Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Obispo Morgades

por Semblanzas sacerdotales



Dolca Catalunya
 
Cataluña nació, creció, fue, logró, cumplió, soñó, realizó, sufrió, perdió, ganó y asombró sin nacionalismo, que sólo es una ideología de anteayer rumiada en despachos de fabuladores hastiados de la realidad, e importada de Alemania y Francia por aquellos que quisieron cambiar el natural de nuestra tierra. El catedrático de Metafísica y doctor en Historia, Francisco Canals Vidal, lo explicaba muy bien con una frase: “el nacionalismo es extrínseco a la verdadera catalanidad”.
 
Y ¿qué es “la verdadera catalanidad”? Pues aquello que la historia ha decantado como rasgo peculiar de nuestro carácter, fruto de pasar juntos las mismas aventuras durante siglos; porque, igual que el modo de ser de las personas se va moldeando por los acontecimientos de la vida, también ocurre lo mismo con la gente que vive en común los mismos sucesos. Por eso somos catalanes y españoles, por eso no somos franceses ni italianos; porque las naciones las forja el referéndum secular de la historia, no el cerebelo de aburridos papanatas o las urnas de cartón fabricadas por expertos en marketing.
 
El que fuera obispo de Vic (18821899) y obispo de Barcelona (18991901), monseñor Josep Morgades Gili (18261901) sabía bien lo que era Cataluña, sus lenguas, su cultura, y sus raíces, pero desfavorable a cualquier tipo de enajenación que impidiera o propiciara que nuestra tierra perdiera no sólo su status, sino que se empobreciera y perdiera su grandeza hispana.
 
A tal efecto el 5 de julio de 1900 hizo unas declaraciones al periódico La Vanguardia. En ellas decía lo siguiente:
 
“La cuestión catalanista creo que en absoluto no ofrece ningún peligro, porque Cataluña no es separatista. El separatismo en Cataluña es una utopía, pero aún hay menos anexionistas a un país extranjero. Ni el separatismo ni el anexionismo pueden tener en Cataluña partidarios, pues, aparte de otras consideraciones, a Cataluña no le convendría perder para su producción el mercado de España, que es el mejor para ella. El movimiento catalanista, y principalmente en Barcelona, es reducido y carece de importancia. El único peligro que podría existir en Cataluña sería la paralización del trabajo por disminución de la actividad que allí se nota, lo cual daría lugar a que grandes muchedumbres pudieran emprender peligrosas direcciones. Cataluña, que ha visto desarrollarse y prosperar su riqueza, siente necesidad de que desaparezcan determinados obstáculos que pueden entorpecer su progreso”.
 
Doncs ho diu tot, escolti: empobriment, perill de demagògia populista, falta de arraigo del nacionalismo, impacto económico, necesidad de librarse de ciertos “obstáculos” que nos hunden… Y sobre todo nos ayuda a entender aquello de Junqueras, consejero de Economía, de “paralizar la economía catalana una semana” para generar separatistas, porque nacionalistas de verdad hay muy pocos. Más de un separatista debería tener en cuenta las palabras del doctor Morgades. Sabias palabras de ayer que pueden aplicarse al presente y al futuro de Cataluña.
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