Don Juan Carlos, Fidel, Podemos y el oso
El Rey emérito le parece poca cosa a Podemos para que represente a España en el funeral de Fidel Castro. Habrá que recordar a la formación morada que don Juan Carlos no es el becario que suple al director en una conferencia de segunda fila, sino posiblemente el único español que ha frenado un golpe militar y matado a un oso amaestrado, vaya una cosa por la otra. También es uno de los tres artífices de la democracia, junto a Suárez, el jefe de ventas de la transición, y Fernández-Miranda, el McGiver patrio que con un libro de leyes por navaja cortocircuitó el franquismo.
El currículo del monarca, apuntalado en los servicios prestados a su nación, está muy por encima de cualquier otro paisano, incluidos su hijo y su nuera, que pudiera haber asistido al funeral del tirano, así que la crítica de Podemos al protocolo no tiene fundamento, salvo que crea de corazón que Castro merece que el Gobierno de España decrete tres días de luto, banderas a media asta y consternación general, que va a ser eso. No sería extraño que propusiera, además, una cuestación popular para erigir un monumento al comandante en la madrileña plaza del Espolón a fin de confrontar su testosterona con la del caballo de Espartero.
Si Podemos defiende al déspota es porque considera que la libertad es el libertinaje de los demócratas, lo que confiere a las urnas rango de contenedores volcados por la gente de orden, responsable, en consecuencia, de los presos políticos y de los balseros. Por eso, porque entiende que el castrismo no es una dictadura, sino una tercera vía, critica la ausencia de plañideras españolas de primer nivel en La Habana. No creo que hubiera protestado si el fallecido hubiera sido Somoza. Y digo Somoza porque, así, de memoria, no me viene a la cabeza ningún dictador de derechas en activo. De izquierdas, unos cuantos: el presidente de Corea del Norte, que es más bien comunista, de la rama exterminadora, y el de China, que tampoco tiene en mente organizar un congreso sobre el sufragio universal en la plaza de Tiananmen.
El currículo del monarca, apuntalado en los servicios prestados a su nación, está muy por encima de cualquier otro paisano, incluidos su hijo y su nuera, que pudiera haber asistido al funeral del tirano, así que la crítica de Podemos al protocolo no tiene fundamento, salvo que crea de corazón que Castro merece que el Gobierno de España decrete tres días de luto, banderas a media asta y consternación general, que va a ser eso. No sería extraño que propusiera, además, una cuestación popular para erigir un monumento al comandante en la madrileña plaza del Espolón a fin de confrontar su testosterona con la del caballo de Espartero.
Si Podemos defiende al déspota es porque considera que la libertad es el libertinaje de los demócratas, lo que confiere a las urnas rango de contenedores volcados por la gente de orden, responsable, en consecuencia, de los presos políticos y de los balseros. Por eso, porque entiende que el castrismo no es una dictadura, sino una tercera vía, critica la ausencia de plañideras españolas de primer nivel en La Habana. No creo que hubiera protestado si el fallecido hubiera sido Somoza. Y digo Somoza porque, así, de memoria, no me viene a la cabeza ningún dictador de derechas en activo. De izquierdas, unos cuantos: el presidente de Corea del Norte, que es más bien comunista, de la rama exterminadora, y el de China, que tampoco tiene en mente organizar un congreso sobre el sufragio universal en la plaza de Tiananmen.
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