En torno a la necesidad de lo material.
por Juan del Carmelo
Ya dijimos anteriormente al tratar sobre este tema en otro post, que hay siempre que considerar un principio básico: Todo lo hecho por Dios sea lo que sea, sean bienes de carácter material, bienes de carácter espiritual, seres animales o vegetales, sea la tierra, sean los mares, sea el universo planetario, todo lo creado por Dios absolutamente todo, es intrínsecamente bueno. En el primer capítulo del Génesis referido a la creación, podemos leer la frase con la que se cierran cada uno de los seis días, de la creación “Y vio Dios que todo lo que había hecho era bueno”. Es el mal uso de todo esto por el hombre, lo que lo hace lo bueno perverso. La perversión solo la realiza el hombre que no es capaz de luchar y no lucha contra su concupiscencia, estando siempre apoyado y motivado por las actuaciones demoniacas a las que presta su concurso, creyendo que estas le son deleitosas sin darse cuenta el veneno que encierran esos deleites. Los demás seres vivientes, animales y plantas nunca realizan un mal uso de lo creado por Dios, se limitan a cumplimentar el papel que Él les ha asignado. No tengo noticias de ninguna vaca o perro perverso, ni de ninguna planta o árbol que lo sea. Pero entrando en el tema que nos interesa, cual es la necesidad que tenemos de utilizar lo creado por Dios y no solo para mantenernos y desarrollarnos, alimentando la parte material de nuestro ser, es decir, nuestro cuerpo, sino también para alimentar y desarrollar también la parte espiritual de nuestro ser, es decir, nuestra alma. Y esto ¿cómo se realiza? pensará alguno, ya que a su juicio nuestra alma no necesita comer. Evidentemente no necesita alimentos materiales pero sí y mucho los espirituales. Veámoslo. Reiteradamente hemos puesto de manifiesto, el desequilibrio que tenemos entre el desarrollo de nuestro cuerpo, y el canijo estado de desarrollo, en el que el hombre en general, tiene sometida a su alma. Por ello tenemos una desmedida visión antropomórfica, de muchos conceptos e ideas que son puramente espirituales. Por ejemplo, todos sabemos por definición, que Dios es un Ser puro, Espíritu puro y por lo tanto carece de corporeidad, pero nosotros estamos hartos de pintarlo y verlo en las iglesias y fuera de ellas como un noble anciano de luengas barbas. Esta visión antropomórfica de Dios, es la que tenemos y es en la pura materia donde nos apoyamos para imaginarnos a Dios. Dios al ser espíritu puro, carece de ubicación material, pero instintivamente si nos hablan del lugar donde se encuentra Dios, miramos al cielo de la misma forma que mentalmente ubicamos el infierno en el centro de la tierra. Es decir necesitamos lo material para poder concebir imaginativamente lo espiritual. Sin darnos cuenta de que el orden material es muy inferior al orden espiritual, y las imágenes que nos formamos son pobres garabatos de un niño de cuatro años, al lado de un cuadro de Velázquez. Y a este fenómeno humano no fue ajeno el Señor a su paso por la tierra, reiteradamente cuando pensaba en su Padre, miraba al cielo. Así en la multiplicación de los panes y los peces: “…, tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente”. (Mt 14,19). Él también ubicaba a su Padre Dios en el cielo, así también claramente dijo: “Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo”. (Mt 23,9). Él sabía muy bien cuál era la condición de Espíritu puro de su Padre, pero conociendo nuestras limitaciones, se apoyaba también, en la corporización de lo espiritual para que mejor comprendiésemos. La idea de que Dios está en un elemento material cuales son los cielos, es inamovible desde siempre en la mente humana y en los productos de su imaginación. Y hablando de imaginación, esta es una función de nuestra mente que aunque puede ser muy nociva en el desarrollo de nuestra vida espiritual, también puede ser muy positiva. Como vemos, es bueno o malo lo que nosotros creamos o usamos, sea para el bien o para el mal. En cualquier clase de oración, si uno no está distraído, se usa la imaginación aunque sea para rezar un Padrenuestro, y es bueno que esta imaginación oracional la alimentemos adecuadamente. Aquellos que han tenido la suerte de visitar Tierra Santa, por algo se la llama el quinto Evangelio, cuando nos mencionan el nacimiento de Nuestro Señor, inmediatamente muestra mente se traslada imaginativamente a la gruta de Belén, o cuando se nos menciona, la última cena nuestra mente imaginativa acude al Cenáculo. Personalmente sufrí una transformación en mis imágenes usadas en la oración, después de visitar por primera vez Tierra Santa, pues hasta entonces mis ojos no habían visto nunca, el entorno donde se desarrolló la vida humana de Nuestro Señor y el conocimiento de este entorno y mi profundización en él me ayudó terriblemente en el recorrido del camino hacia Dios. En conclusión a lo escrito, y teniendo presente que el orden espiritual es superior al material, no tratemos nunca de abajar la riqueza de nuestro espíritu a la pobreza de nuestra materia, nuestra conducta ha de tender siempre a subir, a ennoblecer la materia de nuestro cuerpo elevándola al nivel de nuestra alma, es nuestro cuerpo el que debe de estar al servicio de nuestra alma y no al contrario, como generalmente le ocurre a muchos. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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