Reflexionando sobre el Evangelio
Vino nuevo en odres viejos... "Por sus frutos los conocerán" (Mt 7, 20)
Debemos recobrar la imagen y semejanza a Dios. Imagen y semejanza que el pecado manchó, emborronó, desdibujó. No se trata de aceptar novedades ideológicas que cambian cada pocos años. Las novedades ideológicas no nos llevan a nada más que a emborronar más la imagen y semejanza a Dios. Es como si se utilizaran, palmeras para almacenar el vino nuevo. Es "lo moderno", lo "bien visto" por la sociedad, lo que hace que "nos den palmaditas en la espalda", opcionalidades que salen de nuestro egoísmo, sonrisas cómplices. El vino terminará derramado sobre el suelo, lo que es una verdadera tragedia.
A veces tendemos a recrear todo a nuestra propia imagen semejanza. Estructuras humanas, Torres de Babel, que terminarán por caer encima de quienes han puesto su confianza en ellas. Nadie cambia algo viejo para quedarnos igual que antes o peor aún. Nuestra humana soberbia nos destroza.
Decía Cristo que "por sus frutos les conocerán" (Mt 7, 20). ¿Qué frutos tienen los odres viejos? El desastre. ¿Qué frutos genera cambiar los odres por cualquier otra cosa? Un desastre, Eso es a lo que el pecado original nos lleva a hacer. Debemos ser conscientes cuando se nos proponga que todo siga igual o que todo cambie. Para conocer de dónde proviene el fruto, fijémonos en que es lo que produce entre nosotros.
Importa mucho averiguar la clase de frutos de que se trata aquí. Muchos se dejan engañar a la vista de los frutos que producen aquellos que llevan piel de oveja, y así resultan la presa de los lobos. Los frutos que los engañan son los ayunos, las limosnas y las oraciones que no tienen otro objeto que los hombres y agradar a aquellos a quienes estas obras parecen difíciles. Pues bien, éstos no son los frutos que pueden servirnos para reconocerlos, como se nos manda, porque todas estas cosas si se hacen con recta intención, en la verdad, son el vestido propio de las ovejas. Más cuando se hacen con mal fin, y con el objeto de engañar, no aprovechan más que para encubrir a los lobos. Pero no deben las ovejas aborrecer su vestido porque, con él, se cubran muchas veces los lobos. Cuáles son los frutos con los que podremos conocer el árbol malo, no lo dice el Apóstol en su carta a los fieles de Galacia: "Manifiestas son las obras de la carne: ellas son la fornicación, la impureza" ( Gál 5,19), etc. Y cuáles son los frutos con los que podremos conocer el árbol bueno, lo expresa también el Apóstol diciendo en la misma carta: "Los frutos espirituales son la caridad, el gozo, la paz" ( Gál 5,22) ... (San Agustín, de sermone Domini, 2,24)
San Agustín señala los frutos que debemos esperar de la acción de Dios en nosotros: caridad, gozo y paz. San Pablo los indica con gran certeza. ¿Qué sucede si nuestras acciones generan rencillas, malestar o maltrata? Seguro que estas acciones no provienen de Dios sino de una de los cientos o miles de ideologías que nos rodean. Pensemos que lo que el Espíritu Santo nos ofrece debería darnos paz y generar unidad entre nosotros.
Es peligroso tirar lo odres y utilizar cualquier otro elemento que no está destinado para que contener vino. Es peligroso quedarnos con cualquiera de lo viejos odres que se han ido creando en cada etapa de la humanidad. Los odres nuevos deben ser capaces de generar unidad y paz. Deben ser capaces de alejar toda sombra de duda en nuestro espíritu. Los falsos odres, tal como indica San Agustín: “se hacen con mal fin, y con el objeto de engañar, no aprovechan más que para encubrir a los lobos”. Nunca serán buenos los odres que encubren el mal y generan torres de poder que oprime a quien se atreve a señalar el problema.