Aire fresco para la familia
Aire fresco para la familia
por Juan García Inza
La familia se siente hoy resentida por los desprecios, los ataques, y la poca valoración que se le da como comunidad base de la sociedad. Está sufriendo la crisis economica, pero sobre todo la crisis moral y de valores que afecta radicalmente a su propia esencia. Con este motivo ofrezco una reflexión de Juan Pablo II, el Papa de la familia y de la vida. Puede ser una bocanada de aire fresco ante tanto disparate oficial, y tanta provocación injusta.
"Queridas familias cristianas: ¡anunciad con alegría al mundo entero el maravilloso tesoro que, como iglesias domésticas, lleváis con vosotros! Esposos cristianos, en vuestra comunión de vida y amor, en vuestra entrega recíproca y en la acogida generosa de los hijos, ¡sed en Cristo luz del mundo! El Señor os pide que seáis cada día como la lámpara que no se oculta, sino que es puesta «sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa» (Mateo 5,15).
"Sed, ante todo, «buena noticia para el tercer milenio» viviendo con empeño vuestra vocación. El matrimonio que habéis celebrado un día, más o menos lejano, es vuestro modo específico de ser discípulos de Jesús, de contribuir a la edificación del Reino de Dios, de caminar hacia la santidad a la que todo cristiano está llamado. Los esposos cristianos, como afirma el Concilio Vaticano II, cumpliendo su deber conyugal y familiar, «se acercan cada vez más a su propia perfección y a su santificación mutua» (Gaudium et spes, n. 48).
"Acoged plenamente, sin reservas, el amor que primero os da Dios en el sacramento del matrimonio y con el que os hace capaces de amar (cfr. 1 Jn 4,19). Permaneced siempre aferrados a esta certeza, la única que puede dar sentido, fuerza y alegría a vuestra vida: el amor de Cristo no se apartará nunca de vosotros, su alianza de paz con vosotros no disminuirá (cfr. Isaías 54,10). Los dones y la llamada de Dios son irrevocables (cfr. Romanos 11,29). Él ha grabado vuestro nombre en las palmas de sus manos (cfr. Isaías 49,16).
"La gracia que habéis recibido en el matrimonio y que permanece en el tiempo proviene del corazón traspasado del Redentor, que se ha inmolado en el altar de la cruz por la Iglesia, su esposa, venciendo la muerte para la salvación de todos.
"Por tanto, esta gracia lleva consigo la peculiaridad de su origen: es la gracia del amor que se ofrece, del amor que se consagra y perdona; del amor altruista que olvida el propio dolor; del amor fiel hasta la muerte; del amor fecundo de vida. Es la gracia del amor benévolo, que todo cree, todo soporta, todo espera, todo tolera, que no tiene fin y sin el cual todo lo demás no es nada (cfr. 1 Corintios 13,7-8)".
"Queridas familias cristianas: ¡anunciad con alegría al mundo entero el maravilloso tesoro que, como iglesias domésticas, lleváis con vosotros! Esposos cristianos, en vuestra comunión de vida y amor, en vuestra entrega recíproca y en la acogida generosa de los hijos, ¡sed en Cristo luz del mundo! El Señor os pide que seáis cada día como la lámpara que no se oculta, sino que es puesta «sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa» (Mateo 5,15).
"Sed, ante todo, «buena noticia para el tercer milenio» viviendo con empeño vuestra vocación. El matrimonio que habéis celebrado un día, más o menos lejano, es vuestro modo específico de ser discípulos de Jesús, de contribuir a la edificación del Reino de Dios, de caminar hacia la santidad a la que todo cristiano está llamado. Los esposos cristianos, como afirma el Concilio Vaticano II, cumpliendo su deber conyugal y familiar, «se acercan cada vez más a su propia perfección y a su santificación mutua» (Gaudium et spes, n. 48).
"Acoged plenamente, sin reservas, el amor que primero os da Dios en el sacramento del matrimonio y con el que os hace capaces de amar (cfr. 1 Jn 4,19). Permaneced siempre aferrados a esta certeza, la única que puede dar sentido, fuerza y alegría a vuestra vida: el amor de Cristo no se apartará nunca de vosotros, su alianza de paz con vosotros no disminuirá (cfr. Isaías 54,10). Los dones y la llamada de Dios son irrevocables (cfr. Romanos 11,29). Él ha grabado vuestro nombre en las palmas de sus manos (cfr. Isaías 49,16).
"La gracia que habéis recibido en el matrimonio y que permanece en el tiempo proviene del corazón traspasado del Redentor, que se ha inmolado en el altar de la cruz por la Iglesia, su esposa, venciendo la muerte para la salvación de todos.
"Por tanto, esta gracia lleva consigo la peculiaridad de su origen: es la gracia del amor que se ofrece, del amor que se consagra y perdona; del amor altruista que olvida el propio dolor; del amor fiel hasta la muerte; del amor fecundo de vida. Es la gracia del amor benévolo, que todo cree, todo soporta, todo espera, todo tolera, que no tiene fin y sin el cual todo lo demás no es nada (cfr. 1 Corintios 13,7-8)".
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