Hoy, enfermarse es un lujo

 El Papa Francisco, desde su llegada a la cátedra de Pedro, ha desarrollado una crítica muy interesante -y propositiva- sobre el actual sistema económico. Por esta razón, habla de la “cultura del descarte”, aquella que surge cuando se idolatra al dinero. En el campo de la salud, es posible comprobar con mayor certeza a qué se refiere. Por ejemplo, resulta un escándalo ir a la farmacia (o botica) y perder gran parte del sueldo quincenal. Aunque se deba a la “bipolaridad” del mercado, se trata de una serie de productos de primera necesidad. De hecho, gravarlos, es una injusticia, tomando en cuenta que no es un gasto superfluo; es decir, algo de lo que se pueda prescindir para ahorrar. Estamos de acuerdo con que ningún laboratorio está en condiciones de laborar sin activos, pero hay que evitar la especulación y, sobre todo, el abuso. El que se trate de productos indispensables para mejorar la calidad de vida, no da ningún derecho a sobrepasar el precio que les corresponde en realidad.

  Hoy día, enfermarse es un lujo y esto no puede ser visto como algo normal, común. Es verdad que los Estados han implementado una serie de medidas legales para evitar que los consumidores se queden en estado de indefensión; sin embargo, tales mecanismos deben vincularse con otras medidas. Aunque los subsidios gubernamentales no deben ser el “modus operandi” permanente, conviene emplearlos cuando por los efectos de una crisis, se dispare el precio de cierta medicina de alto consumo, pues en primera instancia hay que controlar la situación y, por ende, evitar un detrimento de la economía de las familias; sobre todo, aquellas que tienen menos oportunidades.

  Ahora bien, los medios de comunicación también tienen una seria implicación en el tema, pues cuando existe un riesgo de pandemia, deben informar con objetividad, evitando sembrar el terror al difundir cosas que nada tienen que ver con la verdad científica de las mismas. En otras palabras, hablar claramente pero sin favorecer la especulación mediática, ampliamente criticada por el Papa, pues sus efectos resultan injustos, al golpear a la sociedad que se va endeudando poco a poco, máxime cuando falta la cultura del ahorro.

  No hay que abusar del estado de necesidad en el que se encuentran muchos pacientes. Esto debe trabajarse desde las facultades y ser protegido eficazmente por las diferentes legislaciones. Buscar alternativas que permitan atender una enfermedad de la mejor manera posible, al punto de que no se acabe el patrimonio familiar.