Lunes, 23 de diciembre de 2024

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El aporte de la M. Ana Ma. Gómez Campos

El aporte de la M. Ana Ma. Gómez Campos

por Duc in altum!

Un 24 de marzo, pero de 1985, murió la Sierva de Dios Ana María Gómez Campos, en el Instituto de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, ubicado en la Ciudad de México, capital del país en la que, dicho sea de paso, nació el 5 de julio de 1894, habiendo vivido su infancia en el emblemático barrio de Tacubaya. La historia cuenta con muchas religiosas audaces, mujeres comprometidas con la transformación de la sociedad, pero ¿cuál fue el aporte concreto de la M. Ana María? Podemos situarla en tres dimensiones: espiritual, humana e intelectual.

Espiritual:

Fundar casas religiosas y colegios a lo largo y ancho de la República Mexicana no es tarea fácil. Implica una buena dosis de recursos, logística, visión y personas dispuestas. ¿Cómo le hacía para no caer en el activismo? Sto. Tomás de Aquino, decía que el apostolado; es decir, el trabajo, venía como un desbordamiento de la contemplación. En otras palabras, las acciones parten de la oración, de esos momentos de silencio con Dios. La M. Ana María, expresaba su relación espiritual con Jesús a través de la congregación que fundó, junto con el Venerable P. Félix de Jesús Rougier (18591938), el 12 de enero de 1924: las Hijas del Espíritu Santo. En medio de la persecución religiosa que le tocó vivir, escribe: “¡Cuánto frío! ¡Cuánta soledad!, ¡Ah! Pero tenemos Sagrario…Tu presencia, Jesús amado, nos hace cobrar ánimo, tu generosidad sin límites de Hostia Santa nos anonada…apareces Tú, fuego inextinguible que calienta y anima nuestras almas desfallecidas” (AA, 68). ¿Cómo no sentir algo de soledad en medio de una fundación que daba sus primeros pasos, al tiempo que el gobierno confiscaba las propiedades de la Iglesia y enviaba a las religiosas al penal de las Islas Marías? Lo interesante, aquello que refleja su profunda espiritualidad, es que sabía recuperar las fuerzas en Dios. No es algo abstracto. Basta con hacer la prueba. ¿Quién no ha llegado al sagrario con mil problemas y, justo al terminar ese momento, siente un peso más ligero y hasta ilusión por continuar? Algunos piensan que es un mecanismo de defensa ante la realidad, algo que nos inventamos; sin embargo, la realidad es que la oración también influye en el mundo exterior. Por ejemplo, cuando coinciden personas y circunstancias que permiten el desarrollo de una nueva congregación. La M. Ana Ma., lo vivió muchas veces desde el punto de vista humano y material. Ahora bien, ¿cómo definiríamos en tres palabras su rica experiencia de Dios? Amor, pureza y sacrificio. El “querido color”, del que muchas le habló el V.P. Félix de Jesús, al enseñarle la Espiritualidad de la Cruz, acentuando el camino de la infancia espiritual que ella consolidó a través de los escritos de Sta. Teresa de Lisieux. En la misma línea, hay un hecho mariano que enriqueció lo que ya venía trabajando. Fue la visión de María, bajo la advocación de “Madre de la Divina Gracia”, situada cronológicamente en 1922, aunque se supo a partir del Concilio Vaticano II, cuando se pidió un Capítulo General Especial en el que, además de las adecuaciones prácticas, había que definir a los santos patrones de cada instituto. La M. Ana Ma., entendió que la Virgen, como madre de Cristo Sacerdote, era su modelo a seguir en el día a día de la escuela y del acompañamiento vocacional de los niños, adolescentes y jóvenes. Mater, como la llamaba, vino a rediseñar la cultura, la historia, con su “si” al misterio de la salvación. De cara a Jesús, recomendaba: “Acércate a Él con toda confianza y absorbe ese divino lubricante que todo dolor amengua y suaviza” (Cc, 43). No busca el sufrimiento como si la fe fuera algo “dolorista”, pero sabe asumirlo cuando llega y no perder la confianza en medio de las pruebas. Así como los competidores olímpicos entrenan con mucha anticipación, la M. Ana Ma. se ejercitó hasta alcanzar una espiritualidad que sigue motivando a muchos en el marco de la Iglesia, a la que ella dedicó sus esfuerzos como pedagoga.

Humana:

A veces, tenemos la idea equivocada de que los grandes místicos eran poco humanos al platicar o reír. Pues bien, la M. Ana María Gómez Campos, en medio de sus experiencias; sobre todo, de ofrecerse en favor de los sacerdotes, era alguien normal, muy natural en el trato. Tenía un sentido del humor envidiable, optimista. Además, hay algo que vale la pena subrayar. Su capacidad de sorpresa. Cuando tenía que hacer algún viaje, tomaba nota de las ciudades y paisajes que iba conociendo. Disfrutaba, en medio de los pendientes. Un rasgo que refleja con qué intensidad vivía y que hoy, también a nosotros, nos sirve. A ella, todo le sonaba a Dios. Una mujer de mucha cultura que sabía mirar más allá de las fronteras. Por eso sus clases eran tan efectivas e interesantes. Enseñaba desde la experiencia, con ejemplos claros. La gente la escuchaba, porque tenía algo valioso que decir, todo enriquecido por una sencillez que facilitaba el aprendizaje. El que esto escribe, tuvo la oportunidad de conocer a uno de sus ex alumnos y decía que no le hacía falta enojarse o gritar para llamar la atención, sino que bastaba su sola presencia. No era nada permisiva, pero sabía, como Don Bosco, ganarse al grupo y formar hábitos para la vida. A veces, podemos confundir la humildad con un cierto desinterés por las cosas positivas del mundo. Ella no fue así. En la naturaleza, descubría a Dios y por eso tenía tan buen gusto al diseñar los colegios. Sabía entender el momento. Se reflejaba en su forma de estar. Entendía cuando era un acto académico o algo más informal. No confundía las cosas ni caía en el desorden. Hay una frase en la que describe muy bien su personalidad: “Las medias tintas nunca me han satisfecho: TODO O NADA” (AA, 45).

Intelectual:

Formó parte del Primer Círculo de Psicología Experimental de México. Tuvo amplia experiencia en colegios privados y públicos. En San Luis Potosí, se le consultaba frecuentemente y, de hecho, participaba en el diseño de los programas de estudio. Su pedagogía, cuidaba los detalles, encontrando que el ambiente; es decir, las instalaciones, los salones, pueden influir positiva o negativamente en los estudiantes, dependiendo del mantenimiento y, por supuesto, del orden. Visitaba las aulas y, con mucha sencillez, orientaba a las profesoras sobre el método empleado. En gran medida, su obra surgió del ambiente de la Universidad Nacional Autónoma de México. De las primeras mujeres universitarias, amplia conocedora del latín. Hoy día, en varias Escuelas Normales de maestros, han surgido sus tesis y postulados como referencia. Siendo ya muy mayor, pedía que alguna de las hermanas le siguiera leyendo revistas sobre innovación educativa. Un ejemplo de superación al servicio de la causa de Jesús en la construcción de la cultura.
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