"A todas las mujeres con independencia de su sexo", Cifuentes dixit
por En cuerpo y alma
La frase es surrealista, parece producto de una broma, de un concurso de disparates o de una obra de ciencia ficción o de humor. Otros pensarían que la ha dicho un niño chico, un aprendiz de la lengua española que se ha hecho un lío con las palabras, o sencillamente, alguien que no sabe lo que dice.
Pronunciada hace algo menos de un siglo, la habríamos oído en las obras de cualquiera de nuestros grandes autores cómicos, un Jardiel Poncela, un Gomez de la Serna, un Mihura o un Neville. Pronunciada hoy, en cambio, la escuchamos en boca de toda una Presidenta de la Comunidad de Madrid, que lo ha hecho en el contexto de las ayudas que proporciona la institución que ella gobierna a la reproducción asistida de las mujeres, para asegurar, -en román paladino, no en el artificioso lenguaje que ella utiliza-, que dichas ayudas se van a prestar en adelante, y gracias a sus gestiones, a todas las mujeres más allá de su orientación hetero u homosexual, que tengan o no pareja, que ésta sea un hombre u otra mujer o lo que a cada una le plazca. Algo que, por un lado, en una sociedad de las características de la que vivimos, y sobre todo en el catastrófico estado en que se encuentra nuestra pirámide demográfica, ni siquiera me parece objetable. Y que, por otro, tengo la impresión de que se produce ya, y la afirmación de la Sra. Cifuentes no tiene otro objetivo que el de darse un chapuzón de progresismo y ponerse una medalla que no le corresponde... nada nuevo bajo el sol de la política española.
Pero volviendo a las palabras de la Sra. Cifuentes, ¿le ha jugado a la presidenta de la Comunidad el lenguaje una mala pasada? La verdad es que no. La Sra. Cifuentes, y como ella tantos, no sólo utilizan con impostada naturalidad lenguaje tan retorcido y tan antinatural, sino que en el alto pedestal en el que se han autoinstalado, pretenden haber descubierto el gran secreto de la Historia, ese que el ser humano ha tardado varios miles de años en descubrir y que aún hoy les es reservado a unos pocos iniciados (pinche aquí para conocer otro caso), los cuales se hallan en la insoslayable obligación de esforzarse en trasmitirlo al resto de iletrados que componemos la especie: los sexos no son hombre y mujer, sino tantos como uno desee y sea capaz de imaginar (pinche aquí para conocer los “veintidós” sexos existentes). Por la misma regla, algún día tampoco lo será la especie, y podremos ser hombres o monos (u hormigas) según imaginemos.
Preocupante la velocidad a la que se implantan en la sociedad los postulados de la ideología de género y los disparates a los que puede conducir y de hecho está conduciendo. Ahora bien, si les digo la verdad, no menos preocupante la segunda derivada que la declaración de la Sra. Cifuentes revela: la bastardización y la banalización del lenguaje a la que acudimos inanes. Antes, para convencer a alguien de algo, y tanto más cuanto más absurdo fuera, cuanto más malo, cuanto más amoral, cuanto más indefendible, había que, por lo menos, devanarse los sesos buscando los mejores argumentos: hoy, como se ve, basta con cambiar el significado de las palabras.
Que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Mañana seguimos.
©L.A.
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