Esclavos del yoismo

Un tipo se miraba tanto al espejo que buscaba ser el más guapo, a imitación de la reina del cuento, el más perfecto, estaba enamorado de sí mismo. Era un puro yoismo de libro de psiquiatra. Nadie le podía decir nada, porque vivía aislado de todos.

Se encontró con quien paga y manda y le prometió buscarle un espejo con relieve, con voz, con tres dimensiones, con sonido estereofónico. Lo aceptó de rodillas, como buen narciso de su egoísmo.

De tanto mirarse en el espejo mágico, el guapo perdió la razón por completo. Abandonó la fe en sí mismo. Andaba de rodillas tras quien paga y manda. Quien le compró una cadena de caniche.

El miembro de la secta secreta estaba contento con su conquista: disponer de un perrillo humano que hablaba, aunque fueran sandeces como molinos de viento.

Cuando el que paga y manda llegaba a su misa decía:

-Señor, que bueno eres por darme a un humano de animal de compañía. Aunque no me detendré hasta conseguir disponer de una reala de perros humanos y acabar con la droga de la libertad individual  y personal.

 Y salía del templo, completamente satisfecho y espiritualmente se sentía como los negreros de la centuria decimonónica.

Esto le pasará a todo el que se mira al espejo, y no ve a quien todo lo compra y manda.

Tomás de la Torre Lendínez

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