En la División Azul
H. José M.ª Savidó Fàbregas
, S.J.(Lisboa 01/04/1922 – San Cugat del Vallés, Barcelona, 23.07.2015)
Josep M., como St. Antonio, nació en Lisboa. No sabemos muy bien por qué, ya que sus
raíces están en St. Feliu de Guíxols (Girona).
De su vida antes de entrar en la Compañía, todos sabíamos algo fuera de lo normal. Que
fue a la "División azul". Curiosamente se encontró con un hermano suyo que murió en
Leningrado. Tampoco sabemos el motivo, aunque parece que no fue puramente
idealista. Él nunca hablaba. Era hombre de pocas palabras y mucho más sobre este
episodio.
Un detalle que vale la pena destacar es el extraordinario cuidado y delicadeza que tuvo
de su madre mientras estuvo en Barcelona. Después ella fue a la Argentina con su hija y
él ingresó en la Compañía de Jesús. Tenía 26 años. Su actividad profesional hasta ese
momento fueron los números: administración y contabilidad.
Pero cabe mencionar que en Can Comas había aprendido, como una segunda vocación,
a hacer de pastelero. Y en las fiestas familiares tenían éxito sus pasteles. Cualidad
desconocida por los compañeros jesuitas.
En la Compañía, más de 50 años ha estado dedicado a la administración y contabilidad
en todas partes donde ha ido: ya en Veruela, una vez terminado el noviciado, Residencia
del Palau (Barcelona), en la Gregoriana de Roma, casa de Escritores en Madrid. Donde
más tiempo ha estado, casi la mitad de su vida, es en la Administración de la Provincia
Tarraconense. Pero yo pienso que donde mejor se lo pasó fueron los 17 años de Palma
de Mallorca. Allí era el dueño y hacía lo que le daba la gana. Y aún después colaboró
haciendo cientos de fotocopias en la magna edición, en tres volúmenes, de la Historia de
Monti-Sión.
Ya en Sant Cugat, en esta "jubilación forzosa" que a todos nos llega, durante 6 años ha
sido un valioso colaborador del Archivo de la Provincia, escaneando páginas y páginas
de libros y documentos, tanto de la Antigua Compañía como de Filipinas. Así es como
el Archivo puede facilitar a los consultores un importante fondo digitalizado.
Y para descansar hacía solitarios y llevaba un control exacto -como buen contable- de
los que salían en la primera o debía repetir.
Este es, brevemente, el hombre visto desde fuera.
Pero todos los creyentes tenemos una vida, por dentro, que a menudo queda escondida,
Una vida que da consistencia. Una vida que exponemos al Señor con sinceridad, en los
momentos de oración silenciosa. Una vida llena de sentido, iluminada con la Palabra de
Dios y alimentada con el Cuerpo de Cristo. De esta vida nos han hablado los textos que
hemos leído de la Escritura, en la misa de su funeral.
Son unos textos que he escogido porque abren una perspectiva luminosa en nuestra
existencia. Y que, por lo tanto, vale la pena tener presentes en estos momentos: Efesios
1, 17-20 y Juan 17, 20-26.
Francesc Casanovas, sj
Barcelona, 06.08.2015