Domingo, 24 de noviembre de 2024

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El cardenal Antonelli advierte del peligro

por Palabaras para vivir

 Las declaraciones del cardenal Antonelli sobre lo que pasaría si se admite a la comunión a los divorciados vueltos a casar ponen el dedo en la llaga de uno de los mayores problemas con que hoy se enfrenta la Iglesia. No se trata, como algunos ingenuamente puedan pensar, de ser más o menos misericordiosos con unas personas que han visto, con culpa o sin ella, como se rompía su proyecto de vida matrimonial. Se trata de suprimir la condición fundamental para acceder a la comunión: el estado de gracia. Una vez que esta se suprima, podrán acceder a ella no sólo los divorciados, sino también los que conviven sin casarse y, por qué no, el resto de las personas, al margen de los pecados que tengan: adúlteros, corruptos, violadores, asesinos...... Una vez que la puerta se abra, es cuestión de tiempo y de presión social para que la apertura sea completa.

Esto, como señala el cardenal Antonelli, devaluaría la Eucaristía, la convertiría en un mero rito formal, en un gesto de fraternidad, haciendo olvidar la presencia sagrada del Señor que hay en ella. Además, como también indica el mismo cardenal, perjudicaría notablemente la imagen del papa y de los obispos, pues si un Papa es capaz de desautorizar a sus predecesores en un tema tan grave, ¿qué valor hay que dar a las enseñanzas de los Papas -de él mismo, sus predecesores y sus sucesores- en cualquier otro tema? Desde ese momento, todo el dogma y la moral católicos quedarían afectados del relativismo y desaparecería el concepto de verdad entendida como tal, es decir como algo inmutable ligado a la naturaleza misma de las cosas. Si lo que hoy es verdadero mañana puede no serlo, no merece la pena considerarlo verdadero; o la verdad lo es para siempre o no es verdad.

Por eso tantos están, estamos, dando la batalla para evitar que se apruebe la comunión de los divorciados vueltos a casar. No es que no tengamos misericordia, o que seamos crueles como nos están diciendo nuestros enemigos. No es, ni mucho menos, que estemos contra el Papa, porque no creo que el Papa quiera destruir la Iglesia. Lo que sucede es que somos conscientes de lo que sucedería si se aprobara esa medida: sería el principio del fin de la Iglesia católica y su edificio se desmoronaría rápidamente. Es una batalla que hay que dar con toda firmeza y que hay que darla, por desgracia, no sólo contra los enemigos de fuera -que manipulan continuamente las palabras del Papa- sino también contra los de dentro. Son muchos los obispos y cardenales que o bien no se dan cuenta del peligro o quieren construir otro modelo de Iglesia, quizá para justificar sus propias miserias, y utilizan lo de la comunión de los divorciados para lograrlo.

Vamos a vencer porque Cristo prometió que nunca su Iglesia quedaría derrotada por el enemigo. Pero la batalla hay que darla, algunos la estamos dando, y no está siendo fácil. La oración es nuestra principal arma, pero también hay que usar otras, las que nos permiten los medios de comunicación, como esta entrevista hecha al cardenal Antonelli y difundida hoy ya en cuatro idiomas por todo el mundo.

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