Habilitado del clero

Conocí al habilitado del clero siendo monaguillo. Lo veía salir de la iglesia de San Andrés donde oficiaba la Misa como el resto de sacerdotes de la Santa Capilla, en la ciudad de Jaén. Luego perdí de vista al habilitado del clero, cuando ingresé en el Seminario.

El habilitado del clero era un oficio dentro de la curia diocesana que pagaba la nómina de los curas mensualmente en metálico. Por entonces no había informática, ni parecía fiarse la gente mucho de acudir a una libreta del banco más cercano.

Cuando fuí ordenado sacerdote seguía el mismo habilitado del clero que conocí en la infancia. Era don Diego Rodríguez Navarrete, quien había sido párroco en la zona minera de La Carolina y luego fue destinado a Jaén como habilitado del clero, capellán de San Andrés y más tarde ejerciendo el mismo servicio en las Carmelitas Descalzas de la propia capital de la provincia.

La primera vez que acudí a cobrar mi "congrua" nómina, nacida al calor de la legislación de "culto y clero" prevista en el Concordato firmado entre España y la Santa Sede en el año 1953, el habilitado del clero, socarrón como él sólo, me dijo:

-¿Cómo podía sospechar que pagaría su primera nómina a un cura que he conocido de monaguillo?.

Ha sido posible, contesté, porque Dios lo ha querido así.

Le dí las gracias, firmé en el papel correspondiente y recibí un sobre con quinientas veinticinco pesetas con ochenta céntimos.

A los dos años, don Diego pasó a la función de retirado, porque el nuevo económo diocesano impuso el pago por vía bancaria. Hoy lo recuerdo porque a los curas socarrones y simpaticos son dificil de olvidar.
Descanse en paz. Murió en 1984.

Tomás de la Torre Lendínez