María, tierra fértil

Celebramos en este sábado la fiesta del Inmaculado Corazón de María. Ella es la Inmaculada. Su corazón está limpio, intacto de todo aquello que pueda empeñar el amor de Hija y de Madre.
Traigo aquí un bonito artículo de la Dra. Patricia Garza Peraza, que lo titula "María, tierra fértil".

La sensación del hijo que confía en la madre, y la madre que desea proteger al hijo a toda costa, es conocida y común a gran parte de la humanidad. Ante la maternidad la mujer cambia, se transforma en tierra fértil, que da frutos.  De algún modo la madre se transforma en el hijo y el hijo en la madre. Este suceso cotidiano del nacimiento y la concepción, alcanzan un significado excelso y altísimo en la figura de la Virgen "pues si se dice que la Palabra, o la semilla, da fruto, esto significa que no cae a la tierra como una pelota que rebota de nuevo, sino que se hunde realmente en la tierra... La semilla no queda sola, a la semilla pertenece el misterio materno de la tierra –a Cristo pertenece María, la tierra santa de la Iglesia-" (Ratzinger, Joseph. María Iglesia Naciente. Encuentro, Madrid, 1999.)

Tras el nacimiento de Cristo en el vientre de María, la semilla ha fructificado, Cristo es la palabra, y gracias a la madre, la palabra "no volverá vacía", se transforma para regresar a Dios Padre.

Al igual que cualquier madre, María le ha dado a Cristo algo de ella, se ha puesto a disposición del hijo,  y se crea una conexión especial entre ellos. Menciona Ratzinger: "La maternidad de María significa que ésta le da la sustancia de sí misma, cuerpo y alma, para que pueda crecer nueva vida."

El sí de María se da espiritual y corporalmente, se ofrece, acepta, se deja usar, transformar, para ser la madre que da el fruto divino. "La predicción de la espada que atravesará el alma (Lc 2,35) significa mucho más que un cierto tipo de tormento, algo más profundo y más grande. María se pone completamente a disposición como tierra, se deja usar y desgastar." (Ibid)  La adoración a María se entiende entonces desde dos puntos de vista, la del hijo que confía y busca consuelo en el regazo de la madre, y la de la madre que sabe de los sacrificios por el hijo, en la Rosa mística converge, lo común de la naturaleza humana, y lo extraordinario de la divinidad de Cristo, la madre de Jesús es el suceso donde "la vida se convierte en oración y la oración en vida."

Es imposible separar la figura de María de su hijo, pues desde el momento de la concepción uno ha transformado al otro, y ofrecido algo de sí a su vez.  María es la tierra donde -desde la semilla viva que es la Iglesia-, podemos transformarnos, crecer al tiempo que reconozcamos la Palabra que da frutos en nosotros. "Debemos asumir el símbolo del terreno fructífero, debemos convertirnos en hombres que esperan, recogidos hacía adentro, que en la profundidad de la oración el deseo ardiente y la fe, dan lugar al crecimiento." (Ibidem).