Bien venidos a casa
por Juan García Inza
Un número considerable de hermanos procedentes de la Iglesia Anglicana han llamado a la puerta de la Iglesia Católica, y con toda humildad y alegría la Madre común les ha abierto el corazón de par en par. Son seguidores de Cristo que, por los caprichos de la historia, un día tomaron otro camino. La Iglesia Católica los vio alejarse con dolor, y desde hace siglo ha venido rezando por la vuelta a la unidad. Y la oración siempre es escuchada. Y hoy podemos recordar con emoción aquellas palabras de Cristo: Padre, que sean uno como Tú y Yo somos uno”.
Vienen buscando la plena Verdad, tras unas experiencias amargas de desviacionismos doctrinales, legales y litúrgicos. La gota que ha colmado el vaso de su indignación ha sido la ordenación sacerdotal y episcopal de mujeres, una connivencia con la condición homosexual de algunos aspirantes al sacerdocio, y muchos detalles más que chocaban con la Tradición de la Iglesia que arranca desde Cristo.
La Iglesia Católica siempre ha sido respetuosa con los anglicanos, y ha mantenido un diálogo abierto desde hace mucho tiempo. Se ha opuesto con fortaleza, valentía y sumo respeto a todas las iniciativas que nada tenían que ver con la fe y las costumbres heredadas de la Sagrada Escritura y la Tradición que se inicia con los Santos Padres. Y ha seguido esperando y orando por todos.
Y ahora, felizmente, se acogen a la mano tendida por Benedicto XVI, y con una decisión encomiable, rompen los hilos tendidos desde siglos y ruegan un lugar en la casa común. Y la Iglesia ya ha preparado el ropaje jurídico adecuado a este caso. Estamos contentos. No hay ni vencederos ni vencidos, sino sencillamente hermanos que se encuentran, y una Madre que les dirige una sonrisa de cariño y bienvenida. Un solo rebaño bajo el callado de un solo Pastor. Ojalá sigan viniendo. Las puertas siguen abiertas para todo el que busque la Verdad, y la unidad en el amor fraterno.
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