La lección de los erizos
La lección de los erizos
El que busca un amigo sin defectos
se queda sin amigos.
-Proverbio turco-
Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío. Los erizos dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Por lo tanto, decidieron alejarse unos de otros, y empezaron a morir congelados por el aislamiento, por la soledad.
Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con un individuo muy cercano puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.
De esa forma pudieron sobrevivir. Aprendamos, pues, la lección: La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.
El hombre es un ser social. No existe, en normalidad perfecta, el individuo aislado, porque el hombre no fue ideado por Dios como ser singular y solo, sino como centro y recepción a la vez de innumerables relaciones hacia los demás. Relaciones sustentadas en el amor y la amistad, cuando la amistad es la expresión del mejor amor.
No busquemos amigos sin defectos, pues nos quedaremos sin amigos toda la vida. Tampoco busquemos defectos en nuestros amigos, pues, poco a poco nos quedaremos solos. Dicho en expresión castiza de aquel paisano amigo mío: Los amigos son como los melones: para encontrar uno bueno hay que probar cien.
La verdadera amistad busca el bien del amigo. Lo busca de manera efectiva y real, trabajando por el verdadero bien del amigo. Lo busca sinceramente, con auténtico afán, dejando atrás las exigencias del amor propio y todo desorden del egoísmo, pues la verdadera amistad no es otra cosa sino amor de benevolencia, el cual consiste en querer el bien de nuestro amigo y procurárselo con todas nuestras fuerzas.
Los erizos nos han enseñado que la mejor amistad no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades, porque, como dice Rabindranath Tagore: La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.
se queda sin amigos.
-Proverbio turco-
Durante la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío. Los erizos dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los que justo ofrecían más calor. Por lo tanto, decidieron alejarse unos de otros, y empezaron a morir congelados por el aislamiento, por la soledad.
Así que tuvieron que hacer una elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con un individuo muy cercano puede ocasionar, ya que lo más importante es el calor del otro.
De esa forma pudieron sobrevivir. Aprendamos, pues, la lección: La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.
El hombre es un ser social. No existe, en normalidad perfecta, el individuo aislado, porque el hombre no fue ideado por Dios como ser singular y solo, sino como centro y recepción a la vez de innumerables relaciones hacia los demás. Relaciones sustentadas en el amor y la amistad, cuando la amistad es la expresión del mejor amor.
No busquemos amigos sin defectos, pues nos quedaremos sin amigos toda la vida. Tampoco busquemos defectos en nuestros amigos, pues, poco a poco nos quedaremos solos. Dicho en expresión castiza de aquel paisano amigo mío: Los amigos son como los melones: para encontrar uno bueno hay que probar cien.
La verdadera amistad busca el bien del amigo. Lo busca de manera efectiva y real, trabajando por el verdadero bien del amigo. Lo busca sinceramente, con auténtico afán, dejando atrás las exigencias del amor propio y todo desorden del egoísmo, pues la verdadera amistad no es otra cosa sino amor de benevolencia, el cual consiste en querer el bien de nuestro amigo y procurárselo con todas nuestras fuerzas.
Los erizos nos han enseñado que la mejor amistad no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades, porque, como dice Rabindranath Tagore: La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.
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