El riesgo de no optar por ninguna vocación
El riesgo de no optar por ninguna vocación
por Duc in altum!
Todos tenemos una vocación; es decir, alguna de las opciones que la Iglesia nos propone: matrimonio, vida consagrada, soltería, sacerdocio, etc. Obviamente, al tratarse de un misterio de Dios para cada uno, se va revelando poco a poco, paso a paso. Esto implica hacer un proceso valiente, sincero, con el objetivo de tomar una decisión vital, pues se trata de saber elegir aquella vocación con la que nos sintamos más identificados. Ahora bien, para poder encontrar nuestro lugar en el mundo y en la Iglesia, hay que estar alertas, pues existe el riesgo de quedarse varados a medio camino por miedo o comodidad. Al principio, es normal dudar, no saber por dónde empezar, pero con el paso del tiempo y, sobre todo, al dejarse acompañar por alguien que tenga más experiencia sobre el terreno vocacional, se va haciendo posible encontrar el hilo conductor que incline hacia una vocación en particular. El problema viene cuando pasan los años y, por falta de interés, se va dando un estancamiento cada vez mayor. Algunos, viven saltando de una a otra opción. En ciertos casos, asisten a todos los encuentros vocacionales habidos y por haber pero no se deciden por nada ni por nadie. Al no tener un rumbo claro, definido, terminan dando vueltas en círculo.
Para evitar la falta de opción, es necesario rezar, conocer, consultar y decidirse. No se trata de llenar las expectativas de los demás, sino de hacerlo en la presencia de Dios y seguir adelante. Aunque todas las vocaciones llevan a la misma meta, cada una tiene sus propios rasgos característicos. De ahí la importancia de pensar y pesar las cosas desde la perspectiva de la oración, del silencio que permite escuchar la voz de Dios a partir de la propia historia personal. Estancarse por miedo y/o comodidad, hace daño, porque frustra la felicidad. En este sentido, hay que evitar acomodarse, mantenerse al margen de una decisión que compromete la vida y que lanza a la vida. Si optamos por ser laicos, asumamos esa identidad. Nada de andar copiando a las otras vocaciones. Lo mismo si la decisión tiene que ver con el sacerdocio, la vida consagrada, etc. Cada camino tiene su propia identidad y hay que respetarla para evitar distorsiones.
Los que finalmente hemos tomado una decisión vocacional, tenemos que ayudar a los que están en camino. Hacerlo, favorece el crecimiento humano y espiritual de la Iglesia en medio del mundo, de la sociedad que siempre necesitará de la fe llevada a la práctica.
Para evitar la falta de opción, es necesario rezar, conocer, consultar y decidirse. No se trata de llenar las expectativas de los demás, sino de hacerlo en la presencia de Dios y seguir adelante. Aunque todas las vocaciones llevan a la misma meta, cada una tiene sus propios rasgos característicos. De ahí la importancia de pensar y pesar las cosas desde la perspectiva de la oración, del silencio que permite escuchar la voz de Dios a partir de la propia historia personal. Estancarse por miedo y/o comodidad, hace daño, porque frustra la felicidad. En este sentido, hay que evitar acomodarse, mantenerse al margen de una decisión que compromete la vida y que lanza a la vida. Si optamos por ser laicos, asumamos esa identidad. Nada de andar copiando a las otras vocaciones. Lo mismo si la decisión tiene que ver con el sacerdocio, la vida consagrada, etc. Cada camino tiene su propia identidad y hay que respetarla para evitar distorsiones.
Los que finalmente hemos tomado una decisión vocacional, tenemos que ayudar a los que están en camino. Hacerlo, favorece el crecimiento humano y espiritual de la Iglesia en medio del mundo, de la sociedad que siempre necesitará de la fe llevada a la práctica.
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