Los "misericordiosos" leones de Nerón

De nuevo en el Sínodo se ha vuelto a decir que hay que volver a Moisés y aceptar el divorcio. Esta vez, el obispo que lo pedía, no argumentaba diciendo que aquel era más misericordioso que Cristo, sino que como hoy la gente es muy dura de corazón -como entonces- habría que ser más tolerantes -como entonces-. Y todos los que quieren el cambio, que no es otra cosa más que la demolición de la actual moral católica para edificar otro tipo de moral más dócil a lo que exigen los señores del mundo, insisten una y otra vez con lo de la misericordia, o con que la doctrina no se cambia sino sólo la pastoral, o con la idea de que la Iglesia tiene que estar abierta a todos y ofrecer a todos lo que cada uno quiera sin pedir nada a cambio. Se están poniendo tan pesados con el abuso del concepto de misericordia que van a lograr que algunos terminen aborreciendo ese maravilloso aspecto de la naturaleza divina.

Claro que una cosa es predicar y otra dar trigo. Mientras se habla de misericordia, se golpea sin piedad al rival. Porque eso de la misericordia se ve que no va para todos. Me refiero a que esta semana se ha producido una filtración interesada de una carta privada que 13 cardenales dirigieron al Papa expresando su preocupación por la metodología del Sínodo. Esta filtración ha servido para que los progresistas, los que quieren el cambio, los de la misericordia, cargaran ferozmente contra la minoría que se resiste a ese cambio en nombre de la fidelidad a las enseñanzas del Señor. Les han llamado paranoicos adictos a la teoría conspiratoria e incluso el padre Spadaro, un ilustre jesuita que dirige "La Civiltà Cattolica" ha llegado a escribir un twitt en el que les compara con una momia. Muchos nervios deben tener los progresistas para golpear de este modo, o, por el contrario, muy seguros deben estar de su victoria.

La minoría ortodoxa, sin embargo, no está cediendo a los golpes ni a las amenazas. Con valentía, muchos obispos intervienen tanto en el aula como en los "círculos menores" para defender a Cristo, a San Pablo y a una visión de la Iglesia que no se pliegue a las exigencias del mundo. Si los misericordiosos progresistas pensaban que la confrontación iba a ser un paseo triunfal, estaban muy equivocados. Y cuanto más insultan y atacan, más se desprestigian ellos mismos y a quien, supuesta y aparentemente, sirven y les protege. Si los que se dicen tus amigos se comportan como rufianes, es en tu cuenta donde apuntarán la deuda y serás tú quien tenga que pagarla. No han aprendido las lecciones de la historia. Los leones que devoraban a los cristianos, en realidad estaban acabando con Nerón. Si hubieran aprendido algo de San Juan Pablo II, sabrían que el mal se destruye a sí mismo.