Vencer la pereza y el odio
Tras las declaraciones del Santo Padre en el avión que le devolvía a Roma desde Polonia, tras concluir la JMJ, la polémica en torno a si el Islam es o no violento se ha recrudecido. A las palabras del Papa, afirmando que el Islam no es violento, han respondido los propios islamistas diciéndole que sí lo es y que están dispuestos a seguir siéndolo. Esta polémica me parece tan absurda como si los budistas o los ateos, por ejemplo, nos dijeran a los católicos si debemos o no ordenar mujeres, haciendo ellos una interpretación del Evangelio. He dicho ya y repito que son los propios musulmanes los que tienen que resolver el problema, tanto de la interpretación del Corán como de la contextualización de lo que Mahoma hizo, y no sólo con respecto al uso de la violencia sino también, por ejemplo, con el desposorio de niñas o con la poligamia. Si el auténtico musulmán es el que mata o el que no lo hace, no creo que podamos decidirlo los que no somos musulmanes. Es un asunto interno de los fieles de esa religión, aunque seamos nosotros los que pagamos las consecuencias.
Dicho esto, me da mucha pena constatar que el mensaje del Papa en la JMJ ha quedado marginado ante la polémica sobre la raíz violenta del Islam. En Cracovia el Santo Padre dijo cosas muy interesantes a los jóvenes católicos y es una lástima que éstas hayan pasado prácticamente desapercibidas. Lo mismo sucedió tras la JMJ de Brasil; bastaron aquellas palabras en el avión de regreso a Roma sobre si se podía o no juzgar a los homosexuales para que todo lo anterior se olvidara inmediatamente. No creo, sinceramente, que ese sea el propósito del Santo Padre, pero eso es lo que por desgracia sucede.
Por eso me gustaría rescatar dos ideas de las expuestas por el Papa en Polonia. La primera, la invitación a los jóvenes a que se levanten del sofá y hagan algo útil con su vida. Estamos ante la generación mejor preparada de la historia de la Humanidad y, sin embargo, por diversos motivos, es una generación frustrada, que no encuentra trabajo o que, según algunos, lo que busca no es un trabajo sino un sueldo, que no es lo mismo. Las generaciones anteriores lucharon por la libertad, por la justicia, por la paz; fueron utópicas, marxistas, anarquistas, ingenuas, etc, pero hicieron algo. Esta generación parece desear que todo se lo den hecho. Por eso el Papa les ha interpelado yendo a la raíz del problema y pidiéndoles que se levante del sofá de una vez y que construyan el mundo que desean en lugar de quejarse porque no se lo están dando ya construido.
La otra palabra fuerte del Papa en Cracovia ha sido el rechazo total de la violencia. Esto tiene un enorme valor y va más allá de lo que sean o dejen de ser los musulmanes. No son sólo éstos los que, en su versión más radical, nos están atacando. La dictadura del relativismo y la dictadura del consumismo también nos están acosando y no son pocas las víctimas que provocan. ¿Cómo reaccionaremos ante estos ataques? Sólo podemos hacerlo de un modo: con el amor que Cristo enseñó y practicó. Cuando el Papa en el avión decía que también entre los católicos había fundamentalistas, no explicó a qué se refería. Que yo sepa, salvo excepciones muy escasas, los católicos no entran en las clínicas abortistas a matar a nadie y mucho menos van a las mezquitas a cortarle el cuello al imán y a sus fieles. Quizá el Santo Padre tenga mejor información que yo, pero no recuerdo haber oído cosas semejantes. En todo caso, lo importante es que quede claro que nunca y bajo ningún concepto o circunstancia podemos responder a la violencia con violencia. Esto es lo que el Papa ha dicho a los jóvenes en Polonia y es exactamente lo que Cristo pidió a sus discípulos.
Levántate del sofá y vence al mal a fuerza de bien. Dos hermosos mensajes de Su Santidad que no deberían olvidar ni los jóvenes ni los adultos católicos, cualquiera que sean sus circunstancias.