36 horas en la vida de María
Pasan dos horas, la casa comienza a entrar en verdadero ebullición y ella sale por la puerta. Dice un tenue “adiós” y sonríe. Ya en la calle, coge su nueva Honda Vision, que ella misma se ha comprado con el dinero ahorrado trabajando durante el verano, y se dirige a la UPC, donde le espera un examen de una carrera en la que yo jamás me habría aventurado, ingeniería industrial, y que ella está afrontando con una ilusión y un optimismo fuera de lo común.
Coincidimos de nuevo en casa a la hora de comer. Está exultante. ¡Ha aprobado! Tras una merecida siesta, prepara las fichas del equipo de voleibol que entrena. Como tengo la tarde bastante libre, me voy al pabellón a verla en acción. Es increíble lo que han progresado en dos años las niñas que tiene a su cargo. Se nota su mano. Entrenando es muy dura, no como yo, pero sus jugadoras responden y se nota que la quieren. Victoria contundente, 3-0, ¡además contra el Barça!
El sábado también inicia fuerte en tema deportivo. Juega su propio partido de voleibol y también gana su equipo, 31. Acto seguido, en la misma pista, fútbol sala. Mientras sus compañeras calientan, hace una pausa para comer un bocadillo que le ha ido a comprar Blanca, su hermana pequeña. Estamos en la máxima división nacional y ella es la capitana del equipo. Nos vamos a la media parte ganando 31 a Jesús María, nuestro gran rival. Sin embargo, las cosas se tuercen en la segunda y acabamos perdiendo 4-6. Será difícil mantener la categoría, pero no podemos dejar de luchar. Juega un partido estupendo y hasta es elegida en el quinteto ideal de los equipos federados de nuestro club, el Tremedal Fútbol Sala.
De allí, sin comer (siempre encontraremos un McDonald’s por el camino) salimos pitando para la Parroquia de San Sebastián de Pomar, en Badalona. El incansable Nacho Sánchez le ha pedido que haga un testimonio para un vídeo profesional que están haciendo, cuya finalidad es promover la Adoración. El realizador no es otro que Vicenç Vila, director de la película Yo Creo, quien, al verla, se sorprende de “lo mucho que ha crecido desde la última vez que la vio”.
Hablar en la cámara no es lo que más le guste, pero resuelve el tema con sencillez. Como Blanca y sus otros dos hermanos, Santi y Nuria, y su madre, Loles, los meses que puede sube conmigo al templo del Tibidabo, al Turno 29 de la Adoración Nocturna. Lo suyo no se trata de una conversión a los San Pablo, sino de haber hecho del rezar y estar ante Dios algo habitual, algo que es parte de nuestra familia…
Así transcurren, en un fin de semana cualquiera, 36 horas en la vida de mi hija mayor, María, católica, deportista, entrenadora, estudiante de ingeniaría… Loles y yo hemos hecho muchas cosas juntos, pero de nada estamos más orgullosos que de nuestros cuatro hijos. De verlos crecer, de contemplar cómo se hacen adultos, andando ellos mismos por la senda que deben recorrer, que no es otra que su camino de peregrinación hacia Dios.