Una fundadora entrada en años y feliz
Una fundadora entrada en años y feliz
por Duc in altum!
Haciendo un proyecto de memoria histórica sobre la vida y obra de la Sierva de Dios Ana María Gómez Campos (18941985), cofundadora de las Hijas del Espíritu Santo, me encontré con una fotografía peculiar, interesante. Lejos de ser una producción de estudio, fue tomada en un ambiente informal, muy natural. En ella, aparece la M. Ana Ma. entrada en años; es decir, en la madurez de su vida, pero refleja algo en la mirada que solamente puede explicarse desde un punto de vista teológico. Siempre se ha dicho que los ojos son “el reflejo del alma”. En este caso, no cabe la menor duda que así es. Se nota el paso de los años, de las pruebas tan desafiantes que implica fundar una congregación; sobre todo, si hay colegios de por medio, pero, al mismo tiempo, transmite paz, madurez, la certeza de saberse en las manos de Dios, no obstante las incertidumbres del contexto histórico. ¡Se antoja llegar a la vejez de esa manera! Ni una muestra de amargura. Antes bien, la felicidad de jugársela por Jesús Sacerdote y Víctima.
Hay gestos que desmotivan. En la fotografía, por el contrario, se percibe un eco de lo que es el cielo. No de las nubes renacentistas, sino del sentido pleno de vivir en Dios. Las personas que se dejan hacer por el Espíritu Santo, tarde o temprano adquieren el “color”, el estilo de Jesús. La M. Ana María, en medio de la persecución religiosa que fue tan característica del México post revolucionario, tuvo que educar en la clandestinidad, apoyándose en una fe sólida. Ella fue una mujer de grandes respuestas a complejas preguntas. Más que preocuparse, ¡se ocupaba!, ¡sabía empezar de cero proyectos muy difíciles en el orden humano y material! Hoy día, nos cuesta comprometernos, afrontar retos; sin embargo, ¿acaso olvidamos que para Dios no hay imposibles? Ella lo pudo palpar a lo largo y ancho de su vida.
Aquí está el sello de la fidelidad a prueba de todo. No se trata de un entusiasmo de día y medio, sino de años que echaron raíces. Descubrió en la educación de los niños, adolescentes y jóvenes, el sentido de su vocación religiosa. Cuando fundaba alguna casa o escuela, cuidaba hasta el más mínimo detalle. Lo hacía, porque estaba convencida de que el ambiente influye en la educación y en la formación de las nuevas generaciones que son el futuro en potencia. La confianza, esa seguridad que inspira, no le venía de abandonarse a sus propias fuerzas, sino de haber llegado a la conclusión de que Dios permanece en medio de las dificultades, ¡de la cruz! Por lo tanto, seamos católicos coherentes, hombres y mujeres con ilusión. Vale la pena.
Más información: www.hijasespiritusanto.org.mx o, en su caso, al correo del editor del blog (parte superior-derecha).
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