Al recordar la personalidad del sacerdote D. José Giménez y Martínez de Carvajal (fallecido en Granada el 22 de enero de 2012), no podemos menos de agradecer su dilatada y meritoria tarea como sacerdote, como profesor y como consejero en múltiples actividades, que han supuesto para muchas personas que se acercaron a su atención, excelente orientación y estímulo en el quehacer de sus días. Como aparece en estas líneas, supo hacer compatible con la intervención en problemas de alto relieve cultural y nacional, una pastoral sacerdotal cercana a pequeños grupos y personas interesados en su orientación. Evocamos en este momento dos o tres aspectos principales.
En primer lugar su sacerdocio. Ordenado sacerdote (1947), previa amplia preparación de estudios, Teología y Derecho en Granada, Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana de Roma, doctor en ambos Derechos, ejerció inicialmente su labor pastoral durante varios años en Granada, mientras continuaba estudios, con universitarios del colegio mayor Isabel La Católica, con atención a grupos de familia y de formadores de Granada, así como también con la colaboración en parroquias diocesanas en períodos vacacionales; y de manera especial mediante su profesorado de formación religiosa de maestros durante ocho años en la granadina Escuela Normal de Magisterio.
En segundo lugar es de recordar su profesorado universitario. Por su intensa formación jurídica en las disciplinas canónicas y por sus cualidades pedagógicas, fue llamado a la Universidad Pontificia de Salamanca, donde permaneció dos años. Inmediatamente después en la Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Políticas, consiguió rápidamente cátedra de Relaciones de Iglesia y Estado, que regentó durante largos años, desde 1962 hasta su jubilación y denominación de profesor emérito. Esta tarea además no le impidió una colaboración eficaz y prolongada con actividades de profesor y de director en el Colegio Universitario San Pablo del Centro de Estudios Universitarios, CEU, de Madrid y actual Universidad de San Pablo CEU, extendiendo su labor a la Asociación Católica de Propagandistas, que patrocina, entre otras actividades, las labores universitarias.
Por último, no puede olvidarse su colaboración en problemas de mayor alcance. Una destacada proyección de su profunda formación teológica, jurídica, canónica, cultural y humana y de su capacidad para planteamiento y solución de problemas en la relación de Iglesia y Estado, fue sin duda la mirada hacia su persona de diversas instituciones que deseaban su colaboración (Santa Sede, Conferencia Episcopal, Nunciatura Apostólica, Ministerio de Justicia, Ministerio de Educación y otras; por lo que recibió la distinción vaticana de Prelado de Honor). En este sentido, fue nombrado y actuó como miembro activo en diversas comisiones de la Iglesia y de alcance nacional: Concilio Vaticano II, elaboración del Código de Derecho Canónico, Acuerdos Iglesia-Estado de 1979 , Asuntos jurídicos de la Conferencia Episcopal, Asamblea de Obispos del Sur de España.
Resulta claramente lógica, por otra parte, la admiración de numerosos alumnos y de componentes de sus audiencias en conferencias y congresos, cuando se tienen en cuenta su palabra fácil, precisa, sugestiva, así como también la lucidez y valor doctrinal de sus escritos y publicaciones.
Dentro de esta múltiple riqueza de actividades cabe reiterar con particular atención, como se señalade en líneas anteriores, su espíritu sacerdotal, siempre presente, y desde luego también su conexión con las labores diocesanas de Granada y con la propia evocación granadina enraizada en su nacimiento y en la querencia de su vida. Nada extraño que, una vez jubilado, volviera junto a su familia y junto a sus lares nativos en sus últimos años.
Al agradecer este despliegue aleccionador y esta siembra de actividades entre tantas gentes y entre sus paisanos del buen amigo, sacerdote y profesor Carvajal, pedimos a Dios le conceda al término de sus días su luz y su paz.
José Luis Santos Diez, Pbro.