Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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Los "amigos" de Francisco

por Palabaras para vivir

El Santo Padre lleva ya varios meses dedicando sus palabras en la audiencia general de los miércoles al tema de la familia. Esta semana ha dicho algo que merece la pena destacar. "Asumamos seriamente la responsabilidad que se desprende de este vínculo indisoluble", ha afirmado, refiriéndose al sacramento del matrimonio. No es que ésta sea una expresión nueva o revolucionaria. Es, incluso, elemental y en la más plena sintonía con la doctrina bimilenaria de la Iglesia. No debe sorprendernos, pues, que lo haya dicho el Papa. La noticia no está ahí, sino en el hecho de que justo esta misma semana se ha conocido el informe elevado, a la comisión que prepara el Sínodo sobre la familia, por parte del Episcopado alemán.

Los obispos alemanes piden, como hace unos días ya dijo su presidente, el cardenal Marx, que las Iglesias locales puedan adoptar soluciones pastorales al margen de lo que decida el resto de la Iglesia universal. Se refieren en concreto a la comunión de los divorciados y a la aceptación de la homosexualidad. Argumentan a favor de ello en el hecho de que la mayoría de los católicos alemanes no entenderían ni aceptarían otra cosa.

Lo primero que se me ocurre ante esta petición de los obispos alemanes es que muy mal deben estar viendo el Sínodo desde el punto de vista de sacar adelante sus tesis, como para reclamar abiertamente que a ellos les dejen ir por su cuenta si no sale lo que promueven. Esa petición no sólo es absurda -¿se imaginan que un divorciado alemán pudiera comulgar en su país y no en España, por ejemplo, cuando va de vacaciones?- sino que implicaría de hecho la pérdida de una de las notas definitorias de la Iglesia, la unidad. Que algo tan evidentemente imposible lo propongan los supuestamente inteligentes obispos alemanes, da idea de lo mal que deben ver el futuro para el triunfo de sus tesis.

Pero, además, intuyo otra cosa: la creciente separación pública entre el Papa y las tesis divorcistas. Es verdad que el Santo Padre ha alentado el debate en torno a la cuestión y lo ha hecho desde el inicio de su pontificado, al elogiar al cardenal Kasper diciendo que estaba leyendo uno de sus libros, y al proponerle como relator en aquel consistorio tan polémico. Pero esto ha sido interpretado por casi todos como un apoyo del Pontífice a las tesis de Kasper y sólo muy pocos, entre los que me cuento, nos hemos negado a aceptar eso. El Papa apoya el debate, pero no necesariamente apoya lo que Kasper defiende. He repetido una y otra vez, que ese apoyo a la discusión puede ser discutible, pero que ésta no se habría producido si el Santo Padre no hubiera mostrado ese apoyo a Kasper (no a sus tesis); también he dicho hasta la saciedad que aunque la discusión está teniendo consecuencias negativas, como el aumento de la confusión, también tiene algo bueno: que salga a la luz lo que hay en lo oculto de los corazones y que aquellos que piensan como los obispos alemanes y que hasta ahora guardaban silencio, hablen abiertamente y se identifiquen; conocer el alcance de la enfermedad, es imprescindible para curarla.

Me han acusado de estar contra el Papa por defender la doctrina tradicional de la Iglesia -que no defiendo solo, gracias a Dios, sino junto a personas de tanta importancia como el cardenal Müller- y he dicho una y otra vez que los que me acusan de ir contra Francisco son los que están dando por supuesto que el Papa apoya tesis contrarias a esa doctrina y que eso sí que es insultar al Papa. Los supuestamente amigos y defensores de Francisco son, precisamente, los que, quizá sin quererlo, están diciendo de él que defiende tesis consideradas erróneas por sus predecesores. ¿Y qué pasará si el Papa, como se desprende del mensaje de esta semana sobre la familia, renueva la validez de la doctrina y de la pastoral bimilenaria de la Iglesia? Por lo menos, sus supuestamente amigos tendrían que pedirle perdón a él por haberle considerado poco menos que un hereje, y pedirnos perdón a aquellos a los que han insultado diciéndonos que estamos contra el Papa, precisamente porque nos hemos negado a considerar que eso pudiera suceder.

No sé si las palabras de esta semana del Papa representan un punto de inflexión. No sé si lo que piden los obispos alemanes servirá para que se terminen de dar cuenta otros obispos de que ese no es el camino. Pero creo que de ahora en adelante cada vez va a ser más evidente la separación entre el Pontífice y las tesis divorcistas y me gustaría que los que me insultan diciendo que no estoy con el Papa Francisco porque rechazo la comunión de los divorciados se lo pensaran mejor, porque lo más probable es que los que no están con el Papa Francisco sean ellos. Con "amigos" como esos, ya no hacen falta enemigos.

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