Caras vemos y catequistas no sabemos
Caras vemos y catequistas no sabemos
por Duc in altum!
Ya que -como dice el refrán- “no todo lo que brilla es oro”, las diócesis tendrían que replantearse la conveniencia de dar de baja a ciertos catequistas que de buena fe no tienen nada y, por el contrario, se la pasan complicando las cosas a cuántos se cruzan en su camino. Desde los niños que tienen que aguantarlos tres horas cada sábado hasta los mismos compañeros. La situación se vuelve más tensa cuando aparte les encargan los cursos prematrimoniales que en el 80% de los casos son desastrosos y, por ende, resulta un suplicio para las parejas de novios que merecen algo más que una dinámica de integración entre “azul y buenas noches”; es decir, sin un buen sustento doctrinal aplicado a ejemplos de la vida cotidiana.
Nadie discute la necesidad de una sólida catequesis para la primera comunión y, por supuesto, como preparación al matrimonio; sin embargo, ¿estamos ofreciendo contenidos de calidad? Lo cierto es que muchos catequistas son improvisados y gastan su tiempo criticando al resto: “yo uso plumones, mientras que el nuevo no”, “el otro nunca reparte los folletos”, “se cree mejor que los demás”, etcétera. ¿El resultado? Envidias e intrigas.
Es como si el relato de Jesús y los fariseos se repitiera. Catequistas indiferentes, obsesionados con ser clericalizados por el párroco. Sin duda, urge un cambio a gran escala. Sería interesante que el tema fuera abordado en la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos. El primer paso para evitar nuevas nulidades y divorcios incluye formar mejor a los que forman. En este caso, a los catequistas. El momento es ahora.