Viernes, 22 de noviembre de 2024

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¿Que es el cielo?

por Juan del Carmelo

El que es creyente, y con más o menos fe alimenta su esperanza de alcanzar un día el cielo, se pregunta reiteradamente: ¿Qué es el cielo? ¿Cómo será el cielo? ¿Quiénes lo alcanzarán? ¿En qué consistirá nuestra eterna felicidad? Y un montón más de preguntas que la escatología, no nos puede responder más que con hipótesis más o menos ajustadas, a lo que puede ser o será la realidad, de acuerdo con el rigor de sus planteamientos.

Como todo lector puede suponer, las posibles respuestas a todas estas preguntas, darían lugar a un tratado, por lo que en esta glosa solo vamos a tratar de dar, dentro de nuestra ignorancia, unas pinceladas a la respuesta de la primera pregunta aquí formulada.

Para comprender y practicar el saludable ejercicio, de soñar con la esperanza de alcanzar el cielo, es necesario que tengamos una clara idea de que somos cuerpo y espíritu, y que el cielo es la esencia del espíritu, es la integración nuestra en la gloria del Señor que como todos sabemos es un puro espíritu de Amor, tal como reiteradamente nos lo manifiesta el apóstol San Juan en todos sus escritos, y él es el más capacitado para hacer esta afirmación, porque fue el más amado del Señor y como quiera que el amor goza de la cualidad de reciprocidad, él a mi juicio, pienso que fue el que más amó al Señor.

Es un principio bien conocido, que el orden espiritual, está por encima del orden material, entre otras muchas razones porque todo lo que pertenece al orden espiritual es eterno, mientras que lo que pertenece al orden material es perecedero. Nuestro mundo con todos sus adelantos e insensateces, como tratar de volver la espalda a su Creador, perecerá como perecerá el sol que nos mantiene, y el resto de todas las estrellas y de sus planetas, todo se convertirá en lo que en astronomía se denomina un “agujero negro”, desaparecerá. Otra razón a considerar, es que fue el orden espiritual puro, Dios en este caso, el que creó el orden material, y no ha sido el orden material el que ha creado el orden espiritual. Por estas dos razones y otras varias más, se ve por ello, que la superioridad del orden espiritual sobre el material es evidente.

También hemos de considerar que al ser el orden espiritual superior al orden material, los goces y sufrimientos que se originan en el orden espiritual son superiores a los que se hayan originado en el orden material. Esto es muy importante tener presente para que comprendamos que la felicidad que nos espera es muy superior a todo lo que podamos imaginar, por ello es que San Pablo después de un éxtasis exclamó: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni la mente del hombre, pudo imaginar, cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman”. (1Co 2,9). Sobre estas maravillas, solo en la tierra algunas almas privilegiadas que han alcanzado una perfecta unión con Cristo en este mundo, se han deleitado, aunque haya sido de una forma insignificante y mínimamente, de estas maravillas de las habla San Pablo. Naturalmente nos estamos refiriendo a unos determinados y muy escogidos santos y santas, y no a todos.

Cuanto más nos acercamos al orden del espíritu, más nos acercamos hacia Dios y a sensu contrario cuanto más nos materializamos cebándonos en los placeres que la materia nos proporciona, más nos alejamos de Dios. Por ello, para comprender que es el cielo, necesitamos partir de estas ideas expuestas y tratar de desembarazarnos en nuestra mente, lo más posible, de las ideas que nos sugiere nuestra materia y sobre todo de tener mentalmente una idea antropomórfica de Dios. Bien es verdad, que en el Apocalipsis, se nos representa a Dios sentado en su trono y rodeado de una corte de seres santificados, por la fuerza de su amor. Pero hemos de considerar, que para nuestra mayor comprensión, reiteradamente se emplean expresiones materiales, como “sentado a la derecha de Dios” y otras de este orden. Pero el valor de todas estas descripciones apocalípticas, no está en la materialidad que ellas expresan, sino en su espiritualidad expresada por medios materiales como elementos simbológicos. En relación a la interpretación de todos los textos de las Sagradas escrituras, es muy importante la encíclica “Divino Afflante Spíritu” de Pio XII, que claramente nos resuelve todos los problemas, que la hermenéutica de las Sagradas escrituras nos pueda plantear.

Y concretando pues, ¿qué es el cielo? El cielo tal como ya al principio de esta glosa hemos apuntado, no es otra cosa que la gloria de Dios, es un algo incorpóreo que emana del Creador de todo lo creado, y el Creador de todo es Amor y nada más que un Amor, al  que estamos llamados a pertenecer todos aquellos que lo deseen, todos aquellos que hayan amado al Amor. Se piensa que seremos juzgados por nuestras obras y así será pues ellas no son otra cosa  que el medio de calibrar nuestro amor, porque el que mucho ama actúa y obra siempre en función del amor que se encuentra en su corazón. Dice el Señor: “Porque de lo que rebosa el corazón habla  la boca”. (Mt 12,34). Pero no será un juicio tal como pensamos que son los juicios terrenales. En la ejecución de nuestro juicio celestial, seremos nosotros mismos los que la ejecutemos y nos marcharemos porque nos sentiremos llamados, o bien al lugar del Amor o bien al lugar del odio, según haya sido nuestra elección anterior.

Cierto es que dada nuestra presente materialidad, necesitamos pensar y considerar, para fomentar en nosotros la virtud de la Esperanza, que el cielo es un lugar corpóreo donde serán cumplimentadas todos nuestros presentes anhelos y deseos, sobre todo los de orden material, y en general todos ellos serán satisfechos. Esto es, lo que en escatología se conoce con el nombre de cielo accidental, pero lo que ahora nos puede parecer fundamental, allí será el chocolate del loro, si comparado estos deseos con lo que representa y es, el participar de la gloria divina en calidad de hijos de Dios. El parágrafo 1025 del Catecismo de la Iglesia católica, nos dice que: “Vivir en el cielo es "estar con Cristo" (cf. Jn 14,3; Flp 1,23; 1 Ts 4,17). Los elegidos viven "en El", aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf. Ap 2,17): Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino (San Ambrosio, Luz. 10,121)”.

El parágrafo 1027 continua: “Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman" (1Co 9)”.

El parágrafo 1028 razona diciendo: “A causa de su trascendencia, Dios no puede ser visto tal cual es, más que cuando El mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la capacidad para ello. Esta contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia "la visión beatífica": ¡Cuál no será tu gloria y tu dicha!: Ser admitido a ver a Dios, tener el honor de participar en las alegrías de la salvación y de la luz eterna en compañía de Cristo, el Señor tu Dios..., gozar en el Reino de los cielos en compañía de los justos y de los amigos de Dios, las alegrías de la inmortalidad alcanzada (San Cipriano, ep. 56, 10, 1)”.

Y el parágrafo 1029 concluye diciendo: “En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con El "ellos reinarán por los siglos de los siglos" (Ap 22,5; cf. Mt 25,21-23)”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios le bendiga.

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