Revisando las religiones
En el artículo anterior concluíamos en que la religión verdadera ha de cumplir estas tres condiciones.
1ª. Proceder por Revelación. (Sólo Dios puede decirnos cómo es, qué quiere de nosotros, etc.)
2ª. Ser probada de manera concluyente por los milagros. (Cualquiera puede decir que es enviado de Dios, pero tiene que probarlo).
3ª. Tener un medio que garantice su transmisión a través de los siglos. (Pues de no ser así en poco tiempo la Revelación sería inútil: no habría medio de conocerla).
Basta hacer un rápido examen de las religiones más extendidas para ver que ninguna cumple todas las anteriores condiciones, excepto la Católica.
Veamos:
El islam: sólo tenemos la palabra de Mahoma. Él nunca hizo un milagro que acreditase su condición de enviado. Es más, Mahoma, consciente de este problema, intentó acreditarse diciendo que Alá no le había concedido el poder de hacer milagros.
El budismo: Buda nunca dijo que fuera Dios ni enviado de Dios. Mucho tiempo después sus discípulos lo convirtieron en un dios, convirtiendo en religión lo que Buda sólo quiso crear como filosofía de vida (de hecho, muchos autores dicen que Buda era ateo).
El hinduismo. Es un conjunto de leyendas sobre una pluralidad de dioses. Un sincretismo de numerosas creencias incluso contradictorias. Cada rama cree en su propio dios, y todas consideran al suyo como el principal, pero todos los dioses “valen”.
Los judíos fueron la religión verdadera hasta la llegada de Jesucristo; a partir de ahí no, pues no le creyeron.
Los protestantes no tienen medio de saber cuál es la verdadera doctrina. De hecho, ni ellos se ponen de acuerdo. Cada uno interpreta a su manera la doctrina de Cristo, incluso de forma contradictoria entre ellos. Dicen, por ejemplo, que creen sólo las Escrituras, y a continuación niegan (a los católicos entre otros) el derecho a su propia interpretación.
Y algo semejante podemos decir de los ortodoxos: no tienen un medio de saber cuál es la verdadera doctrina.
Sólo el catolicismo cumple las tres condiciones:
1ª. Es revelada por Dios (primero mediante los profetas, finalmente por Cristo).
2ª. Probada de manera concluyente: Cristo probó su misión con numerosos milagros, y sobre todo con el milagro de los milagros, su auto-resurrección.
3ª. Tener un medio que garantice la verdad con certeza a través de los siglos: la Iglesia Católica lo tiene, la infalibilidad papal que ─ porque Dios así lo dispuso ─ garantiza la transmisión sin error de la doctrina que Cristo enseñó.
Sólo la Iglesia Católica puede, pues, aspirar a ser reconocida como la religión verdadera, y solo ella puede, con fundamento, dar respuesta a las grandes preguntas.
Los Tres Mosqueteros
Nota: Hay que saber que a partir de Cristo la prueba de los milagros como señal de autenticidad de una religión ya no es válida, pues Él ya nos avisó que vendrían falsos profetas que harían grandes prodigios y señales, y que no había que creerles. Por tanto, a partir de Él, si alguien predica lo contrario que Él, aunque haga milagros no hay que creerle.
Dijo Cristo:«Entonces, si alguno os dice: “Mirad, el Cristo está aquí o allí", no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos«. (Mt 24, 22-24).
Por eso aunque venga alguien que hiciera bajar a la luna... no habría que creerle.
1ª. Proceder por Revelación. (Sólo Dios puede decirnos cómo es, qué quiere de nosotros, etc.)
2ª. Ser probada de manera concluyente por los milagros. (Cualquiera puede decir que es enviado de Dios, pero tiene que probarlo).
3ª. Tener un medio que garantice su transmisión a través de los siglos. (Pues de no ser así en poco tiempo la Revelación sería inútil: no habría medio de conocerla).
Basta hacer un rápido examen de las religiones más extendidas para ver que ninguna cumple todas las anteriores condiciones, excepto la Católica.
Veamos:
El islam: sólo tenemos la palabra de Mahoma. Él nunca hizo un milagro que acreditase su condición de enviado. Es más, Mahoma, consciente de este problema, intentó acreditarse diciendo que Alá no le había concedido el poder de hacer milagros.
El budismo: Buda nunca dijo que fuera Dios ni enviado de Dios. Mucho tiempo después sus discípulos lo convirtieron en un dios, convirtiendo en religión lo que Buda sólo quiso crear como filosofía de vida (de hecho, muchos autores dicen que Buda era ateo).
El hinduismo. Es un conjunto de leyendas sobre una pluralidad de dioses. Un sincretismo de numerosas creencias incluso contradictorias. Cada rama cree en su propio dios, y todas consideran al suyo como el principal, pero todos los dioses “valen”.
Los judíos fueron la religión verdadera hasta la llegada de Jesucristo; a partir de ahí no, pues no le creyeron.
Los protestantes no tienen medio de saber cuál es la verdadera doctrina. De hecho, ni ellos se ponen de acuerdo. Cada uno interpreta a su manera la doctrina de Cristo, incluso de forma contradictoria entre ellos. Dicen, por ejemplo, que creen sólo las Escrituras, y a continuación niegan (a los católicos entre otros) el derecho a su propia interpretación.
Y algo semejante podemos decir de los ortodoxos: no tienen un medio de saber cuál es la verdadera doctrina.
Sólo el catolicismo cumple las tres condiciones:
1ª. Es revelada por Dios (primero mediante los profetas, finalmente por Cristo).
2ª. Probada de manera concluyente: Cristo probó su misión con numerosos milagros, y sobre todo con el milagro de los milagros, su auto-resurrección.
3ª. Tener un medio que garantice la verdad con certeza a través de los siglos: la Iglesia Católica lo tiene, la infalibilidad papal que ─ porque Dios así lo dispuso ─ garantiza la transmisión sin error de la doctrina que Cristo enseñó.
Sólo la Iglesia Católica puede, pues, aspirar a ser reconocida como la religión verdadera, y solo ella puede, con fundamento, dar respuesta a las grandes preguntas.
Los Tres Mosqueteros
Nota: Hay que saber que a partir de Cristo la prueba de los milagros como señal de autenticidad de una religión ya no es válida, pues Él ya nos avisó que vendrían falsos profetas que harían grandes prodigios y señales, y que no había que creerles. Por tanto, a partir de Él, si alguien predica lo contrario que Él, aunque haga milagros no hay que creerle.
Dijo Cristo:«Entonces, si alguno os dice: “Mirad, el Cristo está aquí o allí", no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos«. (Mt 24, 22-24).
Por eso aunque venga alguien que hiciera bajar a la luna... no habría que creerle.
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