Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Murió en la guerrilla

por Semblanzas sacerdotales

Al acercarse el 38 aniversario de la muerte de Gaspar, 11 de diciembre de 1978, me gustaría escribir unas líneas sobre él con el fin de cooperar a mantenerle vivo entre nosotros. Los datos más sobresalientes de su vida creo que los resume el título de este artículo: Gaspar fue un sacerdote Misionero del Sagrado Corazón (año 1966) que, enviado a Nicaragua, tomó allí, después de algún tiempo, la opción de ser guerrillero, entrando a formar parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (año 1977), donde militó hasta que le mataron en un enfrentamiento con la Guardia Nacional el año 1978.

Algunos amigos queremos destacar que este año celebraría las bodas de oro de su ordenación sacerdotal, igual que ellos mismos. Entre los que le recuerdan en Tuilla (Asturias) cada año en el aniversario de su muerte hay quienes le vieron celebrar allí su Primera Misa.

He tenido el honor de conocer algo a Gaspar cuando de Nicaragua venía de visita al hogar paterno. Alguna vez cenó con los curas que andábamos por la Cuenca del Nalón. De algunos se hizo buen amigo. Nos hablaba de la situación de Nicaragua. Él peleaba allí contra la dictadura de Tacho Somoza y nosotros aquí contra la de Franco. Pero la lucha y el riesgo eran muy distintos, claro. Existía una cierta sintonía ideológica entre él y algunos curas de aquí. Era el tiempo del posconcilio y de los curas obreros en Asturias.

Con el paso de los días, Gaspar había quedado arrinconado entre mis recuerdos, que vino a reavivar la Radiotelevisión del Principado de Asturias, pidiéndome una entrevista para decir unas palabras sobre su persona, que quedaron recogidas en el libro GASPAR, misionero y comandante sandinista, RTPA 2008, fruto del esfuerzo de José Ramón Pérez Ornia, Director General entonces del ente autonómico. También en el año 2008 comenzamos a promover un Foro al que quisimos honrar con el nombre de GASPAR GARCÍA LAVIANA, nuestro cura, que se había unido al FSLN y había caído en la lucha hacía ya treinta años, pero en ese momento estaba muy vivo en la memoria de muchos de nosotros.

Todos los años, en un día próximo al 11 de diciembre, un grupo cercano a Gaspar, admiradores de su persona sobre todo por el ejemplo de entrega total a la causa de los más débiles de su pueblo, nos encontramos en Tuilla, donde aún vive su hermana Marisa, para mantener viva su memoria. Celebramos juntos la Eucaristía y hacemos una Ofrenda Floral al pie de un monumento levantado en su pueblo. Creo que entenderéis que, al acercarse esta fecha en un año tan especial como es el 2016, el 50 aniversario de su ordenación, quiera hacer una breve reflexión sobre la vida de Gaspar resaltando lo que yo más valoro de ella.

En primer lugar su especial sensibilidad a los problemas de la gente, al sufrimiento de los más pobres. Dice en uno de sus versos: “Sentí en mi carne/ tu pobreza/ como látigo/ de fuego” (A corazón abierto, pág. 80). Así describe él la situación en la carta donde anuncia su incorporación a la guerrilla: “El estado de ignorancia, vejación y miseria que sufren la mayoría de los nicaragüenses, ha comprometido nuestra vocación … Nuestro compromiso de librarles de la ignorancia y opresión Somozista, nos convirtió en enemigos de los explotadores y nos hizo víctimas también del aparato represivo” (De la Carta a A MIS HERMANOS LOS OBISPOS, SACERDOTES, RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS). Le hacían sufrir sobre todo la niñas en los prostíbulos: “Catorce añitos de edad,/dos de puta,/ cara joven,/ rasgos viejos,/ piel lozana,/ ojos muertos…”, dice, refiriéndose a ellas en otro verso (o.c. pág.39). Y, ya para terminar este apartado, en La muerte del indio, llora así a los pobres: “Se moría José Pérez/, vestido de hambre diaria./…A él le dolía el cuerpo,/ a mí me dolía el alma,/a mí se me iba el llanto,/ a él se le iba el alma,/ a él le moría el cuerpo,/ a mí me moría el alma”. (o. c. pág. 35).

En segundo lugar destacaría su inquebrantable compromiso en la liberación de los más débiles, que él siente como normal consecuencia de su fe cristiana. No es cuestión sólo de ver el dolor humano, que hay muchos que ni eso, o reaccionar ante él con nada más que lamentos u oraciones. Gaspar se implica al cien por cien. Su comprensión de la realidad socio-política hace que no le vea otra salida más que la lucha armada, muy a su pesar. “No podemos quedarnos como mudos espectadores de la tragedia del pueblo mientras la dictadura Somocista enloquecida por el oro y el poder, sigue torturando y matando a los nicaragüenses como si fuesen bestias sin derechos… Por otra parte, mi fe y mi pertenencia a la iglesia Católica me obligan a tomar parte activa en el proceso revolucionario con el FSLN, porque la liberación de un pueblo oprimido es parte integrante de la redención total de Cristo. Mi contribución activa en este proceso, es un signo de solidaridad cristiana con los oprimidos…” (De la Carta anteriormente citada). Son palabras claras que nos muestran el profundo sentido religioso en el que fundamentaba su compromiso que él consideraba que habría de ser, necesariamente, participando en la lucha armada.

Y en tercer lugar su valentía y generosidad al tomar la decisión de integrarse en el FSLN. Al margen de las diversas posturas que pueda haber en relación a la participación de un cura en la lucha armada de liberación de un pueblo que sufre la opresión permanente de una dictadura, lo que hay que hacer, en mi opinión, es respetar y posiblemente admirar la decisión de quienes optan por el riesgo evidente de entrar a formar parte de un ejército guerrillero en lucha. El cura gerrillero Camilo Torres cayó en su primer combate a los tres meses de entrar en el Ejército de Liberación Nacional y Gaspar al año de incorporarse al Frente Sandinista. El peligro al que le conducía su decisión era percibido por él, como le dice en carta a su amigo cura en Asturias, Mario Garramiola: “Bueno, la vida es única y debo aprovecharla siendo fiel a mí mismo y a la misión que crea más positiva para la gente, así me cueste la vida. Es por eso que no doy paso atrás, aunque como buen mortal tengo mi dosis de miedo que me trago y disimulo como puedo. Sé que de esta decisión no saldré con vida. Bien, eso es un riesgo ineludible que tengo que correr, ¿no te parece? Por lo demás tengo una extraña paz y sosiego que nunca había sentido y un contento conmigo mismo extraordinario. Parece mentira que me meto en la guerra y siento intensa paz”.

Por eso, al mismo tiempo que valentía, su arriesgada decisión es muestra de una gran generosidad, pues es consciente de que comienza a andar por un camino que le conducirá a una muerte segura. Pero no le importa. Es más se siente feliz porque es fiel a sí mismo y al pueblo sufriente, en quien ve al mismo Cristo: “¿No es Cristo mismo el torturado? ¿No es la iglesia misma la que está siendo asesinada en cada uno de sus hijos?” (De la Carta citada). Pero, además, al entrar en la guerrilla, parece que lo hace no por sentirse naturalmente proclive a utilizar la violencia, sino que lo ve como una exigencia de su fe cristiana y de la situación del pueblo nicaragüense. Él mismo manifiesta que se siente molesto con su vida de guerrero: “¿Desarraigaré mi vida/ de la guerra/ de guerrilla?” (o.c. 165) Y también cansado: “Ya me cansa / el rojo diario/ de mi túnica./ Ya me pesa/ en la cabeza/ el gorro frigio/ con la escarapela roja.” (o.c. 166).Me gustaría hacer un párrafo con palabras dichas sobre Gaspar por nicas de sus pueblos, llenas de sencillez y de verdad: “Venía a casa con campesinos enfermos, les dejaba su cama y él se acostaba en el suelo”. “Compartió todo con nosotros”. “Él se implicaba como si fuéramos su familia”. “Él hizo que leyéramos la Biblia, hablándonos de Dios en la playa”. “Era un hombre que vivió la palabra de Dios. Que se encarnó en nuestra pobreza, que se hizo uno más entre nosotros…le dolía en el alma ver la pobreza de los campesinos, el abandono de los niños… y aquella represión que había por parte de la dictadura”.

Y, como punto final, signo de la importancia que en América tuvo Gaspar recojo unas líneas de las dedicadas a él, por aquel entonces, nada menos que por el muy admirado obispo Pedro Casaldáliga, uno de los referentes más importantes de la Iglesia de los pobres en la América de la Teología de la Liberación: … “Como un vuelo cortado por la muerte/ Igual que un crucifijo en carne viva, / Como un abrazo extremo, que me llama, / Me ha cercado tu nombre, / Gaspar, hermano mío. /”… …“Terratenientes eran/ Los que ahogaban tus pobres, / Los que ahogan mis gentes. / Y es el mismo Evangelio/ Que te ardía en las manos/ Más que el fusil inhóspito, / Amor exasperado, hermano mío: / Tus manos bajo el óleo/ Sangrándote, / Llorándote los ojos cielo arriba. / Dime, Gaspar, /¿qué harías/ Si volvieras? /…”

Gaspar nos muestra un modo de vivir la fe y la vocación sacerdotal en un determinado contexto. Fue un cura muy cercano a la gente, con el corazón abierto a sus problemas y comprometiéndose en su solución. Puso sus hombros bajo la misma cruz que pesaba sobre los más débiles y en ella terminó clavado y muerto. Pero sigue viviendo resucitado en la vida de Dios y en el corazón de muchos.

 

José María Álvarez

Miembro del Foro Gaspar García Laviana. Gijón

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