Catolicismo acomplejado
Cierto catolicismo acomplejado considera necesario el visto bueno del colectivo cuántico a la fórmula de la fe, a la manera en que el falso nueve del equipo alevín del Real Madrid busca el aplauso de Cristiano a su cola de vaca, el aficionado al ajedrez el de Kasparov a su gambito de dama y el estudiante de arquitectura el de Moneo a su perspectiva caballera. Este anhelo del catolicismo acomplejado aclara que no ha comprendido que la fórmula de la fe contiene también la teoría de las supercuerdas. En otras palabras, que un físico crea en Dios es tan normal como que un fontanero acepte la existencia de la red de alcantarillado.
La razón es sencilla: la física se rige por unos principios previos a su comprensión. La gravedad es anterior a la manzana y ésta a Newton. El físico no inventa, descubre. Y descubrir es aproximarse a la Creación desde el encuentro, cuyo big bang es el bautismo. Así de simple. Sobra decir, pues, que si el católico acomplejado necesita el nihil obstat del físico a la verdad revelada es porque es hombre de poca fe, incapaz, no ya de decirle a la morera que se plante en el mar, sino de creer en los arrozales, en la evidencia de Dios.
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