El silencioso alzheimer
Murió victima del alzheimer. Fue lento pero directo a la tumba. El sacerdote se llama don Francisco Moral Barrón, natural de Torredelcampo, estudió en el Seminario de Jaén, siendo ordenado presbítero cuando acabó.
Lo conocí como párroco del Puente del Obispo. Más tarde lo traté más en Martos, donde llevaba la parroquia establecida en el santuario de la Virgen de la Villa, patrona de la localidad.
Allí aprendí su gran afición al cine, como lo demostraba en nuestras conversaciones. Deseó crear un cineclub.
Fue trasladado a Jaén a crear la parroquia de Santiago, donde, tras ocupar unos bajos comerciales, levantó en el solar correspondiente el bajo del futuro templo, y completó la esctructura.
Organizó la plantación del jardín que bordea el recinto parroquial. Lo último que me dijo fue: "He colocado tales y tales plantas, que me han costado tanto y tanto".
Al poco tiempo, comenzó a sumirse en un silencio atroz, ya no sabía firmar los documentos sacramentales, acudía a la parroquia como un extraño, tenía un compañero que le hacía todas las funciones propias de un párroco.
La enfermedad lo fue consumiendo de modo perverso. Tuvo que ingresar en una casa de acogida de un pueblo de la provincia de Córdoba, donde falleció pasado un poco tiempo, sumido en un silencio absoluto.
Descanse en paz don Francisco.
Tomás de la Torre Lendínez
Lo conocí como párroco del Puente del Obispo. Más tarde lo traté más en Martos, donde llevaba la parroquia establecida en el santuario de la Virgen de la Villa, patrona de la localidad.
Allí aprendí su gran afición al cine, como lo demostraba en nuestras conversaciones. Deseó crear un cineclub.
Fue trasladado a Jaén a crear la parroquia de Santiago, donde, tras ocupar unos bajos comerciales, levantó en el solar correspondiente el bajo del futuro templo, y completó la esctructura.
Organizó la plantación del jardín que bordea el recinto parroquial. Lo último que me dijo fue: "He colocado tales y tales plantas, que me han costado tanto y tanto".
Al poco tiempo, comenzó a sumirse en un silencio atroz, ya no sabía firmar los documentos sacramentales, acudía a la parroquia como un extraño, tenía un compañero que le hacía todas las funciones propias de un párroco.
La enfermedad lo fue consumiendo de modo perverso. Tuvo que ingresar en una casa de acogida de un pueblo de la provincia de Córdoba, donde falleció pasado un poco tiempo, sumido en un silencio absoluto.
Descanse en paz don Francisco.
Tomás de la Torre Lendínez
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