Viernes, 22 de noviembre de 2024

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¿Tenemos que justificar el mármol?

¿Tenemos que justificar el mármol?

por Duc in altum!

Muchas veces, varios titulares insisten en que la Iglesia Católica, cuya parte visible o emblemática es la basílica de San Pedro, choca contra el estilo de vida que llevó Jesús y, como católicos, pareciera que eso nos hace dudar e incluso tener uno que otro problema de conciencia por las imponentes catedrales; sin embargo, vale la pena detenernos a reflexionar sobre la cuestión, porque podríamos dejarnos llevar por el “shock mediático” en vez del discernimiento que debe ser la regla de nuestra vida, porque es necesario ver más allá de lo aparente y superficial. En primer lugar, ocupémonos de la figura, sin duda entrañable ¡y viva!, de Jesús. En la cruz, hizo suyos todos nuestros dolores, retos y problemas. Dio voz a realidades marcadas por la exclusión; sin embargo, como en su momento lo dijo varias veces Juan Pablo II, no puede reducirse a un mero reformador social. Tampoco es verdad que vistiera de modo paupérrimo. La esencia de Jesús es la coherencia que el papa Francisco nos ha pedido como línea clave. En realidad, las inconsistencias que como católicos tenemos, no pueden o deben proyectarse en el mármol, sino en las actitudes frente a la realidad a través de la que Dios nos habla. Es verdad que en el tiempo de Cristo no había grandes edificios, pero también es cierto que el cristianismo fue creciendo y, por lo mismo, era necesario contar con nuevos espacios. Dios es más que una construcción, pero Jesús nunca prohibió el arte como forma de profundizar en la fe. Aquí encontramos la razón fundamental de ciertas obras majestuosas de la arquitectura religiosa. Es verdad que el tema de las indulgencias y otros excesos para procurar fondos, fueron una falta en toda regla, pero aterrizándolo a los nuevos mecanismos de transparencia al momento de celebrar las donaciones, es justificable invertir en el arte, porque el ser humano tiene necesidad de verdad y buen gusto. No se trata de una cursilería, pues la psicología enseña que el ambiente interviene en la formación de las personas. Lógicamente, la Misa vale igual en Roma que en la zona más recóndita y abandonada; sin embargo, evangelizar la cultura forma parte de uno de los retos más apremiantes de nuestro tiempo y eso requiere de ciertos elementos que, además de ser un atractivo que consigue recursos para apoyar obras de asistencia social alrededor del mundo, transmiten el sentido de Dios en un contexto a menudo secularizado. Se sabe que Gaudí quiso que la Sagrada Familia de Barcelona fuera una catequesis al aire libre. No hay oposición entre el arte y la inclusión de los más necesitados, porque el primero genera conciencia. ¿Cómo despertar, ayudar e incidir sin una conversión interior? Muchas personas han abrazado el cristianismo gracias a las Bellas Artes.

Hay otro aspecto a considerar. El que esto escribe, visitó un pequeño pueblo en el que las personas invertían de su bolsillo una cierta cantidad para adornar con flores las fachadas de sus templos. ¿Es criticable, se les puede acusar de materialistas? No, porque lo hacen como un acto de fe. Ciertamente, hay que formar al punto de que las personas no se queden en las cosas externas, porque la fe es, ante todo, una experiencia que debe ir a lo concreto de la vida, pero mientras ayude a concretar, será un gasto justificado. Entonces, la idea de vender las propiedades o asumir un tono digamos populista, lejos de evangelizar o incluir, confunde, porque la verdad no viene de las paredes, sino de las personas que viven o vivimos dentro de ellas, sean de mármol o tabla roca.

No tenemos que avergonzarnos de contar con obras o instituciones céntricas, bien desarrolladas, porque han sido construidas con generosidad. Obviamente, hemos de trabajar para que todos tengan un lugar; es decir, incluir, pero de ahí a estar todo el tiempo ansiosos por justificar, de poco o nada sirve. Mejor, cuestionarnos qué tan vivas están nuestras estructuras y, lejos de optar por la salida fácil, formar, generando nuevos procesos de liderazgo en clave de servicio. Decir, “no necesitamos estructuras…”, plantea la pregunta: "¿y dónde hacemos el retiro?, ¿a media calle?". Otra cosa es vivir desconectados de lo que pasa, pero eso, repetimos, no son los inmuebles, sino las actitudes a corregir, todo de acuerdo a la vocación que se tenga.

El problema no es el mármol, tampoco las pinturas, sino cómo estamos sumando esfuerzos por contribuir desde el punto de vista humano, espiritual y económico en la construcción de una sociedad mejor. Como católicos, necesitamos espacios apropiados para la oración, pues no somos una ONG, sino un grupo de personas que compartimos una misma fe que buscamos concretar sobre el terreno de la vida. De ahí la necesidad de contar con espacios en los que el arte forme, despierte y comprometa.
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