Llamados a evangelizar

Reflexión para este domingo En el Evangelio de hoy revivimos el momento en que Cristo envía a sus discípulos a Evangelizar el mundo, con el objetivo especial de llamar a la conversión y sanar a los enfermos. Muchos de los destinatarios de esta misión eran judíos practicantes, otros judíos no practicantes, y otros paganos. El mensaje y la misión era la misma para todos. El Reino de Dios está cerca ¡convertíos, en el nombre de Cristo! Y aquellos sencillos hombres de pueblo, con poca cultura, pero con mucho amor de Dios en el corazón, y entusiasmados con la figura y la misión de Cristo, se lanzaron a predicar la Buena Nueva. Y así empezó el cristianismo. Hoy nosotros, discípulos de Jesucristo en el siglo XXI somos también enviados a anunciar el Buena Nueva del Evangelio. No se conforma Dios con que cumplamos con unos ritos litúrgicos, unas normas morales, unas prácticas religiosas. Nuestra misión va más allá. De nada serviría nuestra fe, nuestra condición de cristianos, si nos quedáramos tranquilos porque ya hemos cumplido asistiendo a Misa el día de fiesta, o rezando por las noches. La cosa es mucho más seria. Cristo no se conformó con celebrar la Última Cena y ser martirizado y muerto en Cruz. Su misión es salvar al mundo de la miseria que corrompe al hombre, a la familia, a la sociedad, a los niños, a los jóvenes, a los adultos, a las costumbres y normas de conducta social… Se trata de que el hombre viva feliz en la tierra, pero sin olvidar que tiene alma, y que nunca será feliz si prescinde de ella para dedicarse por completo al cuerpo. El Señor nos quiere sanos, por eso les manda a los discípulos que unjan a los enfermos con el óleo santo para limpiar su alma y su cuerpo, sanarlos, o ayudarlos a vivir con paz su enfermedad. Una de las tareas fundamentales de la Iglesia es llevar la salud al hombre completo. Hoy nos olvidamos que el enfermo tiene alma, y muchas veces se les deja morir como si fuese un perro, sin la ayuda espiritual. Cuando hay un accidente grave, una catástrofe se llaman a médicos y psicólogos, pero pocas veces a los sacerdotes, que son los únicos que pueden consolar y personar en el nombre del Señor. Hay que tener la caridad necesaria para ayudar al enfermo como persona humana, y si es cristiana con los medios que Dios nos ha dejado para darnos su Gracia. Estamos ante un mundo pagano en progresión continua. Los cristianos no nos podemos conformar con el lamento. Hay que dar testimonio con nuestra presencia, nuestra palabra, nuestro ejemplo, nuestras buenas acciones, de que por encima de lo material, de lo que podemos tocar y llenar nuestros bolsillos hay algo y Alguien más importante, de quien depende nuestra Vida Eterna. Nos cuenta el Papa que por los años 50 el escribió un pequeño libro que dio mucho que hablar. Se titulaba Los paganos y la Iglesia. Hoy este tema está de palpitante actualidad. Por eso Benedicto XVI no se cansa de denunciar la Dictadura del Relativismo, que es fruto del nuevo paganismo. Ser cristianos en serio. Por eso hemos pedido en la primera Oración de la Misa: Señor, concede a los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa. Que el Señor nos ayude a oír ese mandato urgente que resuena en el Iglesia: ID Y EVANGELIZAR, CONTANDO CON NUESTRA FRAGILIDAD. Juan García Inza