉPTIMA.
Resultaba gracioso y edificante ver al Padre montado en su moto Vespa, con su casco rojo, por las calles de Barcelona, llevado de su celo por atender a todos, sin distinción. Su principal apostolado se centró en la predicación de los Ejercicios Espirituales.
ESCENA DÉCIMO OCTAVA.
El padre Alba dedicó su primer apostolado a los jóvenes. Para ellos organizaba campamentos juveniles para combatir la falta de formación en todos los aspectos, para levantar jóvenes con un carácter fundado en la fe, en la esperanza y en la caridad, unos campamentos donde se aprendiera el verdadero sentido de la Patria, según el orden establecido por Dios, y todo ello en un ambiente de alegría y de entretenimiento sano.
ESCENA DÉCIMO NOVENA.
En el campamento, a través de juegos, deportes y charlas, los niños y los jóvenes aprendían a amar a Dios sobre todas las cosas. El Padre no dudaba en hacerse niño con los niños y arremangarse la sotana para jugar con ellos.
ESCENA VIGÉSIMA.
Un momento muy especial en la vida del Padre Alba fue la peregrinación que organizó a Roma con la Asociación. En esta ocasión el Padre Santo, Juan Pablo II, se dirigió a estos peregrinos diciéndoles que fueran evangelizadores y mensajeros de Dios. A raíz de este mensaje, el Padre animó a los jóvenes a ser misioneros de sotana o de corbata y, a las jóvenes, carmelitas en el claustro o en el mundo.
ESCENA VIGÉSIMO PRIMERA.
El Padre Alba vivió esa máxima que dice ” llevar almas de joven a Cristo”, es por ello por lo que en 1971 fundó su primer Colegio con el nombre de Ntra. Sra. del Carmen y en el curo 1984-1985 fundó en la localidad barcelonesa de Sentmenat el Colegió Corazón Inmaculado de María. Fueron incluso santos canonizados los que ayudaron al Padre a costear los gastos económicos que supuso la compra del Colegio, el Santo Juan Pablo II y la santa carmelita María Maravillas de Jesús, aunque muchas otras buenas gentes contribuyeron también en ello. El Padre Alba quería que el Colegio fuese una escuela del Reino de Dios en la tierra. Quería llevar a los alumnos, a través de la educación cristiana, al conocimiento y amor de Dios. Para él, a imitación de san Juan Bosco, no había chicos malos; y, a aquellos que eran más traviesos o rebeldes, les encargaba tareas, con el fin de que se vieran útiles y se hicieran responsables. El día 24 de mayo de 1989 bendijo las banderas del Colegio y dijo: “En este día queremos afirmar nuestra identidad… nos declaramos CATÓLICOS, CATALANES, ESPAÑOLES”. Y explicó cada una de las tres banderas. En una bandera se ve el Corazón Inmaculado de María e hizo suyo el canto de Jacinto Verdaguer “Deu-nos abric dins vostre mantell blau”. Ante la bandera de Cataluña dijo: “Som i serem gent católica catalana”. Y finalmente, a propósito de la bandera de España, el Padre dijo: “Sólo queremos un Colegio para enseñar estas verdades y formar hombres que sirvan a estas verdades”. Su único fin era la construcción de la Ciudad de Dios.
ESCENA VIGÉSIMO SEGUNDA.
Si el amor por los jóvenes llevó al Padre Alba a fundar un Colegio, el amor a todas las almas le llevó a fundar un Instituto Religioso para sacerdotes, la Sociedad Misionera de Cristo Rey. Los misioneros debían militar con incansable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, debían ser misioneros, debían llevar la luz, que es Cristo, a un mundo cada vez más desolado por la falta de Dios en los corazones de los hombres, la predicación de Ejercicios Espirituales debía ser el centro de los apostolados de los sacerdotes de este Instituto. Los dos primeros sacerdotes de la Sociedad Misionera fueron los padres Antonio Turú y Manuel Martínez Cano. Uno de los grandes afanes del padre Alba fue la creación de una misión en América; este anhelo se vio cumplido y pudo despedir a los primeros misioneros de Cristo Rey a Perú.
ESCENA VIGÉSIMO TERCERA.
Después de muchos años de trabajos por el Reino de Cristo, habiendo dado su última tanda de Ejercicios Espirituales a las Misioneras de las Doctrinas Rurales, habiendo realizado un viaje a Madrid, con el fin de asistir al congreso “Camino a Roma”, en el que pudo escuchar muchos casos de conversión de vidas a Jesucristo y habiendo predicado su última homilía en el día de la Inmaculada Concepción de Santa María, después del tradicional Rosario de la Aurora, la enfermedad que le llevaría a la muerte le visitó.
ESCENA VIGÉSIMO CUARTA.
Dos días antes de morir, escribió una carta a los miembros de la Unión Seglar, a los alumnos del Colegio y a muchos amigos en la que les decía que ofrecía todos los sufrimientos por la conversión de Israel y Rusia. Durante esos días su anhelo se centró en el Señor Jesús, por eso repetía mucho que deseaba ver el rostro del Señor. La enfermedad se agravó y tuvo que ser ingresado en el Hospital Parc Taulí de Sabadell; muchos pasaron por su habitación para despedirse y agradecerle tanto bien como habían recibido de él. El 11 de enero del 2002 entregó santamente su alma a Dios. Era la tarde de un viernes: el Señor le visitó para llevárselo al cielo y poder vivir viendo a Dios cara a cara, al que durante toda su vida en la tierra sirvió.
ESCENA VIGÉSIMO QUINTA.
Al día siguiente se celebró la Santa Misa exequial en sufragio de su alma. La ceremonia la presidió su sucesor, el Padre Antonio Turú, y le acompañaron muchos sacerdotes. La Parroquia de San Menna, donde tuvo lugar el acto, se llenó de almas agradecidas a Dios, por el don de tan santo sacerdote. Los restos mortales del padre fueron depositados en el cementerio de Sentmenat y allí reposaron hasta el 9 de abril de 2007, lunes de Pascua, día en que fueron trasladados a la ermita de San José, en el Colegio Corazón Inmaculado de María. Ahí espera la resurrección del último día, acompañando a todos los que él tanto quiso mientras vivió en la tierra.
Mónica Sánchez de Fuentes
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