Domingo XXXI: No tirar la toalla
“Entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: ‘Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa’. Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: ‘Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador’. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: ‘Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más’. Jesús le contestó: ‘Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido’.” (Lc 19, 110)
A veces tenemos la impresión de que el buen ejemplo que damos no sirve para nada y que, por más que nos portemos bien, nadie parece sentirse motivado para cambiar su comportamiento. Incluso llegan a decirte que si te portas bien es porque eres así -con lo cual a veces quieren decirte que eres un poco tonto- o bien porque no te cuesta hacer las cosas. Esto produce desánimo y no son pocos los que consideran que el buen ejemplo ya no es útil, si es que en alguna época lo ha sido. Cristo, en cambio, nos invita a seguir en esa escuela educativa que es el testimonio, especialmente el testimonio de abrazar la cruz y el de la caridad, por más que los frutos no sean los esperados. Además, esa misma penuria de frutos es útil para examinar cuáles son nuestras motivaciones, pues tenemos que amar por Cristo y ni siquiera debemos hacerlo por el fruto de conversiones que podríamos esperar obtener. En todo caso, hacemos las cosas por el Señor, por agradecimiento a Él, y confiamos en que nuestro amor sirva para que alguno reflexione y se acerque a Cristo, fuente del amor. No hay que olvidar, por último, que la vida da muchas vueltas y que los buenos ejemplos que parecían inútiles, pueden ser como semillas que esperan a germinar cuando hay una tierra y un clima apropiados, como sucede con las conversiones ligadas a momentos de dolor.