Cosas de familia
por Guillermo Urbizu
Cuando dejo de trabajar es cuando empieza mi verdadero trabajo. Quiero decir, cuando llego a casa. Me río yo de tantas horas de despacho, y tal. Recuerdo haber soñado alguna vez llegar y encontrarlos a todos dormidos. En fin. Sin apearme del hombro la cartera me topo con un abrazo del peque. ¡¡Papá!! Dios quiera que todo siga así. Papá mira, un ocho y medio en mates. Eres un hacha, tío. ¿Dónde están los demás? Miro sus cuartos. Por aquí las toallas húmedas desde por la mañana y el secador de pelo dejado displicentemente en el suelo, en medio de mochilas y libros. Por allá un lagarto de trapo en la mesa de estudio y, estratégicamente, una multitud de calcetines, zapatos y soldados. Los demás están en la cocina. ¡Ha venido papá! Estamos preparando la cena. ¿Y mamá? Ahí, ya la veo, enfundada en una capa de harina. Un beso que me sabe a canela. Bueno, es la guerra, hay que prepararse. Ah, ¿habéis visto como tenéis vuestros cuartos? ¿Y quién paga la luz?, siempre están encendidas. Por favor, no riñas ahora, se están portando muy bien. Sí, papá, estás muy “riñón” últimamente. Vaya, no aprendo, una vez más tenía que haberme callado, todo un arte. ¿Qué hago? Antes cámbiate de ropa por favor y haz tus abluciones. Salgo de escena y me siento un rato. Repaso unos recibos y otros papeles, que rompo a cachitos. Me asomo al tendedor. Vacío. Y entonces oigo el grito: ¿Puedes tender la colada mientras terminamos? Un matrimonio bien sintonizado, desde luego. Me pongo a ello. A la vez miro en el ordenador los blogs, los últimos correos y ese gol tan extraño que le metieron al Liverpool. Las pinzas en la boca, y mientras tiendo la ropa miro los gatos y el tono coloquial del cielo. Y pienso en que ya queda poco para final de mes. Pienso en que, como canta Juanes, la vida es un ratico y que debo aprovechar cada minuto de mi mujer e hijos. Concluyo. Pero todo término es un comienzo. Toca planchar un par de camisas. ¡La cena está puesta! Bueno, ya lo haré luego. Entro de nuevo en escena. Lo siento, la televisión se apaga. ¡Jo, papá! Así hablamos. Contadme, ¿qué tal? Necesito veinte euros para… Mañana tengo dentista papá. Eso significa… Me he quedado sin viajes en el bonobús, me tendrás que dar… Risas (que conste: no me río). Pues yo he visto un pantalón muy bien de precio que podría… Vale, definitivo, podéis poner la televisión. Cualquier cosa es mejor que esto. Dejadme a solas con mi tortilla. No te enfades. No me enfado. Es sólo que… ¿Qué? Nada, no me hagáis caso. ¡Cómo quiero a estos canallas! Y a mi mujer, claro. Pero lo prometo, en cuanto se duerman todos me levanto a leer un buen rato. Bendita madrugada.
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