Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Don José Pila Jado, firmado por una sobrina nieta

Don José Pila Jado.
 
Como le comenté en otros escritos, en la villa de Escalante (Cantabria) entre verdes campiñas y muy cerca de preciosas marismas del mar Cantábrico y circundada de varios montes, vio la primera luz José Pila Jado, a las diez de la noche del 16 de Abril de 1904. Sus padres D. Enrique Pila Cubillos y Dña Aurelia Jado Naveda, eran naturales y vecinos de esa villa y decidieron proceder al bautismo del neonato tres días después de su nacimiento el 19 del mismo mes y año. Actuó de ministro de la ceremonia D. José Lanza Barros, Cura propio de la Iglesia de la Santa Cruz y quien jugará un importante papel en la vida de tío Pepe, como luego veremos. 
 

 

Este templo parroquial posee una capilla del siglo XVI, pero su estructura en general, es del siglo XVII. El retablo mayor, de grandes proporciones y orden salomónico es de gran valor. Pues bien, en el bautizo impuso al niño el nombre de José. Los abuelos paternos eran D. Pablo Pila Venero y Dña María Cubillas Venero; y los abuelos maternos, D. Francisco Jado Ocejo y Dña, Manuela Naveda Llamosa. Los padrinos del recién nacido fueron D. Pantaleón Hada Mier y Dña Catalina Rivas Pea y los testigos del sacramento, D. José Samperio Colina, sacristán, y D, Paulino Salazar Díez.
Todos los mencionados eran naturales y vecinos de la villa, a excepción de la abuela materna Dña Manuela Naveda Llamosa, que lo era de Bárcena de Cicero.

 

La dedicación económica fundamental en Escalante es la ganadería y la agricutura.
Comienza con brío el turismo y la pequeña industria.
 
Como los demás niños del lugar, generalmente, cursan los estudios primarios en la Escuela Pública acondicionada y subvencionada económicamente para su noble cometido. Sus hermanas fueron mis tías-abuelas Encarnita (familia Carrera Pila), mi abuela materna Manuela, llamada cariñosamente Nela (madre de mi madre, Clotilde Arriba Pila), tía abuela Finda (familia Torre Pila), tía abuela Isa, que quedó soltera, y tía abuela Yeya (familia Venero Pila), abuela de Juan José y sus hermanas, quien me pasa esta información.
 
Seguía de Párroco en Escalante y Arcipreste de Siete Villas, D José Lanza Barros, que supo orientar perfectamente la vocación sacerdotal de su pupilo José. D. José Lanza fue muy perseguido e incluso, encarcelado durante la sangrienta Guerra Civil, durísima para todos, especialmente los miembros más destacados de la Iglesia y todos aquellos que se declararan abiertamente católicos practicantes. Murió a los 82 años, el 5 de Octubre de 1944.
 
 
osé, bien orientado en las clases profanas y en el trato con el señor Cura en las catequesis parroquiales, y sintiéndose llamado al servicio de Dios, acude el 15 de Noviembre de 1917, a la corta edad de 13 años, al Seminario Pontificio, que previo a la Universidad, edificó el Marquesado de Comillas y la Compañía de Jesús. El 16 de Diciembre de 1890, el Papa León XIII erigía canónicamente el seminario de San Antonio de Padua de Comillas por el breve Sempiternam Dominici gregis
 
Regía el centro  a la llegada de José Pila Jado el bondadoso P. Pedro Bianchi, (1916-1918) y a lo largo de la carrera de D José los siguientes: P. Fernando Gutiérrez del Olmo (1918-1929); P.Camilo García (1920-1924); P Tomás Fernández (1924-1926), e Isacio María Morán Soloaga (1926-1929).
 
Por cierto que, el año de su entrada en el Seminario comillés, este alto centro de estudios eclesiásticos convertido en Universidad Pontificia había llegado al vigésimo quinto aniversario de su fundación (1892-1917), conmemoración jubilar que se celebró con la asistencia de los patronos fundadores de la Casa Marquesal de Comillas, el Nuncio apostólico Mons. Ragonessi, Obispos de  Santander y de Apolonia, Superiores, Profesores, alumnos y muchos ex-alumnos. Los actos se concretaron del miércoles al viernes 13 de julio de 1917. Los medios de comunicación de la época, la prensa y la radio difundieron por doquier el hecho y hubo libros e impresos, que así lo atestiguan.
 
No debemos ignorar que la resonancia de esta conmemoración tuvo especial empeño en la elección de este centro académico, para los estudios eclesiásticos de Jose Pila Jado, La decisión fue unánime, de los padres y del párroco D José Lanza Barros. Mucho tenemos que agradecer a este párroco.
Distinguía a este centro educativo singularmente la formación humanística. Eran cinco cursos , intensivos, muy trabajados, en perfecta conjunción de Profesores y alumnos. D. José cursó el acto de Humanidades desde 1917 a 1922.
 
Concurrían con él en el curso algunos adolescentes, que llegarían después a altos cargos de la Jerarquía eclesiástica. No me resisto a consignar a algunos de los condiscípulos que prueban además, la eficaz formación integral de los alumnos para su futuro ministerio. El tener compañeros de esta talla,  y además, provenientes de toda España, Filipinas e Iberoamérica concedía al alumnado un ámbito de conocimientos de culturas, costumbres, idiosincrasias, comportamientos, que avalaban el nivel teórico de los conocimientos con el acopio práctico de tantos valores y que, sin duda, aprovechó nuestro tío abuelo. 
 
Con él estudiaron en Comillas, entre otros: D. José Aguado Losada (Canónigo de Sevilla), D. Pabdro Álvarez Moya (Vicario General de Cádiz), D Rafael Álvarez Lara (Obispo de Mallorca), D. Domingo Bustamante Lanchares (Capellán del Hospital Nacional de Valdecilla), D. Demetrio Cabo Pérez (Vicario General de Oviedo); D. Ángel Cigüenza Ezquerra (Magistral de Burgos), D. Agustín de la Fuente González (Deán de Jaén), D. Joaquín Goiburo Lopetegui (de las Obras Misionales Pontificias), D. Ángel Hidalgo Ibáñez (Obispo de Jaca), D. Juan Antonio Moreno Yentes (Magistral de Lugo), D. Isidro Oviedo Reyes, (Obispo de León en Nicaragua), D. Laureano Pérez Mier (Auditor de la Rota), D. Luis del Rosario Valdezco (Arzobispo de Zamboanga en Filipinas), D. Felipe Ugalde Ocáriz, (Vicario General de Vitoria), D. Domingo Yurramentdi Belaunzarán (Párroco- Arcipreste de Andoáin)...
 
D. José con un trienio (1922-25) en la Facultad de Filosofía obtuvo la Licenciatura en esa disciplina.
Seguidamente, pasó a la Facultad de Sagrada Teología donde en el cuadrienio exigido (1925-29) consiguió el Doctorado.
 
Con un año más en Comillas (1929-1930) sólo pudo obtener reglamentariamente el Bachillerato en Derecho Canónico. Obtuvo en su expediente académico comillas la calificación de “meritissimus” en todas las asignaturas. Todo ello constata su laboriosidad e inteligencia.
 
Al final de la Teología, los alumnos estaban suficientemente preparados para las Sagradas Órdenes. Así, en el último curso recibían por Navidades (16 de Diciembre de 1928) en la iglesia de la Universidad, el Subdiaconado: por Semana Santa, el Diaconado (21de Abril de 1929), de manos de Mons, Juan Bautista de Luis y Pérez, Obispo de Oviedo (1921-34), y al final del curso, el Presbiterado (25 de Julio de 1929), generalmente ya el Obispo oficiante será el de Santander Mons. José Eguino Trecu (1929-1961). Contaba el neopresbítero con la edad de 25 años.
 
La primera Misa la cantó en su Parroquia, de su natal villa de Escalante, bellamente engalanada, con asistencia de todos los suyos y el pueblo de Dios. Su compañero Dr. D. Agustín de la Fuente González glosó las excelencias del sacerdocio católico. De Ministro de Capa y Honor actuó el veterano Párroco, que lo había bautizado en 1904, D. José Lanza Barros y que ahora, gozoso, asiste a la primera Eucaristía como cimera de su vida de 67 años y Arcipreste de Siete Villas. Vuelve, pues, a aparecer la figura de D. José  Lanza, en otro de los momentos más importantes de su vida.
 
El cuso siguiente 1929-1930 vuelve a la Facultad de Derecho Canónico y obtiene el grado de Bachillerato en Cánones, como ya hemos escrito previamente.
 
Pero, a comienzos de septiembre de 1930, Mons. Eguino Trecu, refuerza el profesorado de su Seminario Diocesano de Monte-Corbán y enseña Latín y Griego en el Seminario Menor donde ejerce simultáneamente la docencia con la Prefectura de Disciplina y Sagrada Escritura en el Seminario Mayor. Así durante el sexenio (1930-1936) con plena satisfacción del Rector D. Efifanio Roiz González, de sus co-Profesores Dr. Rafael García y García de Castro, Dr. Lorenzo Bereciartúa Balerdi, Dr. Federico Rasilla Portilla, Dr. Agustín de la Cuenta González, Dr. Antonio Fernández Helguera... y de muchos de los alumnos.
 
 
La guerra interrumpe esta etapa santanderina del sacerdote de Escalante.
 
Cuentan que durante los años de la guerra, a riesgo de su propia vida, resguardó en su propia casa las joyas del Tesoro de la Virgen de la Cama, Patrona de Escalante, que si no, habrían sido saqueadas con seguridad.
 
Liberado Santander el 6 de Agosto de 1937, Mons. Equino que había perdido en la terrible contienda, sesenta sacerdotes diocesanos, le encomendó la dilatada Parroquia de Peñacastillo, dentro del municipio de Santander, con una iglesia neorrománica dedicada a San Lorenzo. 

Durante la guerra quedó convertida en cuartel de Ingenieros, desaparecieron dos retablos, los vasos sagrados... y la desmantelaron. Sufrirá años después (1960) un grave incendio, pero es reconstruida en 1963, hábilmente por el señor Párroco de la década de los sesenta, D. Mariano Garay Lisas. Territorialmente esta parroquia era muy extensa, de tan suerte, que de ella, en 1968 se erigieron cuatro: A saber, San Lorenzo en La Peña, con 2467 habitantes, San Joaquín en Campogiro con 1714 habitantes, Ntra Sra del Carmen en Nueva Montaña con 925 habitantes y San Martín en Primero de Mayo con 5115 habitantes. Pero en la inmediata postguerra era amplísima geográficamente y con una población equivalente a la mitad de la de ahora.
 
D. José Pila con la fuerte impresión de los sacerdotes desaparecidos, vilmente asesinados, torturados, algunos de ellos, alumnos muy queridos suyos, se aprestó celoso a la evangelización de sus fieles, a la promoción del perdón y el olvido, a la conciliación y a la indulgencia. También y de manera eficaz a la ayuda de los muchos huérfanos que dejó la contienda, dicen que él mismo, personalmente, lo hizo con muchos, y también dio apoyo y consuelo a los encarcelados. Por ello era querido, admirador respetado por todos. Del rencor y odio de una Guerra Civil, hizo nacer en los corazones de los fieles, el amor, el perdón...
En definitiva, sembrar el bien para todos, hacer parroquia hermanada, curar las llagas, perdonar… Ahora se dice y escribe fácil, en aquellos duros momentos, con la tragedia en la retina, tenemos que reconocer que tuvo que ser un papel complicadísimo el de D. José. 
 
Me consta una larga y cristiana conversación con mi abuela Manuela, cuando falleció mi abuelo Manuel Arriba Ferrant, a la corta edad de 36 años. También con mis tíos abuelos Milagro Arriba Ferrant y su esposo D. Braudano Pascual Reyero, con quienes tuve el honor de convivir hasta sus fallecimientos en su casa de Bilbao.
 
Como iba diciendo, para desempeñar este papel de buen cristiano, cultivó con la ayuda de los seminaristas de Monte-Corbán a partir de 1943 la Catequesis parroquial, que se impartía en los cuatro centros en que ahora ha quedado subdividida aquella inmensa jurisdicción parroquial. Visitaba las Escuelas de su término: Marqués de Estella, Camarrela, Ojáiz...
 
Fomentó con alma, corazón y vida, las vocaciones sacerdotales y religiosas que tan dentro de si tenía después de su estancia en el Seminario Conciliar.
 
Entre las vocaciones que llegaron a su término no olvido a Mons. Teodosio Herera Puente, Párroco-Arcipreste de Torrelavega; a D. Faustino Pardo Villa, Legionario de Cristo, Rector de la Universidad Anáhuac-Sur de México, D. F.; a D. Jesus Gil Fernández, Profesor, Párroco de Beranga; a D. José Luis Arteche Lanza, Vicecanciller del Obispado... (Añádase lo que proceda). Su trabajo viajó allende nuestras fronteras.
 
Además, me consta por conversaciones con mis antepasados, que promovió entre los obreros de las factorías enclavadas en territorio parroquial- y en otras regiones españolas-, el acudir a realizar los Ejercicios Espirituales internos, en la Casa Diocesana de Ejercicios de San Ignacio de Pedreña, en la finca de los Condes de Portillo, D José del Portillo Rubalcaba Chacón González de Agüero y Dña Fuensanta Valcárcel y Fontes de Portillo, en Pedreña. En los primero 36 años se celebraron 1800 tandas con 72000 ejecutantes. Estos obtenían dispensa de esos días de trabajo y una subvención económica para cubrir su estancia. Los frutos fueron copiosos, avivados por la revista “VEN”.
 
Pero también D José acudía a las industrias de la zona para  obtener ayudas eficaces que paliasen la gran penuria alimentaria de la posguerra. Talleres Corcho, Nueva Montaña Quijano, La Resinera, Ibero Tanagra le daban aquello que D. José repartía según la apremiante necesidad de sus convecinos, entre los enfermos, los ancianos… con gran discreción, sin que su mano izquierda supiese lo que hacía su derecha. 

También particulares y a título personal le ayudaron en su labor asistencial, cabe destacar la figura de D. Braudano Pascual Reyero, casado con Dña Milagro Arriba Ferrant, cuñada de su hermana Manuela Pila Jado (mi abuela materna). Ellos se sentían muy unidos a la familia Arriba Pila, no sólo por su relación de parentesco con mis abuelos maternos, sino también porque se hicieron cargo de mi madre, Dña. Clotilde Arriba Pila, con meses de edad, en plena guerra. 

D Braudano fue promotor de Cáritas en la provincia de Vizcaya, dónde residió hasta su fallecimiento. Esta obra asistencial de Cáritas Parroquial hizo mucho bien en el pueblo y por toda la zona. 
Con su ayuda, D. José promovió el espíritu misionero con obras como la Santa Infancia, que iba calando también en los mayores para la ayuda a los misioneros y misioneras de la vanguardia eclesial. Dirigía el Secretariado Diocesano de las Obras Misionales Pontificias su compañero Dr D. Antonio Fernández Helguera, que en 1946 pasa como Abad de la Colegiata a la Diócesis de Alicante (Orihuela-Alicante).
 
Vio con muy buenos ojos y ayudó en todo lo que pudo a la erección del Templo de Ntra Sra del Carmen, junto a los Altos Hornos de la Nueva Montaña Quijano, que con la presencia eficaz como coadjutor de Peñacastillo y Capellán de la empresa de D. Manuel Vélez López asistía cumplidamente en el cuidado pastoral de aquella dilatada feligresía.
 
Recreó las ramas de la Acción Católica con tanto vigor como en la ante-guerra. Hizo a una con la capital de la Diócesis una Misión General en 1942. Los frutos eran cuantiosos: el amor entre los fieles recrecido, el perdón de los desmanes de la guerra, restaurada la moderación de las pendencias, la conciliación de un pueblo sociológicamente mixto: industrial y agropecuario, pero con almas de buen talante, gran corazón, afán de olvido de la tragedia pasada y anhelo de unidos, enfrentarse vigorosos al porvenir.
 
D. José era un orador nato, de limpísima dicción, clara exposición, rigor académico, doctrina segura. Los que tuvieron el placer de escucharle así lo atestiguan. Mi madre, Clotilde Arriba, siempre me recordaba que el mejor sermón que había escuchado jamás fue el de su boda… Supongo que llevada también por la emoción del momento...
 
Era todo un caballero, educado, atento, fino, culto, señor, cercano, activo, celoso, piadoso, desprendido, dadivoso, a ¡cuántos enfermos sin subsidios aún dejó bajo la almohada el recurso preciso! Hoy ya no se puede saber el número, pero sabemos que muchos fueron los protegidos por su cristiana bondad y generosidad.
 
Con el concurso económico de la familia Cabrera cubría la pensión anual de los Seminaristas. estaba en todo y se desvivía por todos. 
 
Peñacastillo sintió muchísimo la marcha de D. José Pila Jado, era un universitario, gran orador, comprensivo, humano, abierto, cercano...; sumamente activo y cumplidor de los objetivos, campañas, planes, proyectos pastorales que propagaban en aquellos años del "Obispo bueno” -así llamaban a D. José Eguino-. 

Permaneció como Párroco de Peñacastillo durante 8 años (1937-1945).  Su figura aún hoy se recuerda con admiración, respeto, afecto y gratitud. Mi tía abuela Milagro en repetidas ocasiones exclamaba: "¡Cómo le querían en Peñacastillo, cómo lloraban cuando se fue!"
 
 
Regía la Diócesis de Jaén Mons. Dr D. Rafael García y García de Castro (1943-1954), que necesitaba llenar con clérigos selectos las grandes lagunas que le habían dejado la guerra.
Convocó, por ello, una oposición a la Canonjía Lectoral, que dentro del Cabildo ostenta el especialista en Sagrada Escritura. Leído el Edicto, D. José se presentó al concurso-oposición y obtuvo la canonjía de oficio Lectoral el 31 de Diciembre de 1945, por unanimidad de los capitulares jienenses, y ya se encardinó en la diócesis de Jaén. 
D. Rafael, que dio clases en el Seminario santanderino, conocía perfectamente al sacerdote llegado del Norte. Estaba satisfecho con su nombramiento.
 
Ya en el curso  1945-46 es Profesor de Psicología en el Seminario diocesano en que en 1859 el Obispo Andrés de Rosales Muñoz (1858-1864) autorizó los muros de Filosofía en el Colegio de Santísimo Sacramento de Jaén, en 1864 cedió parte de su palacio para seminario hasta que en 1899 se contruyó un nuevo edificio inaugurado en 1905, el Seminario de la Inmaculada Concepción y San Eufrasio. En este centro comenzó su docencia D. José Pila Jado.
 
Al curso siguiente 1946-47 explicó también Psicología, pero a partir de 1947 fue Profesor Titular de Sagrada Escritura.
 

El señor Obispo le encargó también la dirección del “Boletín Oficial de la Diócesis” iniciado el 1 de Marzo de 1858, suspendido en 1936, y suplido por el de Granada de 1936 a 1943, en que reanuda su publicación. D José Pila Jado le imprime el aire nuevo, que lleva hasta nuestros días.
 
D. Rafael le nombra Consiliario Diocesano de las cuatro ramas de Acción Católica y Delegado del Movimiento Diocesano de Matrimonios.

Da clases de Religión y Moral Católica en el Instituto de Enseñanza Media, de Jaén, las simultaneaba con las del Seminario.
 

Desde le principio obtuvo del Ordinario jienense las llamadas canónicamente “licencias perpetuas”, para el ministerio de la Penitencia, con lo cual era confesor asiduo en el templo catedralicio y de varias comunidades femeninas: Agustinas, Camelias, Clarisas y Dominicas del mismo Jaén capital.
 
Fue Prefecto de Estudios del Seminario para el control de la enseñanza impartida y Director de la revista “Seminario". Escribía también en los rotativos diarios "El Ideal de Jaén" y “La Voz de Jaén".
 
Por sus estudios de Derecho, fue también Examinador Prosinodal y Juez Prosinodal en el Tribunal Eclesiástico.
 
Fue muchos años Rector del Seminario Diocesano de la Inmaculada Concepción y de San Eufrasio.
 
Se conocía en el pueblo como muy fumador, su poca salud le
le obliga a renunciar a su cargo de Rector los dos últimos años y queda como Director y residente de la Casa Sacerdotal. Sus achaques se acrecientan, una progresiva afección renal, un persistente asma bronquial y una cardiopatía con lesión de corazón, que determinó su fallecimiento por infarto de miocardio. estaba asistido plenamente con los Sacramentos de la Iglesia, que le confirió un Padre Jesuita, de los que habitualmente residen en la Casa Sacerdotal y que a su lado leía la Recomendación del alma. Los moradores de la Casa asistían en religioso silencio. Eran las cuatro de la tarde del 25 de Noviembre de 1967. D José tenía 63 años de edad.
 
Conforme al Derecho Capitular las honras fúnebres se celebraron en la Catedral de Jaén en una grandiosa ceremonia presidida por el señor Obispo Dr. D. Félix Romero Menjíbar (1954-1970) acompañado por todas las Dignidades Canónigos, y Beneficiados. El Prelado destacó en la oración fúnebre los valores intelectuales del ilustre desaparecido, sus virtudes sacerdotales, su cercanía al pueblo, su desasimiento de los bienes terrenos y sus cualidades singulares para la predicación, la docencia y la dirección de almas.
 
La familia llegada de Santander y País Vasco, contemplaba emocionada las pruebas de afecto, amistad, admiración que hacia D. José prodigaban los cientos de asistentes a su Misa exequial. La verdad es que allá a dónde iba, terminaban queriéndole mucho, porque su gran corazón era aún más grande que su estatura física.
 
Aunque se le quiso dar cristiana sepultura en la Catedral de Jaén, la familia prefirió llevarlo a Escalante, para inhumar allí sus restos en el Cementerio Parroquial. Tres autobuses llenos de jienenses acompañaron a la comitiva hasta Bailén, donde este buen contingente de gentes amigas se despidió del sacerdote amado. 
 
El lunes 27 por la mañana se celebró en la Parroquia de Santa Cruz un solemne funeral, que presidió y predicó D. José Luis Samperio Haya, párroco de Escalante, desde 1940. Desde allí se pasó al cementerio donde fue inhumado en el panteón familiar.
 
Después de la valoración del ilustre finado hecha por sus compañeros de estudios, los Capitulares de Jaén y sus amigos de Cantabria, sólo me queda a mi recordar una faceta distitiva, un rasgo característico, una nota individuante de D. José, su amor excelso a nuestra Madre, la Virgen María, a la Sagrada Escritura, base de su predicación, de sus clases en el seminario y de sus guiones para los círculos de estudios. Enamorado de la Biblia, descubriendo sus inmensos tesoros pasó su vida como Jesús en su encuentro con los Discípulos de Emaús, abriendo el camino para que pudieran intuir la presencia de Cristo en nuestras vidas y la actualidad perenne de su ministerio y su mensaje. 
 

Todavía hoy se recuerda a D. José Pila Jado por muchas zonas de España, Cantabria, Jaén, País Vasco, Alicante… y eso a su familia, a la que me honra pertenecer, nos alegra sobremanera.
 
Dios le tenga en su Gloria y desde el Cielo, el tío Pepe, nos siga iluminando como hizo por su paso en este mundo, dando buen ejemplo de cristiano y enseñándonos que de la mano de María, la excelsa Madre de Dios y Madre nuestra, podemos llegar a Él, por su infinita Misericordia.
 
Mariami Zaballa Arriba
 
Bibliografía
 
Perfiles sacerdotales cántabros del siglo XX. Francisco Odriozola Argos
> Partida de Bautismo, Libro de Bautizados de Escalante.
> Diccionario de apellidos y escudos de Cantabria. Estvdio 2001.
> El Seminario Pontificio de Comillas… Camilo Mª Abad.
> Martirio y Ruinas.La Diócesis de Santander bajo la dominación marxista.
> Unión Fraternal, revista de los A.A. de Comillas.
> Diario Montañés, del 4 de Agosto de 2003.
> Boletín Obispado Jaén 105 (1967)
 
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