Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Reflexionando sobre la Cuaresma

Orar en Cuaresma y en todo momento

por La divina proporción

Orar es fundamental, aunque nos parezca lo contrario. Comunicarnos con Dios nos permite estar cerca de Él y que Él pueda tocar nuestro ser minuto a minuto. Orar en todo momento y durante la cuaresma, mejorar nuestro vínculo con el Señor. San Basilio nos habla de la oración de una forma clara y muy pedagógica:

Es preciso que no restrinjas tu oración a la sola petición en palabras. En efecto, Dios no necesita que se le hagan discursos; sabe, aunque no le pidamos nada, lo que nos hace falta. ¿Qué hay que decir a esto? La oración no consiste en fórmulas: engloba toda la vida. «Por tanto, ya comáis, ya bebáis, dice el apóstol Pablo, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.» (1C 10,31). ¿Estás en la mesa? Ora al tomar el pan, agradece a quien te lo ha concedido; bebiendo el vino, acuérdate del que te ha hecho este don para alegrar tu corazón y solazar tus miserias. Acabada la comida, no te olvides de tu bienhechor. Cuando te pones la túnica, agradece al que te la ha dado; cuando te pones tu manto, muestra tu afecto a Dios que nos provee de vestidos adecuados para el invierno y para el verano, y para proteger nuestra vida.

Acabado el día, agradece a aquel que te ha dado el sol para trabajar durante el día y el fuego para iluminar la noche y proveer nuestras necesidades. La noche te da motivos para la acción de gracias; mirando el cielo y contemplando la belleza de las estrellas, ora al Señor del universo que ha hecho todas las cosas con tanta sabiduría. Cuando contemplas a la naturaleza dormida, adora a aquel que con el sueño nos alivia de todas nuestras fatigas y, a través de un poco de descanso, devuelve el vigor a nuestras fuerzas.

Así orarás sin descanso, si tu oración no se contenta con fórmulas y si, por el contrario, te mantienes unido a Dios a lo largo de toda tu existencia, de manera que hagas de tu vida una incesante oración. (San Basilio, Homilía 5)

Se ora cuando se vive con constante conciencia de estar en presencia constante de Dios. Dios nos ofrece la mano, pero nosotros debemos ser quienes la aceptemos. La Cuaresma es un momento especialmente adecuado para reencontrarnos con Dios. No deberíamos de dejar pasar la ocasión de hacer de nuestra vida una continua y profunda oración.

 

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