Martes, 24 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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¿Qué tienen las congregaciones que crecen?

¿Qué tienen las congregaciones que crecen?

por Duc in altum!

 Estamos en el año de la “Vita Consecrata” y, aunque engloba varios estilos o modalidades, nos vamos a referir al tema de los religiosos y de las religiosas, quienes constituyen un aporte muy especial para la Iglesia y la sociedad. Ante las estadísticas, muchos se preguntan ¿qué pasará?; sin embargo, conviene plantearse la cuestión, sabiendo matizar, distinguir. En realidad, lo que está muriendo no es la vida religiosa como vocación, sino algunas interpretaciones que nunca consiguieron pasar de tres o cuatro generaciones por haber sobrevalorado la sociología en detrimento del Evangelio. Esto explica por qué, mientras algunas congregaciones se encuentran en números rojos, otras –como Iesu Communio- crecen de manera exponencial. El problema del secularismo exterior influye, pero lo que determina viene del interior, de la propia realidad institucional. Las mismas voces que en la década de los sesentas, decían que los votos, las obras apostólicas organizadas como instituciones, el hábito, la liturgia, el silencio, etc., tenían que pasar al mínimo indispensable, si se pretendía evitar la extinción, son las que hoy se han quedado sin perspectiva de futuro. ¿Capricho del destino? No. Simple y sencillamente, es consecuencia del relativismo “ad intra”. Ya lo dijo Jesús: “Si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada…” (cf. Mt 5, 13). Por lo tanto, la vida religiosa ha sido, es y será necesaria, querida por Dios, pero es un hecho que solamente trascenderán aquellas congregaciones que sepan mantener o reavivar el carisma fundacional. Tomando en cuenta la máxima que dice: “todo cae por su propio peso”, podemos afirmar que cuando algo es voluntad de Dios tarde o temprano termina dando frutos, cosa distinta al tratarse de una agenda meramente personal del dirigente en turno, pues en ese caso Dios queda excluido y, por lo mismo, se camina sin dejar huella.

 Entonces, el panorama está claro. Las instituciones que, con todo y las dificultades que nunca faltan, logran mantener su identidad, terminan atrayendo, despertando nuevas vocaciones, mientras que las que se dejan llevar por las ideologías, se quedan atrás, porque el problema de las modas, incluso cuando puedan parecer teológicas, es que corresponden a una época y, al pasar el tiempo, terminan por perder valor y vigencia. Cosa distinta cuando se trata del Evangelio, porque siempre tiene algo nuevo que decir. En otras palabras, nunca deja de ser actual, ¡significativo! Quienes estamos en la promoción vocacional, no debemos dejarnos desanimar. Simplemente, tenemos que hacernos una pregunta: ¿estamos siendo fieles al carisma recibido o, por el contrario, andamos viendo qué inventar, confundiendo la sana creatividad con la invención arbitraria, centrada en la izquierda o en la derecha?

 El carisma determina la misión; es decir, los campos característicos. Si hay incompatibilidad entre una cosa y la otra, se pierde identidad. Por ejemplo, toda obra que se dedique a formar y acompañar jóvenes, podrá buscar diferentes estrategias, pero siempre dentro de la educación, porque de otra manera, las acciones irán por un lado y la identidad carismática por otra. En este sentido, la expresión “fidelidad creativa” nos explica y/o muestra una vía justa, equilibrada. Y es que Dios se manifiesta en el centro; es decir, lejos de los extremos que hacen daño. Ni pasividad, ni imprudencia, sino discernimiento, tal y como lo recomendaba San Ignacio de Loyola.

 Es muy triste cuando ya no hay ningún parecido –salvo que la Santa Sede así lo exija-entre la constitución fundamental redactada por el fundador o la fundadora y la realidad de los miembros. Lo “fundamental” es la esencia, aquello que no se puede cambiar. Lo demás, queda sujeto al signo de los tiempos, pero cuando los puntos medulares se quitan, todo se derrumba y eso es justo lo que hay que evitar. Por ejemplo, ¿quién podría imaginarse a un dominico que renunciara al estudio o, lo que es peor, a la predicación, para hacer otras cosas? 

  Vale la pena y nos alegramos por tantos(as) religiosos(as) y laicos(as) que siguen jugándosela por promover vocaciones para la vida consagrada desde la mejor estrategia: la fidelidad.
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