Domingo, 17 de noviembre de 2024

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Derecho a ser feliz

por Esperanza Puente

La decisión que tomé en febrero de 2005 de dar la cara públicamente y contar mi aborto provocado estaba ayudando a muchas mujeres que habían pasado por lo mismo que yo, sobre todo a comprender el porqué de la soledad a la que somos sometidas después de un hecho así. ¡Cuánto iba a cambiar mi vida! Lo cierto es que mi vida cambió, para mi sorpresa, con mucha satisfacción, y se produjo algo sorprendente: supuso para mí una segunda liberación después de tanta culpabilidad por haber abortado. Desde entonces, cada día ocurre algo nuevo, conozco a mujeres diferentes con vidas y circunstancias distintas, pero con un denominador común, el sufrimiento de la pérdida de nuestros hijos. Saber que no eres la única que pasa por lo mismo descarga mucho el sufrimiento contenido por tanto tiempo. Las cosas que te pasan y las decisiones que tomas te llevan a un sinfín de situaciones negativas en la vida, y lo peor de todo, es que ocurren en la más completa oscuridad; viviendo una realidad oculta. Primero, por nosotras mismas, por miedo al juicio, a pesar que somos nosotras las primeras que nos juzgamos. Condenadas por todos al silencio y al abandono, es prácticamente imposible contarle al mundo lo que sufrimos. Segundo, porque la sociedad en estos últimos veinte años, por lo general, ha venido asumiendo roles de pensamiento y de comportamiento que hacen la vida más cómoda aparentemente, pero cuando ocurre algo que le puede abrir los ojos, es más cómodo volver la cabeza a otro lado. Sin embrago, lo que no se da cuenta esta sociedad, es que cada día los problemas sociales son más graves y más frecuentes, y que, en realidad, ya estamos sufriendo las consecuencias de la indiferencia. Tercero, por el personal médico sanitario involucrado en la práctica del aborto, que, a pesar de sus estudios y su juramento hipocrático, se ciegan por ideología o dinero y mienten a las mujeres, y las abocan a la interrupción violenta de sus embarazos, como si de nada se tratara. Y los médicos que hacen objeción de conciencia, en ocasiones son sometidos a persecución y presión, hasta el punto de que algunos tienen que renunciar a sus puestos de trabajo, o a los que les gustaría hablar son silenciados. Cuarto, por los políticos que no tienen ni idea de cómo las leyes que promulgan pueden llegar a dañar a la sociedad que representan, y no se preocupan de saber si dichas leyes son las idóneas para el bien común. Quinto, por los profesionales de la justicia, que en casi treinta años de democracia, han dejado de ser independientes y sus sentencias con respecto a las denuncias sobre mala praxis de abortos son cualquier cosa menos justas. Y por último, los medios de comunicación, convertidos en el primer poder de la democracia. Es muy decepcionante que, en un Estado de Derecho, lo que no se publique o no sale en radio y televisión, no existe. Lo políticamente correcto prevalece sobre el rigor y la veracidad de las noticias, pero sobre todo, lo que se les da muy bien a los medios de comunicación es manipular, mentir y no aclarar las noticias erróneas. Por eso comienzo este blog: porque hay mucho que decir, las mujeres han callado durante muchos años y ha llegado la hora de luchar por nosotras, por nuestros derechos, por el derecho a ser informada y a ser feliz. Os espero a todos cada día con vuestros comentarios.
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