"Los santos en la Historia", de José María Montes
por Guillermo Urbizu
No estamos ante un tratado teológico o de carácter apologético (aunque puede que también). No es un denso tocho sólo destinado a presbíteros o asimilados, ya saben. Que me aspen si no se trata de un libro para saciar la curiosidad de todos. Y puede que algo más. Lo abres por cualquiera de sus casi ochocientas páginas -no se asusten- y muy pronto el lector comenzará a escuchar voces. Veamos: “¿Qué pasa, no vas a venir a cenar?”, “¡te parecerá bonito, unos trabajando y otros a la bartola de los libros!”. Como ven estas voces quedan lejos de lo místico, aunque vive Dios que nos santifican. ¡Y de qué manera! El caso es que hay que ir a cenar o comenzar a barrer por algún sitio.
Claro, de primeras tú ves el libro y cunden las suspicacias, o prejuicios. O sencillamente el precio. Pero esa mirada del arcángel San Gabriel de la portada intercede por el libro. Parece que nos dice: “Muchacho (o muchacha) mira bien lo que haces, porque aquí dentro está el verdadero tesoro de la humanidad”. Uno toma el libro y lo hojea mientras en un movimiento reflejo se palpa la cartera. Los santos en la historia (tradición, leyenda y devoción). Y llama la atención -para el lector suspicaz y para el avezado en estos menesteres- que la editorial no es precisamente pía. Alianza. Nada menos. ¡Menuda solvencia! Ojo, y no es que las otras no la tengan. Pero Alianza es mucha Alianza. Podríamos leer exclusivamente sus libros y ser los tipos más cultos del mundo.
Total, que ahí estamos, en la duda. “¿Me lo llevo o no me lo llevo? Desde luego es un regalo estupendo”. “Casi diría que es una inversión familiar”. Todos los buenos libros lo son, claro está. “Lo ponemos en la mesa de centro del salón y la curiosidad hará el resto”. ¿Lo compro? Pero dejemos que este ávido lector haga lo que quiera, tampoco vamos a forzarle. Sigamos. El libro no es común. Hace acopio de santas y de santos; y venerables y siervos de Dios; y santos vinculados y colectivos. En perfecto orden alfabético. Indicando cuando se celebra su fiesta, la iconografía y el patronazgo, si es que se da el caso. Con un cuadernillo -allá por la página 448- jugosísimo, lleno de imágenes a todo color. ¡Oh, esas piadosas estampas de nuestras abuelas!
Visto con frialdad estamos ante un diccionario enciclopédico de los santos de la Iglesia Católica. Pero es mucho más. Es la santidad hecha vida. De vida ejemplar, coherente con su fe. Y la santidad es el quicio del mundo. Se trata de la excelencia espiritual de mujeres y hombres que pueden servirnos de modelo, intercesión o quizá de una posible conversión, ¿quién sabe?. Es el heroísmo de las virtudes. El amor hasta las últimas consecuencias. Los santos no son sólo historia, ni son el adorno emperifollado de algunas imágenes. Los santos están vivos. Leer estos breves apuntes hace pensar en la medianía de nuestras vidas, seamos católicos o no. Algo ocurre. Hay que ser muy cretino y bobo para sentir animadversión por esta gente. Reyes, intelectuales, monjes, soldados, políticos, sacerdotes, niños, religiosas, hombres de campo, universitarios, ingenieros, educadores, escritores… En diversas épocas y lugares. Y el corazón se remueve. Definitivamente la cultura de la Iglesia es una cultura de santidad. Obras son amores.
Los santos en la historia, de José María Montes, es un libro hermoso, con enjundia, con vida. A mí me llena de esperanza, de fortaleza. No es mal libro para nuestro descreído tiempo.
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