Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Vigésimo aniversario

por Semblanzas sacerdotales



Agencia de Maristas
El día 31 de octubre recordamos el 20 aniversario de la trágica muerte de los hermanos Servando, Julio, Miguel Ángel y Fernando, en el Zaire, actualmente República Democrática del Congo. La guerra produjo muchos refugiados.
Los hermanos, cuando podían optar escogieron quedarse con todas las consecuencias. El amor y la solidaridad hacia un pueblo abatido pudo más que los riesgos o que el deseo prudente de poner a salvo la propia vida.
Reproducimos a continuación las palabras pronunciadas en 1996 por el entonces Superior General, hermano Benito Arbués, durante la celebración litúrgica en la Casa Generalicia en sufragio de los cuatro hermanos asesinados.
"La muerte violenta de Servando, Julio, Miguel Ángel y Fernando interrumpió la presencia física de una comunidad religiosa en el campo de Nyamirangwe. Pero, ahora, sus vidas tienen una nueva dimensión y sus mensajes hablan de Jesús resucitado con más fuerza que nunca.
Por la experiencia vivida en las últimas semanas tengo la impresión de que los cuatro Hermanos han sobrepasado los límites canónicos del Instituto marista y definitivamente son patrimonio de la Iglesia, de la vida consagrada y de muchas personas de buena voluntad que se han encontrado con Dios por la noticia de estas muertes violentas".
¿Quiénes son Fernando, Miguel Angel, Servando y Julio?
Femando ha vivido la mayor parte de su vida lejos de España, en Chile, donde ha sido formador y consejero provincial. Apenas llevaba un año en el Zaire. El 23 de octubre le sugerí si podría continuar medio año más en Nyamirangwe y su respuesta fue espontánea y hasta gozosa. "Estaba esperando tu invitación y te aseguro que me haces un gran regalo. Muchas gracias por esta buena nueva que me das".
Miguel Ángel, vivió 13 años en Argentina y 22 en Costa de Marfil, donde fue superior del sector.
Julio llevaba 14 años en Zaire y en mayo le invité a integrarse en la comunidad Nyamirangwe.
Para Servando, ésta era su primera experiencia misionera. Actualmente él era el superior de la comunidad de Bugobe. Como los otros Hermanos, fue por un año, pero por las circunstancias que atravesaban estos campos de refugiados aceptó gustoso continuar un año más. En su provincia de Bética fue consejero provincial y miembro del equipo de animación pastoral y allí le esperaban para continuar de nuevo en ese servicio pastoral.
¿Qué hacían en un campo de refugiados?
En agosto de 1994, la asamblea y el consejo de distrito de los Hermanos de Ruanda toman la decisión de estar presentes con todos los ruandeses. Dentro del país se abren de nuevo tres comunidades que centran su misión en escuelas. Al exterior y al servicio de los refugiados, seis Hermanos inician la nueva comunidad. Ante las dificultades que van surgiendo para los refugiados y para los Hermanos ruandeses, se refuerza la comunidad con Hermanos no africanos; pero como los peligros persisten, optamos por retirar todos los Hermanos ruandeses de la Comunidad de Bugobe.
A medida que he ido conociendo este proyecto ha crecido mi admiración y amor a los Hermanos que lo iniciaron y continuaron. Tuvieron la intuición de crear un proyecto de educación muy en sintonía con nuestro XIX Capítulo General: integrado en la Iglesia, con plena colaboración y responsabilidad de laicos y respondía a las necesidades del entorno. Y todo ello estaba animado por una comunidad fraterna de consagrados que, en las dificultades, era centro de referencia porque inspiraba confianza. "Cuando nos ven es como si vieran a Dios", le decía Julio a su madre.
¿Quién los ha matado y por qué?
Hay aspectos de sus muertes que restarán des-conocidos y como hipótesis. Otros son claros:
Fueron asesinados el día 31 de octubre sobre las 20 horas. Al parecer mueren por efecto de balas. Los autores del crimen son las milicias Interhamwe (del anterior gobierno de Ruanda), que permanecen unos días en el barracón de los Hermanos e impiden que nadie se acerque porque, decían, que los Hermanos estaban presos por ser espías. Los cuatro cadáveres fueron sacados de una fosa séptica el pasado día 14 y enterrados en nuestra casa noviciado de Nyangezi.
Los pretextos para asesinarlos pueden ser varios. Sólo tengo una razón segura: han muerto porque a pesar de los riesgos que corrían deciden quedarse junto a miles de personas que iban y venían errantes, víctimas del pánico y de la presión de quienes quieren hacer de ellos escudos humanos en los combates o en la resistencia.
Desde el 23 de octubre cada día hablábamos con ellos por teléfono el Hermano Jeffrey y yo. En este momento sentimos no haber grabado las conversaciones con Servando: serenas, de fe, de claridad en la decisión que tomaban y de los riesgos que corrían. Su temor era ser asesinados por los rebeldes que se aproximaban, aunque también desconfiaban de las personas violentas que estaban llegando al Campo a finales de octubre.
Ante mi insistente invitación a retirarse del lugar, su respuesta era la misma: No podemos abandonar a quienes ya están abandonados de todos. Si tú estuvieras aquí harías lo mismo que nosotros. Nuestra decisión es quedarnos si tú nos dejas.
En la mañana del día 31, Servando telefonea a la Casa general y da este mensaje: "Se han marchado del campo de Nyamirangwe todas las personas. Estamos solos. Esperamos un ataque de un momento a otro. Si esta tarde no volvemos a telefonear será una mala señal. Lo más probable es que nos quiten la radio y el teléfono. La zona está muy agitada. Los refugiados huyen sin saber a dónde y es muy notaria la presencia de infiltrados y de personas violentas".
Ese mismo día hablé dos veces con él desde Francia. La última a las 13:50 horas y me dijo: "de nuevo nos hemos quedado solos, tal vez vuelvan otra vez los refugiados porque no saben a dónde ir. Nos quedamos porque no queremos mezclarnos con los militares ni con los grupos armados".
Queridos Hermanos Servando, Julio, Fernando y Miguel Ángel
Como Superior acepté vuestra decisión de quedaros y con vosotros asumí los riesgos que podíais correr, pero al recibir la noticia de vuestra muerte he sentido pena por este final doloroso; pena por vuestras familias y por el daño que se han hecho a sí mismos quienes os han asesinado. Estoy convencido de vuestro perdón porque tampoco ellos sabían lo que estaban haciendo; nosotros maristas les perdonamos y rezamos por ellos.
No puedo ocultaros que junto al sufrimiento de estos días siento admiración por cada uno de vosotros y gozo interno porque habéis sido testigos de Jesús de Nazaret arriesgando la vida hasta la muerte violenta. Os quedasteis en Bugobe por amor a Dios y a los refugiados. Gracias por vuestra generosidad y por vuestra fe. No olvidéis que los refugiados siguen necesitando de vuestra intercesión porque los responsables de la política internacional no muestran mucho interés en ofrecer ayuda humanitaria y de paz a la Región de los Grandes Lagos.
H. Benito Arbués - Noviembre 1996

 
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