El último secretario de la hermandad
Cuando fuí ordenado Diácono recibí la llamada de un sacerdote, oficial de secretaría general del obispado, llamado don Ramón Ruiz Cano, quien me invito a formar parte de la cofradía del Niño Jesús.
Me contó que el fin esencial de esa hermandad sacerdotal en la diócesis de Jaén era comunicar al resto de curas la muerte de algún compañero, para que celebrara una Misa en sufragio de su alma. En la carta iba una hojita con la noticia de la muerte, y en la parte baja se recortaba una matriz que rellenada con el nombre y el día y hora de la celebración de la Misa, era recibida por don Ramón que era el secretario de la hermandad.
En aquella conversación, don Ramón me habló de su larga vida de servicios sacerdotales. Fue muy concreto sobre sus padecimientos durante la Guerra Civil.
En aquellos momentos de la conversación, año 1972, era beneficiado de la catedral de Jaén y trabajaba en la secretaría de la curia.
Cuando al año siguiente fuí ordenado sacerdote, comencé a recibir la hojita de la hermanad, que me estuvo llegando hasta que don Ramón vivió. Cuando el Señor lo llamó a su seno, ya no recibí más. La hermandad del Niño Jesús entró en un guadiana, como tantas instituciones ocurren en la Iglesia.
Ahora, en la era digital, cuando fallece un compañero nos lo comunican mediante un mensaje de teléfono móvil, algo frio e impersonal.
¿Sería posible reeditar aquella humana y sacerdotal cofradía del Niño Jesús?.
Descanse en paz, don Ramón, el último secretario.
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Lean, amigos, mi último Tratado titulado
Me contó que el fin esencial de esa hermandad sacerdotal en la diócesis de Jaén era comunicar al resto de curas la muerte de algún compañero, para que celebrara una Misa en sufragio de su alma. En la carta iba una hojita con la noticia de la muerte, y en la parte baja se recortaba una matriz que rellenada con el nombre y el día y hora de la celebración de la Misa, era recibida por don Ramón que era el secretario de la hermandad.
En aquella conversación, don Ramón me habló de su larga vida de servicios sacerdotales. Fue muy concreto sobre sus padecimientos durante la Guerra Civil.
En aquellos momentos de la conversación, año 1972, era beneficiado de la catedral de Jaén y trabajaba en la secretaría de la curia.
Cuando al año siguiente fuí ordenado sacerdote, comencé a recibir la hojita de la hermanad, que me estuvo llegando hasta que don Ramón vivió. Cuando el Señor lo llamó a su seno, ya no recibí más. La hermandad del Niño Jesús entró en un guadiana, como tantas instituciones ocurren en la Iglesia.
Ahora, en la era digital, cuando fallece un compañero nos lo comunican mediante un mensaje de teléfono móvil, algo frio e impersonal.
¿Sería posible reeditar aquella humana y sacerdotal cofradía del Niño Jesús?.
Descanse en paz, don Ramón, el último secretario.
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La Religión de la Comunicación incomunicada en España
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Tomás de la Torre Lendínez
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