Viernes, 22 de noviembre de 2024

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¿Para qué sirve la incomprensión?

¿Para qué sirve la incomprensión?

por Duc in altum!

 ¿Quién no se ha sentido incomprendido en algún punto de su vida? Lo cierto es que por extraño que parezca, tal incomprensión -cuya versión más radical es la persecución a ultranza- pueda llegar a jugar un papel muy importante en nuestra hoja de ruta hacia Dios. ¿Cómo es posible que los santos y las santas hayan sido señalados, injuriados e incluso excluidos por muchos de los suyos? El que quiera seguir a Jesús de un modo coherente, encontrará toda clase de incomprensiones, algunas increíblemente novelescas; es decir, totalmente desvirtuadas por personas mal intencionadas. La mayoría las creerán sin más. Basta con recordar a San Francisco de Asís, quien fue criticado injustamente por algunos miembros de su orden que buscaban anular las aportaciones que había hecho a la fundación. Siempre habrá celos y luchas de poder en torno a los hombres y mujeres congruentes, porque hay quienes no soportan ver cómo atraen a los demás sin siquiera pretenderlo. Mientras ellos practican el “carrerismo”, los santos se dejan llevar por el evangelio en todo sentido y eso fascina. Alrededor de Jesús, muchos sumos sacerdotes se sintieron expuestos y por eso reaccionaron por la vía de la violencia. Tocó sus intereses al señalar las estructuras de pecado. Hoy día sigue pasando en muchas partes. Por ejemplo, cuando llega a una parroquia un catequista decidido y los de siempre se unen para difamarlo porque les asusta que sea más entregado que ellos. La incomprensión permanece, pero Cristo le da un sentido constructivo para quien tiene que soportarla. Desde luego, hay que evitar dos tentaciones. La primera es salirse de la Iglesia por verse incomprendido “ad intra” y la segunda es asumir un papel de víctima. El que dentro de ella haya injusticias forma parte de la condición humana y, si bien es cierto que hay que luchar contra ellas, no deben verse como un motivo para desertar. La Iglesia es mucho más que aquellos cuya cortedad de miras los vuelve incapaces de identificar la acción del Espíritu Santo en la historia. Un reformador obediente sabe mantener su sentido de pertenencia a la comunidad eclesial y, desde ahí, crecer en la verdad. En algún momento, llegará la reivindicación. El bien, aunque tarde en figurar, siempre termina ganando la batalla, porque en Dios no existe la mentira.  

Ahora bien, ¿qué nos pueden dejar las incomprensiones? Una fe sólida, enraizada, determinante y, por ende, probada. Solamente quien pasa por la incomprensión puede tener la certeza suficiente de estar caminando por la vía del evangelio, de la reproducción de Jesús a nivel personal. Se trata de amar hasta las últimas consecuencias y si eso implica ser criticado, excluido o despedido, ¡adelante! Sin duda, Dios no abandona a los que confían en él. Cuando alguien nos acuse o critique, escuchémoslo, pero si tales puntos no coinciden con nuestra conducta, hay que seguir adelante sin miedo y/o complejos. Jesús pasó por la cruz y aunque no nos espera una crucifixión como la suya, es un hecho que nos toca recorrer su mismo camino y eso implica señalamientos injustos. Al final, con todo y el camino ajetreado, podremos entregarnos a Dios con paz y contribuir al aumento de hombres y mujeres santos. Recordemos una de las Bienaventuranzas: “Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias” (Mt 5, 11). En ellas, Jesús nos puso las cosas en claro. Cuando nos critiquen los de casa, aclaremos y sigamos adelante. Si nos excluyen, recordemos que “más vale sufrir una injusticia que cometerla”.

Cuando nos persigan, tomemos precauciones para que no terminemos persiguiendo. Jesús, quien es la verdad, vale la pena. Si nos resignamos a lo políticamente correcto, no haremos nada con nuestra vida. Por lo tanto, desde la obediencia, sigamos con el proyecto que Dios quiere llevar a cabo en nosotros. Nada ni nadie puede quitarnos la fe. Aprendamos de los que ya están del otro lado, aquellos que perseveraron y que no se dejaron amedrentar por la situación. Nuestra vocación es cierta.

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