Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Morir con elegancia

Morir con elegancia

por Juan García Inza

 
 
 He querido traer al blog un testimonio conmovedor de una joven que supo vivir y morir con la elegancia que proporciona una fe bien vivida. Ante este ejemplo, todo el folclore del Halloween no deja de ser una diversión con poca gracia. La muerte es mucho más que una mascarada.
Lo cuenta su hermana religiosa Laura Linares Romero en www.buenas-noticias.org, y fué publicado en la página www.Catholic.net
Nos quiere invitar a decir siempre sí a Dios en nuestra vida, porque es maravilloso dejarse llevar por nustro Padre.
La elegancia de una muerte cristiana
 

Mi hermana Silvia era la menor de mi familia que consta de cinco hermanas y dos hermanos. Era alegre, de buen gusto, sensible, sencilla, noble y le gustaba mucho cantar y tocar. Estudió Diseño Gráfico. Tenía 34 años de edad y estaba casada con Ricardo, abogado, con el que tenía 2 hijos: Ximena de 5 años y Paulo de 2 años.

En octubre del año pasado, tuvo unas hemorragias. Le hicieron estudios y el resultado fue un tumor canceroso. Ella me dijo: «yo ya le dije a Jesús que cuenta con mi sí incondicional como el de María».

La elegancia de una muerte cristiana

Vinieron las sesiones de quimios y radios por tres meses. Para marzo del 2008, los doctores dijeron que ya estaba bien, que no había cáncer en su cuerpo y nos alegramos mucho. Pero a principios de mayo tuvo un dolor en la pierna, y le encontraron otro tumor canceroso. Vinieron nuevas sesiones de quimios y radios muy fuertes.

Otro día, estaba yo en el Messenger y ella se conectó y pude verla con la cámara. Me contó que hacía unos días empezó a sentir comezón en la cabeza y que al tocarse el cabello se le caía como “pelusita”. Entonces les dijo a todos que fueran a ayudarle a que se le cayera todo y me dijo: «¿Quieres verme pelona? Pues mírame, ¿verdad que estoy bonita? jajaja». Luego se sacó una foto pelona y me la mandó.

Todo esto ella lo vivía de manera tan natural como si no le pasara nada y como jugando. Bromeaba de todo, hacía que en lo más dramático termináramos riéndonos. Pero en este tiempo ya sólo se mantenía con morfina pues los dolores eran muy fuertes que la hacían temblar como si tuviera párkinson.



Cuando en agosto de este año supo que estaba invadida de cáncer y que ya no le harían nada me dijo: «Te encargo a mis hijos, cuando sean grandes háblales de Dios… como cuando yo era chica y me enseñaste a conocer a Dios. Yo le pido a Dios que les regale a los dos vocación, que si me toma a mí, él los tome a ellos, que no se aparten de Dios».

Me decía: «Esta enfermedad ha sido ocasión para percatarme de tanto amor que me ha rodeado […] Fíjate que cuando oro, no me atrevo a pedirle que me cure, porque sería como pedirle que me quite la cruz y yo le dije que contaba conmigo. […] Yo creo que Dios necesitaba muchas oraciones y me tomó a mí de pretexto, para que muchos rezaran. Agradéceles a tus monjitas tantas oraciones, no las merezco».



Pero también pasaba sus momentos de oscuridad, como cuando me comentó: «A veces me da miedo de que no sea cierto (la otra vida). A veces tengo miedo. A veces experimento que Dios me abandona». A mi hermano Luis le dijo: «tengo miedo de no estar preparada para estar ante Dios».

A mediados de septiembre de este año me platicó que estaba organizando una fiesta y que era una idea suya. Llamó a todos mis primos y les pidió que fueran a una noche mexicana pero en la tarde y que no llevaran a sus niños para que pudieran platicar a gusto. Así, el 13 de septiembre insistió en que la llevaran a la sala de la casa. Se vistió de “mexicana”: con su trenza postiza, collares y rebozo para así estar con todos.

Dicen que de sorpresa Ricardo, su esposo, le llevó unos mariachis y que ella se puso feliz, no podía creerlo: ¡lo disfrutó tanto! Luego cada uno fue presentándose y diciendo a que se dedicaba al presente. Grabaron con video la fiesta y ella al final les dijo:

«Les quiero dar las gracias a todos, de verdad los quiero mucho… y pues ya todos saben que tengo una enfermedad terminal, y que se haga la voluntad de Dios. Quiero invitarlos a decirle siempre que sí a Dios en sus vidas, por que es lo más maravilloso que puede existir, cuando tú le das un SI a Jesús, un Sí desinteresado, un Sí lleno de amor.

Entonces, Él se manifiesta y te llena y llega un momento en que tú eres vacío, eres nada y dejas que todo sea Dios para ti, dejas que sea Dios que obre en ti.



   Estuvimos pidiendo el milagro, pero ante todo yo les digo que milagro es, no sólo que te de la salud,  sino también, es milagro que puedas llegar con Él frente a frente, cara a cara, y poderle decir: CUMPLÍ TU VOLUNTAD HASTA EL ULTIMO MOMENTO».

El domingo 28 de septiembre se puso muy malita. Al día siguiente fue el P. Giovanni a ponerle la unción de los enfermos y comenzaron a rezar el rosario y en el primer padre nuestro dejó de respirar. Al morir, su esposo se le acercó, la abrazó y le dijo: «Felicidades chiquita, felicidades lo has hecho muy bien, fuiste muy valiente».

Mi hermana dejó dicho que no quería que se vistieran de negro para su funeral ya que sería el día más feliz de su vida, ella iba a ir a las bodas, al banquete. Así lo hicieron todos. También les pidió que la incineraran para poder estar en una Iglesia y para que cuando la fueran a visitar fueran también a visitar a Dios.


Todo el año fuimos llorando y sufriendo paso a paso cada susto que nos daba y sin embargo ella lo platicaba con tanta naturalidad. Al final ella se fue y sin duda nos dejó de regalo el gozo íntimo de su testimonio fiel a Dios pues supo darle el primer lugar a El. Él se lo pidió todo y ella fue valiente y generosa, se lo dio con la sonrisa en los labios. En poco tiempo corrió hacia Cristo, le dijo sí, se desposó con El, compartió su cruz, se desprendió de todo, nos expresó su amor, se despidió y se nos adelantó con Dios.

Vivió su enfermedad y muerte con elegancia cristiana.

Su fiesta la celebraremos el día de Todos los santos. Sin excentricidades. Con alegría de los hijos de Dios.

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