Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Virtudes teologales. La Fe

por Juan del Carmelo

Como sabemos, tres son las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, y ninguna de ellas se pueden separar de la otra. Ninguna de ellas es capaz de existir sin las otras dos. Lo cual quiere decir que las tres crecen y decrecen en el alma humana, al unísono. Ahora vamos a ocuparnos de la fe, que es la virtud base, donde se asienta toda la vida espiritual de una persona, porque si no hay fe, apaga y vámonos. Por algo se enumera en primer lugar la Fe, por delante de la Esperanza y de la Caridad, ya que ella es la piedra angular, el primer peldaño de la escala hacia Dios. Conviene empezar distinguiendo entre fe y evidencia. Tengo fe en que existe Melbourne en Australia, aunque nunca he estado allí, porque tengo confianza en los que me dicen que existe y mi razón corrobora esta existencia, pero no tengo fe en la existencia de Londres, porque he estado allí y mis ojos la han visto, antes tenía fe, pero esta fe desapareció transformada en evidencia, cuando vi por primera vez Londres. Con respecto a la fe, nadie tiene evidencia de la existencia de Dios, salvo casos muy concretos en que Él, se ha aparecido privadamente, cual es por ejemplo el caso de Santa Teresa de Jesús. Todo el mundo tiene fe o carece de ella, pero no evidencia, de la misma forma que nadie absolutamente nadie, ha tenido jamás ni tendrá una evidencia de la no existencia de Dios. El desarrollo de nuestra vida espiritual, se asienta sobre la base de la fe y no de la evidencia. La fe es un regalo que Dios nos hace, pues cada día que pasa y cada acto de amor que realicemos al Señor, está apoyado en la fe y nos genera unos méritos incalculables para el día de mañana. Más de un santo ha rezado para que ninguna criatura celeste se le apareciese, a fin de mantener incólume el edificio de su fe, y no ser privado de los beneficios de esta, por razón de una posible evidencia. Un amigo le dice a otro: Fulano tiene una fe tan grande que le hace vibrar, y el amigo le responde: todos tenemos fe. Y el, le replica: Sí casi todos tenemos fe, pero no vibramos. Tenemos una fe teórica y durmiente, no es una fe viva, es una fe muerta. Y desgraciadamente así es, vemos muchas personas que cumplen escrupulosamente con el precepto dominical, incluso comulgan y llevan a sus hijos a misa, pero cuando salen de la iglesia se olvidan, ellos ya han cumplido; ¿qué más se les puede pedir? Incluso los, hay que son de misa y comunión diaria y sin embargo tampoco vibran. No son capaces de arrodillarse ante un sagrario, de mirar con arrobamiento, con embelecimiento al Santísimo y simplemente mirarlo, sin decirle nada. Hay muchas cosas que se le pueden decir: ¡Señor te amo!, estoy loco por Ti, por el amor que me das, o sencillamente quedarse mirándolo sin decir nada. Estoy seguro que cuando él o ella, eran jóvenes, pelaban la pava simplemente con las manos cogidas y sin hablarse, mirándose a los ojos. Pues bien esto es lo que quiere el Señor de nosotros: que vibremos por Él, que le amemos loca desesperadamente, que le miremos a los ojos, con ojos de enamorados, porque Él es el mendigo del amor, está continuamente mendigando nuestro amor, y no solo el domingo, sino día y noche los trescientos sesenta y cinco días de cada año, de nuestra egoísta y apegada vida a este mundo. Pero eso sí, no nos apasionamos por Él, pero si nos apasionamos por la política o por el futbol, hasta tenemos periódicos de grandes tiradas de carácter deportivo, que no me explico cómo llenarán páginas y páginas, para apasionar más al personal, tal como dicen en los pueblos. Hablas con un forofo del equipo que sea, y uno se queda sorprendido de la pasión que el forofo pone en lo que dice y como razona. Le dices que es más cómodo ver un partido de futbol por televisión, que se ve mejor y más cómodamente, y como si lo insultases, te mira con desprecio, porque eres un ignorante que no comprende, cómo se desbordan las pasiones en un campo de futbol, como se vibra presenciando en vivo el espectáculo. Y no digamos la política, los hay que se compran tres y cuatro periódicos diarios, y ven varias veces los mismos telediarios que dicen las mismas cosas. Y mientras tanto el Señor solo en su sagrario, acompañado por una o dos monjas contemplativas, y eso donde escasamente las hay. No me parece mal la diversión y si así se divierte uno, sea en el deporte o en la política, ¡estupendo! peor es divertirse de otra forma. Pero cada uno de nosotros debemos de tener una escala de valores y actuar en función de ella y en la cúspide de esa escala debe de estar nuestra fe, una fe vivida, una fe que nos haga vibrar, cada día, cada hora, cada minuto del tiempo que estamos pasando en esta vida, pues ese tiempo. El tiempo que tenemos no nos pertenece, nos lo ha prestado Dios para que le demostremos nuestro amor a Él. No malgastemos el tiempo, porque él es la sustancia de la que está hecha nuestra vida y concretamente la parte más fundamental de ella que es la espiritual. Siempre necesitamos aumentar nuestra fe, porque cuanto mayor sea ella, más arderá nuestro corazón en amor al Señor y seremos más conscientes de la necesidad de vibrar al ritmo de nuestra fe. Y, si no nos nace el deseo de tener más fe, ¿Cómo podemos agrandarla? La fe es un don divino, que el Señor solo prodiga a los que perseverantemente se lo piden. El maligno siempre busca la forma de sembrar dudas en nuestra fe, porque él muy bien sabe que si logra destruir o al menos debilitar la fe de un alma está ya va caminando hacia él. El alma con fe, en saldos de números rojos o negativos, esta irremisiblemente reprobada. Y que nadie piense ni me diga, que la misericordia de Dios es infinita, pues aunque lo es, primeramente hemos de creer en que Dios existe, pues si él no existe tampoco existe su misericordia. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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