Domingo de Pascua: Creer en el Amor
Creer en el amor, eso es lo más importante que tenemos que hacer en la vida. Creer no sólo en que Dios existe, sino en que es amor para nosotros y en que lo es siempre, también cuando las cosas no salen como a nosotros nos parece que sería lo mejor. Pero, además, creer en el amor significa optar por el amor como forma de vivir, de solucionar los problemas sociales, de defender incluso nuestros legítimos derechos. Creer en el amor implica no creer en la guerra, en la violencia, en la lucha de clases, en el odio.
Pero, ¿cómo es posible creer en el amor de Dios y en la fuerza constructiva del amor después de la muerte de Cristo en la cruz? La derrota del Viernes Santo fue -aparentemente al menos- la derrota del amor. ¿Quién se atrevería a seguir al Crucificado sabiendo que necesariamente iba a acabar como Él?.
Por eso es decisiva la resurrección. Sin ella, no sólo no habría existido el cristianismo, sino que el mundo de las ideologías habría perdido todo carácter utópico, soñador, para abismarse en lo práctico, en lo políticamente posible, en el ojo por ojo y diente por diente o en el voy a dar más fuerte que mi enemigo para que no me dé él a mí.
Se puede creer en el amor -en el de Dios y en la utilidad del amor como método de acción social- porque Cristo resucitó. La lección es muy sencilla: el amor pierde siempre mil batallas, pero termina por ganar la guerra. O bien: Dios te ama, aunque en muchas ocasiones tú no entiendas su amor e incluso te parezca que está sordo a tus gemidos y te ha abandonado.