Santa Hildegarda y el miedo
Santa Hildegarda sabía que el miedo se manifiesta de muchas maneras. Miedo a los otros, a lo desconocido, a Dios, a la propia vida, a los animales, miedo a las enfermedades, miedo al cáncer, miedo a perder la cabeza, a la vejez, etc. Siempre hay un miedo rondando, que nos puede someter o no.
Esta manera de ver las cosas implica una sumisión a un pensamiento basado en el determinismo, como si cada ser humano no fuese un hijo de Dios del cual Él se ocupa amorosamente en la medida que nosotros le dejemos actuar. Ella nos da unas claves para superar ese primer peldaño de falta de esperanza y de fe.
Santa Hildegarda de Bingen nos decía que hemos de considerar la salud en su totalidad —con sus componentes físicos, mentales y espirituales—. La salud depende del estilo de vida que llevemos, incluyendo el manejo de nuestras emociones, de nuestros sentimientos y de cómo nos alimentemos.
Como ya sabemos Santa Hildegarda propone seis reglas –que llama de oro– para conducirnos bien en la vida y que, por ahora, no me voy a cansar de repetir :
1. Que tu comida sea tu medicina.
2. Utiliza para conservar y recuperar tu salud los remedios que te proporciona la naturaleza.
3. Procúrate una alternancia natural de sueño reparador con el ejercicio adecuado.
4. Consigue un equilibrio razonable entre el trabajo y el descanso, en el sentido de "Ora et labora”. Que el Dr. Strehlow traduce así ora, lee y trabaja.
5.Purifica tu cuerpo de sus toxinas mediante baños, sauna y otros procesos de desintoxicación.
6. Transforma tus rasgos psicosociales negativos en actos generosos y de amor que te llenen de alegría espiritual, vitalidad y humanidad.
Por lo tanto, el objetivo de cualquier verdadera medicina humanista debe ser la prevención de las enfermedades, incluso antes de que se manifiesten y, si caemos enfermos, aprovechar en lo posible los métodos naturales para restaurar la salud.
Lo que te estoy diciendo querido lector es que abras tu corazón al poder curativo divino. Las causas reales de la mayoría de las enfermedades están en nosotros, se originan en nuestra esfera emocional y espiritual. Por lo tanto, tratar de afrontar una enfermedad grave ( por ejemplo un cáncer) con un planteamiento terapéutico (que únicamente contemple el aspecto físico) con cirugía, radiación y quimioterapia sin eliminar bloqueos o heridas emocionales, y sin tener en cuenta la dimensión espiritual del ser humano, a medio y largo plazo, será muchas veces infructuoso.
Los seres humanos tenemos un profundo anhelo de tener una vida llena de sentido, nos sabemos creados para el amor y la inmortalidad, y tenemos un fuerte sentimiento de ser seres únicos y valiosos. Muchas personas, por desgracia, llevan una vida muy chata, vacía de sentido, sin trascendencia, sin Dios. Muchos sufren porque nunca han hecho algo significativo en su vida. Otras personas se quejan de que nadie se preocupa por ellas y del hecho que a nadie le importe si viven o si se mueren.
La sensación de ser inútil, prescindible y sin amor, debilita a las personas y las enferma. Algunos no pueden soportar el vacío de su vida e intentan llenarlo con sucedáneos : la adicción al trabajo, el alcohol, las drogas, la obsesión sexual etc.
Todos hemos experimentado alguna vez que sentirse amado y amar a los demás, tiene fuerza suficiente como para cambiar toda una vida.
Practicando los consejos de santa Hildegarda, cambiando nuestro estilo de vida, que incluye también nuestra forma de alimentarnos, podemos mantener o recuperar nuestra salud de manera muy eficaz.
Podemos descubrir en nosotros (todos los bautizados, que estamos en gracia de Dios, somos templos del Espíritu Santo) la fuerza que nos permite dejar atrás una vida chata y mirar el futuro con esperanza y experimentar que la vida vale la pena de ser vivida.
Me permito insistir, porque hoy en muchos ambientes está muy olvidado, en la importancia de la regla número cuatro ya que, de la misma forma que el alimento es necesario para mantener sano y en vida nuestro cuerpo físico, de manera semejante, la oración es imprescindible para mantener la vida y la salud de la parte espiritual del hombre.
Si seguimos este plan de vida, seremos capaces de amar sin límites, de relacionarnos con la gente de manera positiva y de vivir en armonía con nosotros mismos y con el mundo. Un foco de amor y armonía irradiará de esa forma a nuestro alrededor y contribuirá a crear una verdadera “ecología” en lo personal, lo social, el universo y el mundo espiritual. Santa Hildegarda nos ilumina y nos brinda la oportunidad de vivir una vida digna y llena de sentido.
Juan Antonio Timor