Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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El escapulario del Carmen

por Juan del Carmelo

Hubiese querido antes de publicar este post, haber publicado otro referido a la importancia que tienen en la vida espiritual los sacramentales, pero la proximidad del día grande del Carmelo, me ha obligado a rendir primeramente y ante todo un homenaje a nuestra Señora la Virgen del Carmen y por ello me quiero referir a este sacramental tan importante y decisivo en la salvación de muchas almas y su redención del purgatorio que es el Escapulario del Carmen. Se llaman sacramentales a los signos sagrados instituidos por la Iglesia, cuyo fin es el de preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos, es decir, la gracia divina, y santificar las diversas circunstancias de la vida. Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan para recibir la gracia y se disponen a cooperar con ella. Las gracias nos vienen por nuestra respuesta de amor a Dios y de verdadera contrición del pecado, a lo cual el sacramental debe motivar el ejercicio del sacramento. Los sacramentales son siempre vehículos de gracia, y el escapulario del Carmen es un sacramental. Corría el año de 1251, concretamente 16 de julio de ese año, día de celebración de la festividad de la Virgen del Carmen, es decir hace 758 años, cuando el Prior general de la orden del Carmen, el inglés San Simón Stock, recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían a Ella. En su oración la llamó “La flor del Carmelo” y “Estrella del Mar” y le suplicó la protección para toda la comunidad. En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa: "Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno". Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos seglares con el tiempo, fueron sintiendo la llamada a vivir una vida más comprometida con la espiritualidad carmelita y así comenzó la Cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos seglares por medio de la devoción a la Virgen del Carmen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario, a los seglares que deseen recibirlo. El seglar que desea vivir en el espíritu del Carmelo, sustituye el hábito carmelitano por un escapulario que en definitiva representa un pequeño hábito, al ser un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café con leche, el color del hábito carmelitano, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa, y junto con el Rosario y la Medalla milagrosa, el escapulario es uno de los más importantes sacramentales marianos. Actualmente en lugar del escapulario de tela, se puede usar la medalla-escapulario que tiene en una cara la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y la imagen de la Virgen del Carmen en su reverso. Esto fue una concesión en 1910, del papa Pío X. Esta concesión fue hecha a petición de los misioneros en los países del trópico, donde los escapularios de tela se deterioraban muy pronto. Varios papas, han explicado y confirmado este privilegio mariano, que según la promesa a San Simón Stock, quien tenga la devoción al “Escapulario del Carmen” y lo use constantemente, recibirá de nuestra Señora la Virgen en su advocación del Carmen, a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia, es decir estar sin pecado mortal o la gracia del arrepentimiento. Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de nuestra Señora. También existe la tradición de que la Virgen todos los sábados saca del purgatorio a sus hijos perseverantes en el uso del escapulario, como signo de amor de ellos a su Hijo y a Ella. En la biografía de San Juan de la Cruz y en referencia al momento de su muerte, se relata que toda la tarde del viernes, cuando ya estaba en estado agónico, se la pasó preguntando qué hora era, pues deseaba ardientemente morir en sábado y así fue. Toda madre y más nuestra Madre celestial, siempre trata de cobijar a sus hijos. Envolverse en su manto es una señal amor muy filial por parte nuestra y muy maternal de protección y cuidado por parte de Ella. El escapulario es el símbolo de nuestra consagración a María, de pertenencia a nuestra Madre celestial. Es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Quien lleve el escapulario debe estar consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. El escapulario por sí solo no salva. No es ningún amuleto mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. Mons. Kilian Lynch, antiguo Prior general de la Orden del Carmen nos dice: No lleguemos a la conclusión que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos... Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la “omnipotencia suplicante” de la Madre de la misericordia. Los papas reiteradamente han alertado, acerca de no abusar de la promesa de nuestra Señora, como si nos pudiéramos salvarnos solo por el hecho de haber llevando el escapulario sin conversión y sin vivir su espíritu. El Papa Pío XI nos advierte: “aunque es cierto que la Virgen María ama de manera especial a quienes son devotos de ella, aquellos que desean tenerla como auxilio a la hora de la muerte, deben en vida ganarse dicho privilegio con una vida de rechazo al pecado y viviendo para darle honor a nuestra Señora. Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación, es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos, es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de nuestra Señora. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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